MUSICA › FACUNDO RAMíREZ PRESENTA SU CD NOSOTRAS, NOSOTROS
El pianista y compositor, hijo de Ariel, grabó un disco sutil y arriesgado, dividido conceptualmente en dos partes: una “Sobre la memoria” y otra “Sobre el porvenir”. Facundo deja que convivan naturalmente su formación clásica junto al sabor del folklore más “criollito”.
› Por Karina Micheletto
Es complicado ser hijo de. Sobre todo, si se sigue el mismo camino profesional que el del padre en cuestión. Lo sabe Facundo Ramírez, hijo de un compositor clave del folklore argentino, autor del tema traducido a más idiomas del cancionero (“Alfonsina y el mar”) o de la obra más conocida alrededor del mundo (Misa criolla). Ariel, claro. En qué momento se deja a un lado el traje pesado de hijo para pasar a calzarse el propio, que brilla con otras luces, es una cuestión absolutamente personal. Algunos nunca lo logran. A Facundo Ramírez, el cambio definitivo de traje probablemente le haya llegado con la edición de su último, excelente trabajo, Nosotras, nosotros. Un disco precioso, preciosista, donde suena una formación clásica junto al sabor del folklore más criollito de algunos temas, en arreglos originales, jugados. Lo presenta hoy y todos los jueves de febrero en Clásica y Moderna (Callao 892), acompañado por Fabián Leandro en guitarra y con invitadas que suman sus voces: ya estuvo la Tana Rinaldi, esta noche estará Rita Cortese y las siguientes, Suna Rocha y Celeste Carballo.
En Nosotras, nosotros (el nombre de un tema del nordestino Gerardo Azevedo) el pianista y compositor abre un repertorio donde caben versiones personalísimas de “Canción para bañar la luna”, de María Elena Walsh, “La oncena”, de Eduardo Lagos, “La amanecida”, de Lima Quintana y Arnedo Gallo, y también Drexler, Santaolalla y, por supuesto, Ariel Ramírez, además de un par de temas propios. Puede que una chacarera se vuelva desvirtuada, tensados los límites de su estructura, o que una zamba devenga en una especie de mantra al piano, como en la bella versión instrumental de “La amanecida”. El repertorio, así escogido y preparado, suena como una suerte de declaración, de carta de identidad (este soy, hoy), que Ramírez refuerza con el tema escogido para nombrar a su trabajo. “Desde que descubrí a Gerardo Azevedo supe que mi próximo disco se iba a llamar así”, cuenta. “Por la belleza de la música y la letra, y porque la poesía tiene un componente fuertemente ideológico que me define: soy un hombre consciente de que aspiro a un mundo donde se respete la diversidad, la diferencia, pero con el alerta de que no hay mucha gente que quiera ese mundo para todos, porque lo considera peligroso.”
A los fines formales, el disco es presentado con una división en dos partes: una primera “Sobre la memoria”, a la que le sigue “Sobre el porvenir”. “Están por un lado los temas que aparecieron cuando empecé a hacer música popular y los que me representan a mi viejo haciendo zambas tradicionales junto a Domingo Cura, por ejemplo”, explica el intérprete. “La segunda parte está más marcada por la complejidad de los arreglos, es quizá más críptica y más climática que la primera.” Más allá de esta división conceptual, el disco funciona como una unidad bajo la impronta compositiva de Facundo Ramírez. Además de sumar invitados (Nacha Guevara, Suna Rocha, el armoniquista Franco Luciani), excelentes músicos como el guitarrista Jorge Giuliano, el percusionista Facundo Guevara o el violinista Pablo Aznares, Ramírez se anima, esta vez, a poner su propia voz en algunos temas.
Para el final del CD, Ramírez escogió temas que definen un clima especial, con la “Vidala de la soledad”, de René Vargas Vera, la zamba de Ariel Ramírez “La última palabra”, más un fragmento del tema “De viaje”, de Sin Bandera, cantado por Nacha Guevara. “Son dos reflexiones musicales sobre la soledad y la muerte. Lo tengo a papá muy viejito y enfermo y tengo presente la idea de la muerte como una parte del ciclo natural de la vida, justamente, como parte del ‘porvenir’”, dice Ramírez. “Me animé a grabar ‘La última palabra’ de papá porque siento que soy testigo de un ciclo que se está terminado y de otro que comienza. No sólo por mi historia familiar, también a nivel generacional: siento que es un momento en que todos los referentes se están yendo, y hay que estar preparados para eso.” Además de esa herencia musical “más criollita”, esa “forma Ariel Ramírez” de la que Facundo se alegra de poder entrar y salir, lúdicamente, casi con humor, el pianista y compositor (también actor, y hasta director de una película) guarda una enseñanza de su padre: “Lo que aprendí de él, sobre todo, tiene que ver con la disciplina. El siempre me marcó de manera amorosa que no hay forma de arte posible sin disciplina y sin trabajo. Y yo se lo agradezco”.
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