MUSICA › EL CUARTETO CEDRóN EN EL CLUB ATLéTICO FERNáNDEZ FIERRO
El entrañable Tata volvió a tocar con su histórico grupo en Buenos Aires, después de tres años. Rarezas de Manzi, bellos versos de Miguel Angel Bustos y clásicos de González Tuñón le dan forma a un show intimista, en donde la poesía vuelve a enriquecer al tango.
› Por Karina Micheletto
Es el barrio del Abasto, y aquí hay huellas de muchos Abastos: el que fue alguna vez, hace mucho, cuando éstos eran los márgenes de la ciudad y había un mercado, y compadritos, y hasta Gardel matoneando con punteros de comités. El que quiso ser, del cual dan cuenta las torres menemistas de Gallo, alguna vez vendidas en pozo en tiempo record, cuando se anunciaba que el shopping iba a traer el Primer Mundo al barrio. El del shopping, imposible de sortear, salpicado por andróginos adolescentes floggers y andróginos con anteojitos del Bafici. El lumpenizado, que convive con tanta excentricidad, y sigue tirando abajo el metro cuadrado de los vecinos bien nacidos. Son muchos Abastos y aquí, por estas noches, sobre Sánchez de Bustamante se suma otro más. Parece sacado de una película de Campanella pero no, es una sorpresa de esas que todavía hace posibles Buenos Aires. “Hoy - Cuarteto Cedrón - En vivo”, da la bienvenida la pizarra de la entrada.
Basta atravesar el largo pasillo de la entrada del CAFF, o Club Atlético Fernández Fierro –un lugar que ya es, en sí mismo, una rareza oculta de la ciudad–, para entrar en otro espacio, casi otro tiempo. En algo así como un paréntesis citadino. Esto que alguna vez fue un taller mecánico tiene ahora mesitas y sillas dispuestas para escuchar al gran número de la noche: el Cuarteto Cedrón, en vivo, según se anuncia. Se vende cerveza de litro, se cobran aparte los ingredientes, todo está dispuesto en este club barrial. El cuarteto en cuestión hace tres años que no toca en la Argentina, y dos de sus integrantes han cruzado el océano para dar esta serie de conciertos ante unas decenas de personas cada noche. Cuando terminen, los espera una gira por Europa, que incluye una actuación en la célebre ópera de Varsovia, el teatro lírico más grande del continente. Pero eso será después. Ahora, el cuarteto agradece las presencias en las mesas, pide que apaguen los ventiladores gigantes modelo 1960 que refrescan pero hacen ruido y arranca con Manzi inédito.
En estos poemas prácticamente desconocidos que Cedrón musicalizó y presentó en el disco Frisón frisón, Manzi traza pinceladas de una ciudad que ya no existe, pero que todavía se puede adivinar, como algunas veces, como quizás esta noche. Una Buenos Aires pueblerina donde los cascos de los caballos hacen música en los empedrados, como “En un corralón de Barracas”. Hay otros sonidos que vuelven esta noche, transportados de ese antes sin tiempo exacto. Curtiembres, corralones, areneras, carros, tranvías. Y frisones, esos caballos de tiro que servían para las tareas pesadas y que Manzi retrató amorosamente en “Matungo”. “¿Dónde quedó la ternura del arrabal?”, pregunta Manzi través del Cuarteto Cedrón en “Barullo”.
Junto a Juan “Tata” Cedrón –compositor, director, guitarra y voz del cuarteto– está el histórico Miguel Praino, “el profesor”, a cargo de una viola que acentúa el brillo de estas poesías con cada intervención. También avanza Román Cedrón en el contrabajo, gran sostén musical del conjunto. Y está el bandoneón de Miguel López, más bien sobrevolando las melodías, nueva incorporación del grupo. Hay tiempo para el instrumental “Reloj de Retiro”, de Tarantino –“el Satie del tango”, dirá Cedrón, recordando que Tarantino, Rovira o Piazzolla eran de los que frecuentaban Gotán, aquel mítico café concert de tango que abrió en los ’60, y que le hace acordar a este lugar, también autogestionado–.
Hay más en esta noche: están los versos de Miguel Angel Bustos, poeta desaparecido (lo de desaparecido es un dato biográfico, lo de poeta se pone en juego esta noche) que acaba de musicalizar Cedrón. Las suyas son palabras bellas, tiernas, importantes. “Mamá, / lunita / suave / cálida. Ven niño. Juega... Mamá, / palomita / salto / de estrellas. Ven niño. Sueña”, canta esta noche Bustos. “A Cedrón no se le entiende lo que canta”, espeta alguien desde una mesita. La acusación se repite desde hace décadas. Y sí, Cedrón canta a lo Cedrón, más bien mascullando. Y Manzi, y González Tuñón, y ahora Bustos, están bien dichos así.
Junto a los músicos, a un costado del escenario, pero igualmente visible, descansa el piano que la Orquesta Típica Fernández Fierro, dueña de casa, solía llevar a sus intervenciones callejeras, plantándolo en plena vereda. “Infracción - Auto mal estacionado”, dice el cartel que le han pegado en alguna de esas incursiones de arte callejero. Entre los decorados de las paredes, se destaca un stencil de Pugliese en camiseta. Para los bises, llega un adelanto de Raúl González Tuñón, el repertorio que dominará las últimas presentaciones del cuarteto hoy y mañana, tituladas ¡Y dale con Tuñón!. Todavía hay tiempo para verlos. Y para revivir aquella invitación: Eche veinte centavos en la ranura, si quiere ver la vida color de rosa.
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