MUSICA › EL RECITAL DE PEARL JAM EN FERRO, UN EXITO DE EUFORIA QUE ASOMBRO A LOS MUSICOS
Una cita encantada con los fans
Vedder no podía creer que la audiencia cantaba hasta los solos de guitarra. La banda tocó con unas ganas que iban mucho más allá de cumplir un contrato y el público se los devoró con pasión y cánticos.
› Por Roque Casciero
Más que a un simple recital de rock, el debut porteño de Pearl Jam se pareció a una primera cita que sale bien. Desde el instante mismo en el que Eddie Vedder y sus compañeros pisaron el escenario de Ferro el viernes por la noche, se hizo evidente que esas 20 mil personas habían ido a buscar algo más que el viejo y querido grunge de parte de sus cultores más empecinados. El amor y la euforia que había en ese “Olé, olé, olé, Pearl Jam, Pearl Jam” que atronó varias veces en la noche era la prueba. Pero eso no garantizaba una respuesta similar del quinteto, que podría haberse limitado a ofrecer un show aséptico y profesional. Nada de eso, por suerte. “Recién comentamos que, en todos estos años, ustedes han sido el mejor público que tuvimos”, devolvió Vedder antes de los bises. Y no fue una frase de ocasión dicha para conquistar, porque la completó con un asombrado: “Dios mío, ¿quién más puede cantar las partes de guitarra?”.
En la edición 2005 del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires se pudo ver una película llamada Dig!, en la cual se compara la trayectoria de dos bandas surgidas en la misma escena: Dandy Warhols y Brian Jonestown Massacre. Y allí aparece la mirada ácida y desencantada de los segundos (los perdedores) hacia los primeros (exitosos). ¿A qué viene todo esto? A que, antes de que Pearl Jam y su cantera de hits se plantaran en escena, sus colegas losers de Mudhoney fueron los encargados de abrir la noche. Las dos bandas vienen de un flujo común: Mark Arm, Steve Turner (Mudhoney), Stone Gossard y Jeff Ament (Pearl Jam) fueron los integrantes de Green River, indiscutidos precursores del grunge. Sin embargo, ese movimiento que hizo temblar los parámetros de la industria discográfica cuando Nirvana desplazó del tope de los rankings a Michael Jackson, terminó teniendo como figuras máximas a tres tipos con rostro apto para poster: Kurt Cobain, Chris Cornell y Eddie Vedder. Mudhoney no calificó, pero evidentemente no hay resquemores.
De todos modos, el suicidio del líder de Nirvana y las posteriores disgregaciones de Soundgarden, Stone Temple Pilots y Alice in Chains dejaron a Pearl Jam solito y solo para hacerles frente a los embates del britpop, el hip hop, la electrónica y demás escenas que salieron a copar la parada. Encima, el quinteto emprendió una lucha quijotesca contra el monstruo Ticketmaster, de la que salió perdiendo, lo que implicó parar las giras por un buen rato. Más tarde, sufrió la muerte de nueve fans durante un concierto en el Festival de Roskilde. Y mientras todo el panorama se reacomodaba, Pearl Jam parecía destinado a seguir el camino del resto del grunge. Malas noticias para los agoreros: Pearl Jam está vivito y rockeando, y es capaz de entregar conciertos con una energía que otras bandas envidiarán secretamente.
“Nosotros deberíamos ser los que paguen para verlos a ustedes”, soltó Vedder en una de sus primeras muestras de asombro. Es que el público no paró de saltar un segundo y estalló cada vez que sonaban los primeros acordes de hits como Even Flow (con un tremendo solo del guitarrista Mike McCready), I Am Mine, Daughter (uno de esos himnos de estadio que son marca registrada de Pearl Jam), Not For You (pura potencia grunge), Given to Fly o Alive (otro himno). Como era de esperar, el momento más fuerte fue con Jeremy, una canción que está apenas unos pasos detrás del Smells like Teen Spirit de Nirvana como mojón de una generación. Y que la tocaran también fue especial, porque no siempre aparece en la lista para los conciertos. Vedder, otra vez con el pelo largo pero con una inusual barba, soltó su vozarrón a placer y cantó con los dientes entrecerrados como sólo a él le sale. Pero eso fue cuando pudo cantar: en el homenaje a sus amigos Ramones (I Believe in Miracles), se quedó viendo cómo la multitud se hacía cargo de las estrofas. “Espero que mañana vengan a vernos ustedes, los mismos que están acá hoy”, se ilusionó, un rato antes de que las luces del estadio se encendieran y Yellow Leadbetter le pusiera fin a “una noche increíblemente memorable”. El que lo dijo fue Vedder, pero 20 mil personas estuvieron de acuerdo.