MUSICA › ENTREVISTA AL BATERISTA BILLY COBHAM
El panameño criado en Nueva York contribuyó a revolucionar el ambiente musical a comienzos de los ’70. Tocó con Miles Davis y la Mahavishnu Orchestra, pero no todo es pasado en su carrera. La semana próxima se presentará con su grupo en el Gran Rex.
› Por Diego Fischerman
Había tocado con Miles Davis y fue parte de la mítica primera formación de la Mahavishnu Orchestra, junto a John McLaughlin y Jan Hammer. Pero si algo puede dar una pista de hasta qué punto la figura del baterista Billy Cobham revolucionó el ambiente musical a comienzo de los ’70 bastaría con notar quiénes fueron los dos guitarristas que participaron, en 1973, de su debut discográfico solista, el ahora legendario Spectrum: John Scofield, que muy poco después se convertiría en una de las grandes estrellas de su instrumento, y Tommy Bolin, que de allí iría directamente a Deep Purple y a una muerte temprana, cuando tenía apenas 25 años.
Con un estilo explosivo y una técnica deslumbrante, Cobham, un panameño criado en Nueva York, cambió el papel de la batería en el balance de fuerzas de un grupo de jazz, o de jazz rock, como comenzaría esa nueva música de la que fue uno de los artífices principales. Treinta años después y tan activo como entonces, el baterista llegará a Buenos Aires para tocar junto a su grupo el próximo miércoles en el Teatro Gran Rex. En un show que contará como invitado al quinteto del trompetista argentino Mariano Loiácono (del que forman parte Ramiro Flores, Hernan Jacinto, Pablo Motta y Oscar Giunta), Cobham estará al frente de un grupo integrado por Jean-Marie Ecay en guitarra, Fifi Chayeb en bajo, Christophe Cravero en teclados y violín y Marco Lobo en percusión. “En los ’70 la batería se convirtió en un vehículo poderoso al cual las bandas aprendieron a seguir”, dice en una charla mantenida con Página/12 antes de comenzar la gira que lo llevará también a Brasil, Chile y Uruguay y que inaugura la temporada de este año de Contemporánea, que más adelante traerá al guitarrista Kurt Rosenwinkel, Brad Mehldau (a cinco años de su última actuación en Buenos Aires y por vez primera haciendo un concierto de piano solista), la cantante y compositora africana Angelique Kidjo, Wayne Shorter, Chano Dominguez y The Yellow Jackets con Mike Stern. “Quizá la batería no fuera vista como la fuerza dominante por parte del público –completa Cobham–, pero, en algunas circunstancias, ese elemento de liderazgo ya había aparecido y era evidente en los trabajos de músicos como Louis Bellson, Buddy Rich o Tony Williams.”
–¿Qué antecedentes reconoce en su manera de concebir el trabajo percusivo?
–Mis raíces afrolatinas tienen un papel central en mi estilo. Cada cosa que uno experimenta en la vida se refleja en la música que crea.
–Si los ’70, cuando su nombre surgió en el mundo del jazz, pueden ser vistos como una época revolucionaria, ¿cómo definiría este momento, para la música en general y para usted como músico?
–La música es el reflejo sonoro de la vida, en tiempo real. Todo aquello que la música deja traslucir, todo lo que allí se documenta, tiene que ver con su época. Tal vez la revolución no esté tan en la superficie en este momento como hace años, pero eso no quiere decir que no haya revoluciones. Y los artistas, además, siempre estamos queriendo cambiar y, por lo tanto, a la puerta de alguna revolución.
–En estos días ha reaparecido una nueva versión de “Return To Forever”. ¿Piensa que hay, en la actualidad, un renacimiento o una revalorización de ese sonido?
–Mi impresión es que se trata de algo un poco artificial, pensado más para satisfacer nuevamente a los seguidores de aquella música que por una necesidad creativa personal. Por supuesto, Chick Corea tiene todo el derecho de hacerlo y de revisitar su plataforma musical, pero no creo que vaya a tener el mismo efecto que el original.
–¿Cuáles fueron, para usted, los discos y los músicos más influyentes? Si tuviera que hacer una lista con los que más placer le da escuchar, con los que más le gustan, ¿serían los mismos?
–Hay cantidades. Y en mi caso la lista tiene que ver con los que más placer me dieron y me siguen dando. Creo que, además, se trata de discos objetivamente influyentes: A Love Supreme de John Coltrane, The New Tango de Astor Piazzolla con Gary Burton, ESP de Miles Davis, Wave de Tom Jobim, Speak Like a Child de Herbie Hancock, First Circle de Pat Metheny, el Concierto para orquesta y El Mandarín maravilloso, de Bela Bartok, El pájaro de fuego, de Igor Stravinsky, A Night In Tunisia, de Art Blakey, John Coltrane meets Johnny Hartman, Atomic Basie, de Count Basie.
–¿Nota en los músicos más jóvenes un espíritu similar al que tenían usted y sus contemporáneos en el momento en que comenzaron a tocar? Tanto si la respuesta es afirmativa como en caso contrario, ¿a qué lo atribuye?
–En realidad no recuerdo otra cosa que las ganas de tocar. Y supongo que las ganas son las mismas. Toco con gente joven y ellos tienen tantos deseos como yo de hacer música que suene nueva y sorprendente. Creo que si uno se sorprende puede hacerlo con los demás. Tal vez haya menos movimiento que hace treinta años, pero dudo que haya menos creatividad. Es posible que, simplemente, el estilo de comunicar sea otro. Hoy, mediante Internet, todos están en contacto con todos. No son necesarias las grandes concentraciones de gente ni los festivales multitudinarios.
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