MUSICA › RAMIRO MUSOTTO Y LA RARA FUSION DE “SUDAKA”
“Mi música no es Hollywood”
El percusionista argentino consiguió algo que parece imposible: destacarse en Brasil. Mañana actúa en La Trastienda.
Por Cristian Vitale
En 1982, cuando el movimiento percusionista generalizado estaba en pañales en la Argentina, Ramiro Musotto creyó que era en vano apostarle a un poco improbable resurgimiento y decidió encarar hacia el norte. Tenía 18 años, recién había terminado la secundaria, y decidió trocar una bahía árida y ventosa (Blanca) por otra llena de sol, mar y ritmos tamboriles, la brasileña San Salvador. Pasaron 23 años y nunca volvió a reinstalarse en su tierra original. ¿Razones? “Elegí ser percusionista y me fui a Brasil a estudiar. Hace 23 años, en Argentina no había mucho campo para trabajar en percusión. Me gustó, me adapté y la vida quiso que me quede a vivir”, dice. Fueron más de dos décadas de intensísimo trabajo y el resultado derriba un mito: no es incompatible ser argentino y triunfar en suelo amazónico. Es cierto que es casi un ser anónimo aquí, pero este singular personaje (que mezcla con muy buen gusto la música electrónica con un variado repertorio afrolatino) grabó, tocó y produjo con la mitad más uno de los maestros brasileños. La llave de la puerta grande se le abrió cuando grabó en Canto de Cidade, el exitoso disco de Daniel Mercury. Conoció en el proceso a Liminha, el productor, y éste lo conectó con la flor y nata de la bossa. Fue un camino de ida. “Liminha me llamó para grabar con Caetano Veloso y Gilberto Gil, entonces me mudé a Río de Janeiro y empecé a grabar no sólo con ellos, sino con todos: Joao Bosco, Gal Costa, María Bethania, Sergio Mendes, Marisa Monte, Calcanhotto, Paralamas, Skank y varios más”, enumera.
Semejante y variopinta experiencia le posibilitó inspiración y background de sobra para dotar de muchos colores un disco raro y experimental (Sudaka), cuyo riesgo de edición en Argentina asumió el sello Los Años Luz. Son diez tracks de música electrónica conjugada con sones folklóricos afrobahianos y sudamericanos, materializados por berimbaus, theremines, pífanos, cavaquinhos, teclados, samplers y mucha, pero mucha percusión. “Mi música resulta exótica en cualquier parte del mundo, porque no es mainstream, no es Holly-
wood. Sin embargo, cuando la gente va al show o escucha el disco, pasa algo muy raro: le gusta. Le llega incluso a gente que no tiene gran conocimiento musical ni sensibilidad especial”, describe Ramiro.
Para corroborar o no lo que anticipa, está la posibilidad de asistir a la presentación de Sudaka en Buenos Aires, mañana a las 21.30, en La Trastienda Club (Balcarce 460). El bi-bahiense vuelve a su país con un quinteto formado por Leo Leobons –ex percusionista de Tito Puente y Djavan–, Sacha Amback –tecladistay productor de Adriana Calcanhotto y Paulinho Moska– y una serie de invitados argentos afines a su propuesta: Mario Giménez, Nuria Martínez y Mariana Baraj. “Es un show multimedia, porque tiene proyecciones sincronizadas que fueron hechas especialmente para cada tema. Tocamos encima de bases electrónicas. A veces, la parte electrónica es más importante. A veces acompañamos a la computadora y a veces nos acompaña ella.” Algo deviene de escuchar el track 4, el más “argentino” del disco. Se llama Botellero, y el recitado que transita sobre las bases electrónicas remite a aquellas siesteras calles porteñas: “Botellas, metales, puertas, ventanas, tirantes, mantas, cobijas, cubrecamas... botelleroooooo”. “Me encanta la música de los pregones. Y este pregón de botellero del sur es música pura.”
–¿Cómo fue su experiencia con Gilberto Gil?
–Estuve una semana en el estudio con él y el legendario pianista Joao Donato para hacer juntos Pretinha (del CD Quanta ao vivo), que ganó el Grammy Latino de 1998. Fue increíble la experiencia, porque Gil quería hacer un tema en la onda baiana y me llamó a mí. También quería que Donato –uno de los fundadores de la bossa nova– tocara teclados al estilo baiano. Y él es un increíble pianista de 70 años, pero nunca había agarrado un teclado. Entonces me decía: “No sé qué quiere Gil, ¡yo nunca agarré un teclado en mi vida!”.
–¿Cómo lo resolvieron?
–Contrataron a un tecladista para que le muestre a Donato el teclado y para ayudarlo a elegir los mejores sonidos. Donato agarró una birome, un papel y salió tocando cada sonido. ¡Y anotaba todos! Parecía un niño con juguete nuevo. Con Gil también grabé en el último homenaje a Bob Marley.
Musotto –además de producir a Zeca Baleiro, Lucas Santtana, Adriana Maciel, George Israel y Mylene Pires– también compartió sesiones con Gil y Caetano Veloso juntos en el disco Tropicalia II. Y fue sostén de Caetano en Livro (también ganador de un Grammy) y en Orfeu disco, en el cual –dice– tuvo una participación muy especial. “Compartí el estudio con él y mucha gente en días intensos, de mucha creatividad: Jaques Morelenbaum, Arto Linsday, Heitor TP (guitarrista brasileño de Seal) y hasta Sean Lennon, que estuvo en el estudio de visita”. El puente con Argentina, en tanto, se lo tendió ese grupejo inquieto de músicos universales que conforman Fernando Samalea, María Eva Albistur y el clan La Portuaria. “Durante mucho tiempo mi contacto con músicos se limitaba a músicos de mi ciudad, Bahía Banca, pero después se amplió. A Diego Frenkel y a Sama los conocí cuando habían armado Bel Mondo y la grabadora les bancó un viaje a Río para grabar percusión y darle un toque brasilero a su música. Pensaban que yo era el puente entre ellos y los percusionistas. Pero la grabadora me contactó para hacer lo que siempre hacía: grabar todas las percusiones.”
–¿Y qué pasó entonces?
–Cuando llegaron, me preguntaron: “¿Y los percusionistas de las favelas cuándo vienen?”, y yo les respondí: “A mí no me dijeron nada, fui contratado para tocar percusión en el CD de ustedes, no sé nada de otras personas. Y la respuesta de ellos fue obvia. ¡¿Vos te pensás que vinimos hasta Río para grabar con un argento?! (risas). Obviamente nos entendimos y ya grabé dos discos más con La Portuaria.
–Su disco tiene un aura tribal y muy moderna a la vez. ¿Prevalece una sobre otra?
–No, dialogan todo el tiempo. En el disco conviven la parte indígena con la europea y la africana. Todas las variantes me gustan para sumarles mis percusiones y mis máquinas y hacer que resulte algo nuevo. Más allá de la fusión electrónica-acústica, intento probar que cosas diferentes y aparentemente incompatibles pueden coexistir en armonía. El pasado y el presente, oriente y occidente, lo ultramoderno y lo primitivo.
–¿No resulta riesgoso encarar este tipo de fusión?
–Todo arte es riesgo y este es un campo poco explorado. Generalmente, la gente que conoce de música electrónica no conoce de percusión o de ritmos afrolatinos. Y viceversa. Por eso, apunto a unir ambos mundos.