Sáb 23.05.2009
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MUSICA › VICTOR HEREDIA Y LA PRESENTACION DE CIUDADANO

“Soy un obsesivo de mi trabajo”

El cantautor mostrará esta noche en el ND Ateneo las canciones de su último CD, que evidencia una vuelta de tuerca en su trayectoria. Allí, artistas como Silvio Rodríguez, Aute, Aznar y Fandermole, entre otros, musicalizaron sus poemas.

Hay un sonido nuevo en las últimas canciones que tiene para mostrar Víctor Heredia. Una vuelta musical distinta, sobre la que imprime su marca de siempre. Y hay, sobre todo, una suerte de afirmación de un rumbo artístico, que en los últimos años ya lo llevó a transitar tres novelas –la última, finalista del Premio Planeta– y un ensayo sobre música popular latinoaericana. En el ropaje musical diferencial de Ciudadano, el nuevo disco de Heredia, tuvo mucho que ver Guillermo Vadalá, director musical del trabajo. Y también laderos como Silvio Rodríguez, Luis Eduardo Aute, Pedro Aznar, Jorge Fandermole y Luis Gurevich, en quienes el cantautor confió la responsabilidad de musicalizar sus poemas. En el nuevo disco de Heredia suena un nuevo Heredia, en más de un aspecto, y hoy lo presenta en el teatro ND Ateneo (Paraguay 918).

Heredia agradece el aporte de Vadalá en su múltipole rol de director, arreglador e intérprete: “El pudo ver el repertorio con una mirada mucho más juvenil, y también más desprejuiciada”, explica. “Quizá mis músicos, por estar mucho más cercanos a mí y a mis costumbres, transitan por los mismos lugares por los que ya saben que yo me voy a sentir cómodo. Porque ya conocen una voz tremenda mía: ‘Pruebas, al circo’. Yo sé que no la debo usar, pero a veces se me escapa. Guillermo pasó por encima de todas las barreras, con una consigna, la de renovar, producir un un colchón nuevo de sonido.”

Esta vez Heredia buscó afirmarse más que nunca en lo poético, dejando parte de la responsabilidad de la musicalización de sus letras a otros grandes cantautores. Así abre el disco “Lo cierto”, con música de Silvio Rodríguez, o suenan “Mariposa de Bagdad”, musicalizada por Gurevich, la contundente “Madrecita cautiva”, con música de Fandermole, “El mendigo”, junto a Pedro Aznar, “Agua”, con música de Aute, o una composición compartida con Vadalá. Heredia tiene una certeza, y la expresa sin pudores: “De golpe uno escribe cosas que sabe que nunca va a poder musicalizar, porque no está a la altura de las circunstancias. Creo que les ha pasado a todos”.

–¿Lo sabe en el momento?

–Sí, se hace evidente que esas letras están por encima de tus capacidades musicales, y así hay poemas que se van a quedar en una carpeta. Uno sabe que podría hacer el intento, pero no va a ser el traje a medida que necesita ese poema. Y hay otros que están capacitados para hacerlo, porque tienen más vuelo, más conocimiento, una formación musical superior. Tenés que asumirlo, si querés ser serio y profesional, en un determinado momento de tu carrera tenés que aceptarlo. Cuando le mandé “Lo cierto” a Silvio y le pregunté si tenía ganas de ponerle música, a la semana me llamó entusiasmadísimo diciéndome que el poema lo había emocionado, yo no lo podía creer. Yo nunca hubiera podido poner una música semejante a ese poema.

–¿Ya no le salen letra y música juntos?

–A veces sí, y en ese caso no hay problema, son parientes, van como por un túnel común. El problema es cuando escribo primero el poema. Yo he musicalizado a otros autores y sé lo que significa ese trabajo, cómo se hace, pero no puedo hacerlo con mis propios poemas. Cuando me preocupo mucho por la letra... después me quedo seco.

–Pero en un momento bifurcó el camino artísitico y se largó a escribir literatura.

—¡Y me mandé tres novelas y un ensayo, uno atrás del otro! (Risas.) Es que cuando me dispongo a laburar, me pongo obsesivo. Por eso digo con absoluta seguridad que no hubiera sido capaz de poner una música semejante a ninguno de esos poemas. Sólo así huyeron del destino de dormir en una carpeta de poemas y se volvieron canciones.

