Mié 13.08.2008
espectaculos

MUSICA › RAúL CASTRO, DIRECTOR DE FALTA Y RESTO, EN UN NUEVO REGRESO A BUENOS AIRES

“Ya no nos interesa tanto el glamour”

El grupo uruguayo presenta mañana en el Gran Rex 5 mil tablados, un espectáculo que incluye partes de Anarquía, su último CD.

› Por Cristian Vitale

Desde Montevideo

A paso largo, Raúl Castro penetra en el mercado del puerto. Atraviesa dos barras y en la tercera se acoda: “¿Quieren un medio y medio?”. La idea no prospera. Hay tres argentinos y la mezcla de vinos, antes de almorzar, puede ser letal para un organismo no habituado. El plan siguiente, entonces, trueca líquido por sólido: a comer. Pocos lugares, en Montevideo, tan coloridos y concurridos como éste. Mediodía, sol pleno, confluencia de turistas y locales, un vendedor de lotería que insiste en ubicar el 15 y el 32 –“hay dos palos gringos en juego”, grita–, guitarreros de ocasión y un saludo que identifica quién es quién en este heterogéneo mundo de gente: “Ey bo, ¿todo bien?... vamo’arriba”. “Onetti decía ‘Montevideo es ese lugar donde no puedo mentir y alguien siempre me está esperando’”, se ríe Castro, director, letrista y fundador de una de las murgas más populares del país celeste: Falta y Resto. Son los prolegómenos relajados de la enésima presentación del grupo en Argentina: bajo el nombre de 5 mil tablados, Castro y elenco (incluidos el Zurdo Besio y Roberto García, fundadores que ya no están) le pondrán calor al invierno mañana en el Gran Rex.

–Va a hacer frío para cortar la calle Corrientes...

–Y, sí... pero quién te dice.

Cómo olvidar la secuencia. Argentina prepiquete (1993) y una manga de murguistas, bien trajeados, interrumpiendo el tránsito a una hora pico de sábado a la noche: colectivos atravesados y gente que no entendía nada. “Qué despelote hicimos, bo –recuerda el letrista–, la policía no sabía qué hacer.” Elipsis al hoy: la Falta ya no es más una esponja de sonidos. Ya no adapta ni usa los mejores trajes. Ahora crea y es austera. Economiza recursos. “Después de tantos años, uno ha probado, ha ido por el género de arriba abajo. Ha tratado de modificarlo, revolucionarlo y, hoy por hoy, estamos parados en la murga más clásica y austera en cuanto a disfraces y puesta en escena. Lo que más trabajamos son los textos y las armonías corales... desde 2007, todas las músicas que utilizamos son inéditas y nuestras, a diferencia del resto del género, que adapta. Estamos más genuinos, más nuestros”, explica.

Anarquía, la última creación, sería el ejemplo. Ya con parrillada y vino tinto en la mesa, Castro detalla minuciosamente su porqué. Dice que acá, en el mercado, un día apareció un viejo que le entregó la historia del primer escrachador de la zona: Viruta. “Era un delirante tipo Don Quijote, que cuando entendía que había una injusticia, se iba a los balcones de los poderosos a gritarles sus versos mugre y terminaba indefectiblemente preso. Nosotros nos metimos dentro de su historia y la transformamos en una especie de comedia musical política.” El estreno de Anarquía –que Falta y Resto recreará en esta presentación en Argentina– motivó situaciones insólitas. Paradójicas. Cuenta Castro que un día, en la puerta del Banco República, lo abordó un coracero (milico bravo) y le dijo: “¿Me permite una pregunta? ¿Qué fue de la vida de Viruta?”. “No lo podía creer, che”, se sorprende genuinamente. “Pasa que en la obra, el Viruta desaparece frente al regimiento 9... se les planta a los milicos, les dice unos disparates y entonces se lo llevan en cana y no se sabe más de él. ¡Y el coracero estaba preocupado!”

–Metidísimo en la obra...

–Totalmente. Me decía “ese hombre tiene que aparecer, porque es fundamental”, algo muy loco. Me contó que su mujer y sus amigos no podían entender cómo había gastado dos CD de Anarquía, y que él entendía a Viruta porque alguna vez había estado de su lado.

–Un código muy uruguayo. Podría asociarse con aquella canción de Viglietti (“No sé por qué piensas tú / Soldado que te odio yo / Si somos la misma cosa / Tú y yo”), o con la historia misma de la murga, que atraviesa diferencias de clase o de roles. En Argentina es quizá más impensado...

–Es que ese tipo seguramente nació y se crió igual que yo, escuchando la murga de los abuelos y de los padres en el barrio... hay un código que preexiste a lo que uno es. Cuando la Falta nació, en 1980 –en plena dictadura–, los milicos no atacaban del todo el Carnaval por la sencilla razón de que también tenían sus conjuntos preferidos.

–Una censura a medias.

–Se decía arriba del tablado lo que no podía decirse en otro lado, y nosotros jugábamos con el código de las músicas adaptadas... poníamos temas de la revolución española, de Daniel Viglietti o de Alfredo Zitarrosa, que estaban prohibidos, y la gente escuchaba, en su imaginación, lo que decíamos y también las canciones prohibidas. Y nos aplaudía el doble. Es cierto que nos empezaron a censurar, pero el éxito fue mayor, porque la gente nos veía rearmar la letra y más aplaudía. Fue un momento determinante para el prestigio de la Falta, porque todo el mundo estaba callado.

A la hora del postre, Febo hace rebotar un rayo sobre los lentes marrones de este hombre, alto y agradable, nacido en el barrio La Mondiola, cerca del río. Está ilusionado con filmar una película con la historia de Viruta, para exportar a España y Argentina. “Lugares donde la colonia anarquista fue y es muy grande, por su influencia en la cultura. La murga tiene que ver con el anarquismo por esa cosa que tiene de ser como un despelote organizado”, compara. Así funciona Falta y Resto: 14 murgueros repartidos en tres generaciones (entre 18 y 50 años), con 27 abriles de tablado. “Pintando tu aldea pintas el mundo... nosotros hablamos del poder, de la autocrítica, pero siempre desde la propia experiencia. Esto nos permite tener claro el objetivo: decir ‘vamos todos para ahí’, entonces se hace mucho más fácil crear. Después de haber buscado tanto, hemos logrado una síntesis, como un sello de fábrica.”

–¿Cuánto tienen de respeto por la tradición y cuánto de renovadores?

–Falta y Resto es, se sabe, la voz del truco que vos echás cuando tenés el partido perdido, sin saber las cartas que tenés. Hoy persiste el desafío pero desde lo clásico, que es lo más difícil. Siempre digo a los murgueros que no importan los trajes lindos, la forma de cantar... importa que se metan en la historia. Me parece que acá está el secreto sustancial del género. Ya no nos interesa tanto el glamour de la murga, sino su esencia.

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