Domingo, 21 de diciembre de 2008 | Hoy
MUSICA › BRAZILIAN GIRLS, UNA ATIPICA BANDA NEOYORQUINA
El cerebro musical del trío se llama Didi Gutman y es argentino. El eclecticismo musical y cierta irreverencia estilística son los signos de esta ascendente agrupación que se formó en 2002, “un momento especial de la ciudad, en el que todos estaban muy serios”.
Por Roque Casciero
Si no es fácil definir a las bandas en general, en el caso de Brazilian Girls se complica todavía más. Por ejemplo, no hay ningún brasileño en el grupo, aunque sí un argentino, y la única chica es de origen italiano. Entonces, tal vez haya que intentar por el lado de tres títulos que usaron para su último álbum. El primero es el del propio disco, NYC: fue en la Gran Manzana que Didi Gutman, ex tecladista de David Lebón y Luis Salinas, conoció a la cantante Sabina Sciubba y al baterista Aaron Johnston. El segundo título es de un tema, “Internacional”, que refleja el pluralismo cultural y de influencias del trío. Y el último, “Mano de Dios”, bueno... Basta con decir que a Gutman se lo ve con un buzo vintage de la Selección en las fotos del CD. “Algo deberá tener que ver la canción con el Diego –supone Gutman–. Salió de una improvisación, de una zapada medio ambientosa hecha con samples, y Sabina se sumó a eso. Es uno de los pocos temas que nos salieron fácil. La letra tiene que ver con que le comenté que el Diego a veces habla de sí mismo en tercera persona. Entonces, ella empezó a mezclar los sujetos, juega un poco con eso.”
Por estos días, el tecladista (y cerebro musical de la banda) reparte su tiempo entre el DF mexicano, donde vive su novia, y Nueva York, adonde piensa volver a radicarse pronto. “La ciudad todavía sigue aportándome mucho en lo artístico. Tengo una comunidad de gente y hay ciertas cosas que se producen aquí que son únicas, más allá del signo político que haya. Y la banda también es un poco producto de Nueva York, donde vive gente de nacionalidades y culturas tan diversas. Llevo como quince años en esta ciudad, supongo que es hora de que pida la residencia. Hasta ahora siempre me manejé con visas de trabajo. No es que estoy ilegal, estoy contratado... por Brazilian Girls”, se ríe.
Sciubba y Gutman fueron pareja al mismo tiempo que arrancaban con la banda y encontraban un lugar de residencia en el boliche neoyorquino Nu Blu. “De la relación conservamos lo que funcionaba –apunta el tecladista–. Por suerte lo logramos, porque tampoco es tan fácil cortar una relación y seguir viéndose. Conservamos la unión creativa, esa sociedad.” Gutman recuerda los inicios de Brazilian Girls, allá por 2002, como “un momento especial de la ciudad, en el que todos hablaban muchas mentiras con una cara muy seria. Entonces, nosotros salimos a la cancha con una mentira que es nuestro nombre, para empezar. Fue un poco de desfachatez y un espacio de bohemia que tenía que ver con lo que se estaba viviendo en la sociedad cuando empezamos con la banda, que era todo paranoia y miedo. Un momento pesado, entonces estaba bueno tener un sitio como Nu Blu, donde podíamos hacer lo que quisiéramos, teníamos una gran libertad de expresión”.
Después de un álbum debut epónimo muy bien recibido, llegaron el más hermético Talk to La Bomb y el reciente NYC, en el que recuperan esa encomiable inquietud que llena de color sus muy buenas canciones. Por eso hay tubas en una chanson en italiano sobre “Berlin” y también new wave bien up en “Losing myself”, que tiene destino de hit. “Es toda una mezcolanza –reconoce Gutman–. Bueno, se nos cruzaron los cables... Todo lo que entra sale, y escuchamos muchas cosas diferentes. También está bueno limitarse a un estilo, todos lo hemos hecho en algún momento... Pero también todos hemos cambiado de estilo. Fui punk a los 13 y al año siguiente escuchaba a Keith Jarrett. Es así, en algún momento uno se identifica con algo porque está formando su personalidad. Pero después de pasar por varias, se dio esta mezcla y nos gusta que sea así.” La carrera del trío siempre fue ascendente y llevó a los músicos a participar de festivales como Lollapalooza, Bonaroo y Coachella. “Ha ido más lejos de lo que me imaginaba. Brazilian Girls empezó siendo un gusto nuestro, para pasar bien el momento, pero está lindo lo de viajar y tocar en festivales, lo disfruto mucho”, asegura el tecladista.
–Con tanto viaje, ¿hace mucho que no viene a la Argentina?
–Estuve una semana en abril. Fue un viaje muy familiero, porque muchas veces no he sido el más comunicativo con mi familia y este viaje fue para dedicarme a ellos. Finalmente, uno crece (risas).
–Ya que lo menciona, en la canción “Madurar”, Sabina dice que “Para cantar hay que vivir”.
–Ese tema trata de que el trabajo y la carrera no son lo único en la vida. Es como un extremo.
–Precisamente, ¿para el músico el trabajo es diferente? Porque a la vez le proporciona placer y crecimiento espiritual e intelectual.
–Ajá. La ambición no es solamente hacer carrera, ganar plata, sino también realizarse, emocionarse, pasarlo bien, encontrar nuevas maneras de comunicarse.
–¿De eso se trata Brazilian Girls?
–Es un poco lo que nos gusta, ¿no? Lo que nos da alegría, lo que nos emociona.
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