–¿Y cómo sigue el Víctor Heredia escritor?

—¡Firme, entusiasmado! Yo sigo escribiendo, y la ilusión es darle salida a todo lo que escribí hasta ahora con un premio. Estoy presentando material a concursos, tanto de novelas como de cuentos. De otra manera me va a resultar muy difícil entrar al mundo literario y ser aceptado por la crítica.

–¿Tanto le importa el aval de un premio?

–A mí no, ¡a ellos les importa! Y yo voy a hacer lo imposible por dárselos, porque hasta ahora me dan la espalda. Los medios especializados me ignoran. Es insidiosa la historia: ¿qué, escribe también? Con Mera vida casi me gano el Premio Planeta, pero parece que no alcanzó. Recibo críticas como esta de Héctor Tizón, pero parece que tampoco alcanza.

El texto que le envió Tizón contiene un pequeño elogio. Dice, textualmente: “He terminado de leer su Rincón del diablo, y creo necesario enviarle estas líneas. Su novela me parece admirable e importante, por importante quiero decir muy por encima de las páginas presuntuosas, prescindibles para la literatura y que han sido y son posibles sólo por prestidigitaciones de un mercado pretendidamente desideologizado y ligth como quiere la moda globalizada de nuestros días. Nadar contra la corriente como usted lo hace es un deber que impone la decencia y el afán de no dejarnos ahogar por la basura”.

–Con un aval como este de Tizón, ¿igual siente que el canon es infranqueable?

–Por muy bien que escriba van a seguir considerándome un cantorcito. Porque ni siquiera te consideran un cantor popular, ésos son los que vienen de afuera. En Chile hace poco me entregaron la medalla Salvador Allende, un reconocimiento tremendo del gobierno de ese país. Acá, a nadie parece importarle demasiado una obra de años. Sé que son las reglas del juego, pero no por eso dejan de molestarme un poco...

–Siendo un obsesivo, ¿escribe muchas horas seguidas?

–Sí, la verdad, hay días que no duermo. No puedo evitarlo, no me puedo levantar de la silla. Me puse una camita al lado de la computadora para descansar de vez en cuando porque termino mareado de corregir: tengo la horrorosa –o bendita– costumbre de corregir todo antes de seguir escribiendo. Voy por la página 40, ya sé lo que tendría que escribir después, pero arranco por la primera a corregir. Cuando llego a la 40 estoy destruido. Después tengo que volver a corregir, y así...

–La canción “Demasiado” y su toma de postura (“demasiado paco en el pecho”) fue una suerte de respuesta al debate sobre la inseguridad y el endurecimiento de las penas. ¿La pensó así?

–Fue una tremenda coincidencia, sonó en el momento justo, pero yo la compuse hace dos años. Y salió justo cuando se empezó a hablar de la edad de imputabilidad y la pena de muerte. Sigo pensando lo mismo: estos chicos, antes de ser victimarios, fueron víctimas. Un chico que hoy tiene 14 años, ¿en qué momento de la economía nacional nació, cómo creció y qué mundo le espera hoy, cuando la bola mediática le muestra cómo vivimos los demás? Desde el golpe artero del que le pega sólo porque es más grande hasta la tragedia de la degradación moral familiar, ese pibe vive una tragedia cotidiana. ¿Es tan raro que tenga en la mano un revólver?

–¿Hubo un disparador puntual para esa canción?

–Fue ese chico que vimos todos atrincherado en un supermercado, asomándose para apuntar borracho. Esa imagen me disparó un tema en un disco anterior, “Los sueños que inventa el Poxi”. Y cuando esa historia siguió repetida en otros pibes me disparó “Demasiado”. Ellos viven en un mundo desde el que nos ven a nosotros, como si fuéramos la película. Y de vez en cuando quieren entrar a esa película. Para que ese pibe en lugar de tener un chumbo en la mano tenga un lápiz, hay que darle una escuela, para eso hay que darles laburo a los padres, para eso hay que ejercer el oficio verdadero de la política, preocuparse por el de abajo. Y por otra parte esta sociedad tiene que modificar sus esquemas respecto de lo que recibe y lo que debe devolver: darles a esos pibes un lápiz antes que un paco también tiene que ver con la solidaridad de todos.

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