Lun 09.02.2009
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MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTANTE CLAUDIA PUYó

“Me siento una sobreviviente”

Rockera entre las rockeras, acaba de sacar un disco, El Angel, donde rinde homenaje a gente que quiso mucho y que ya no está. Habla de los dolores de su vida y de sus broncas con el establishment.

› Por Cristian Vitale

Las escenas se suceden como fragmentos de una misma película: Claudia Puyó (CP) canta, piano al medio, una hermosa canción de Aretha Franklin, se desgarra. CP, al borde de los 50, toma mucha cerveza y saborea un toque de banana con dulce de leche, sólo un toque; CP, enferma si escucha un tema de Led Zeppelin. Se transporta y pega alaridos penetrantes. Está, CP, en su salsa: el estudio de su amigo Fito Páez, rodeado de una troupe de músicos y actores –La Banda del Gato– que no para de ir y venir. “Si esto fuera mío, me tendrías que sacar con una espátula... nada que ver con estar tomando mate en un departamento de dos por dos, con el calor que hace”, dice ella. Tal cual: Circo Beat, con sus colores vivos y el furioso aire acondicionado, es un oasis en medio de la ciudad caliente. Un páramo de cemento, música y luz en el que CP se mueve como pez en el agua. Ella, la de los pelos largos y ondulados, rubios, parece una jefa de tribu a quien todos responden. Una chamán carismática. Y si alguien interrumpe la nota, un shhhh largo y retorna todo al silencio. “Maten a la última romántica: yo”, es el chiste aleatorio.

O un input. Su último disco, El Angel, es precisamente un compendio de romanticismo crudo. Un vaivén de ángeles blancos y negros, caídos, que se trasladan a la gráfica. Un tributo –o algo así– a gente que ella quiso tanto y que ya no está: China, Sergio, Gustavo, el Tío Pichón, Pedro. “Es que la muerte siempre me pasó filosamente cerca, ¿sabés? Pedro –el de la canción ‘Pedro y yo’– murió de cáncer de pulmón, por eso el ángel de la muerte fuma. Escribí la letra en el micro que me trajo de Viedma, donde vivía él, tal vez pensando que no lo iba a ver más. Fue como una premonición, no sé. El me decía Plant.” CP vocea una potente versión de “Whotta Lotta of Love” que eyecta de los parlantes y su voz, aún, estremece. Es la más rockera entre las rockeras. Ahora le está componiendo un tema a un amigo de 78 años que vive en Capilla del Monte y desayuna todos los días con vodka: Jack. También, a través del sello independiente Kadorna Records, está construyendo a pulmón un mundo paralelo a la burguesía del rock. “El sello es una fantasía, viste: lo inventé yo. Estamos tratando de que la gente, aunque no tenga recursos, siga sintiendo cosas en este mundo cada vez más frío y desagradable.”

–Incluso en este período en que el rock atraviesa un momento de auge, al menos en términos de masividad.

–Es que o sos de PopArt o hacés las cosas por tu lado, para no depender de esos cretinos que te sacan el alma. Que te dicen: “Si querés tocar en este festival, me vas a dar todas tus canciones, vas a tocar a las cinco de la tarde”. Que se creen Gardel y a vos te creen un pelotudo. Si no me cerraba cuando tenía 20 años, menos me va a cerrar ahora. Lo que antes era el templo del rock and roll, ahora es un asilo de infectos donde todo se convierte en caca.

Hace 35 años que la Puyó canta rock. Empezó a los 15, junto a Claudio Tripputi y Aníbal Forcada, en Ana Gris. Después integró Trigémino, la banda sinfo-rock de Jorge Minissale y el Pollo Raffo, hippeó por el under en Brasil; grabó y cantó para Pedro y Pablo, Cantilo & Punch, Suéter, David Lebon y los Redondos en la era Gulp!, se fue con Tito Fargo, el guitarrista, a España. Formaron, ambos, Los Románticos de Artane, y en los ’90 trabajó con Kevin Ayers, Mercedes Sosa, Fito Páez, más un sinfín de nombres. Pero sólo grabó tres discos propios antes de éste: Del Oeste, La razón y la tempestad y Cuando te vi partir. “Yo no pienso tanto, por eso no hago tantas canciones. Me tiene que pasar algo para que pueda componer... por eso tengo cuatro discos miserables, no sólo porque no transo con el enemigo sino porque pienso que todo está hecho. Soy como una asesina conmigo”, despacha.

–La mayoría de sus canciones está iluminada como por una luz melancólica, hay dolor en ellas.

–No sé. Yo tuve muchas tragedias en mi vida, se me murieron dos novios, y alguna vez sentí que era como el ángel de la muerte. Igual, siempre está el trasluz. El ángel de este disco no sólo tiene que ver con la imagen de la muerte sino con la vida. De cómo sobrevivir pese a las cosas horribles. Incluso yo me siento una sobreviviente de muchas cosas. Cada uno se busca la manera de sacarse el dolor: yo, bebo (risas).

–¿La alegría es sólo brasilera?

–Totalmente.

Hace un año que CP dejó de fumar. Engordó y se ríe de sí misma: “El ángel blanco de la tapa parece una gorda tomando la comunión”. La tirada inicial del disco, cuya portada es tal cual la describe, fue de mil y la letra del track uno se remonta a la época en que cantaba “La cultura es la sonrisa” con Pedro y Pablo: 1983. “Yo escribo poesía hace muchos años, pero jamás las edito. Son cosas que nadie verá, que morirán conmigo... Pero pocas veces, como la de ‘Salvaje corazón’, me da por editarlas. Debe ser porque una vez la llevé a Capilla del Monte, y compuse una música que me parecía apropiada.”

–¿Por qué Violeta Parra?

–Alta borracha, Violeta. Cuando era chica, con Ana Gris hacíamos “Gracias a la vida” y “Volver a los 17”, pero no sabía que esas canciones eran como una especie de burla de Violeta hacia lo que realmente pasaba. Años después, Pedro vino a casa y me dijo: “Plant, escuchá esta canción que no conocés”. Era una versión onda liviana de “Maldigo del alto cielo”, cuya letra no se entendía bien. La transcribí en un cuaderno y, cuando tomé conciencia de lo que decía, dije: ‘Es para mí’. ¿Quién podía cantar algo como ‘cuánto será mi dolor’? La grabé con un cajón peruano, llorando.

–¿El enganche de “Come Together” (Beatles) con “Génesis” (Vox Dei) es producto de una zapada, no?

–Sí. Es lo que más sé hacer, porque cantar una canción siempre igual me aburre, por eso nunca voy a ser popular. La gente quiere que cantes igual, siempre, y cuando cambiás la melodía, cagaste. Bueno, a mí me gusta hacer eso. En 1977, cuando vino Joe Cocker, todos estábamos esperando el tremendo grito de Woodstock... esperar eso me aburre mucho (risas).

–“(Adónde está) la libertad”, de Pappo, es más “respetuosa”...

–Fue la primera canción que escuché de él en mi vida. Vi a Pa-ppo’s Blues y La Pesada en el Estudiantil Porteño de Ramos Mejía, cuando tenía 12 años. Tenía una hermana mayor que iba a bailar en minishort y, mientras ella se iba a la pista, yo veía shows.

–¿Alguna razón más que ese dato “romántico”?

–Es una de las canciones suyas que más me gusta, porque tiene una letra extraña: generalmente no era crítico, ni contestatario, y acá se puso así: “No es posible, es imposible, aguantar”. Qué resumen, qué fácil... un animal.

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