MUSICA › EL REGRESO (Y DESPEDIDA) DE LOS OLIMAREÑOS EN EL LUNA PARK
Hubo representantes porteños, claro, pero abundaron los prototipos del uruguayo: en el escenario del Bajo, Braulio López y Pepe Guerra les dieron curso a casi cuarenta canciones que dejaron a más de uno moqueando, emocionado.
› Por Karina Micheletto
Su música es, para muchos, el testimonio de una época. Seguramente lo es también para casi todos los que el viernes pasado llenaron el Luna Park para presenciar lo que se anunció como “la despedida definitiva de Buenos Aires” de Los Olimareños. Son los que fueron a buscar canciones afectuosamente hechas de pasado, cargadas de mandatos de tiempos que hoy se miran como venturosos, aquellos días en los que se podían cantar consignas, simplemente porque significaban algo. Canciones cargadas, también, de juventud. Sería difícil acercarse a la música de Los Olimareños, a 20 años de su última separación, y a más de 45 de su formación, sin esa carga emotiva.
Las inmediaciones del Luna Park tienen todo el folklore que amerita la ocasión: gorro, bandera y vincha, incluidos algunos de los que sobraron de los shows de Montevideo, donde el dúo hizo sus primeras despedidas, el mes pasado. Volanteo de todos los espacios políticos argentinos del centro hacia la izquierda, y la estratégica esquina de Corrientes y Bouchard copada por el comando uruguayo de José “Pepe” Mujica –a quien han adherido públicamente Los Olimareños–, levantando la consigna: uruguayos, a votar. Allí se lucen las remeras de Pepe presidente y las banderas rojas del Frente Amplio, que el 28 vota en internas su candidato a presidente para las elecciones nacionales de octubre.
Entre el público, que promedia los 50, se multiplican los prototipos de uruguayo de voz gruesa y bigote tupido. Mientras avanza la fila de espectadores que parecen cargar cierta emoción contenida, hay quien se pregunta a cuántos de esos compatriotas en el exilio –-político o económico, aquí y en otros tantos lugares del mundo– habrán acompañado los discos de Los Olimareños en la valija de la partida. No sólo de uruguayos está hecho el público, desde luego, pero es seguro que son muchos los que de una forma u otra fueron acompañados por las canciones que están a punto de escuchar. En sus voces, o en las de tantos otros intérpretes: “Orejano”, por ejemplo, tiene su versión por Jorge Cafrune, o por Horacio Guarany, pero para muchos probablemente siempre suene como la cantan Braulio López y Pepe Guerra, Los Olimareños.
Se acercan las nueve y media y adentro del estadio el público empieza a soltar de a poco el aplomo que corresponde a personas maduras e integradas: “¡Fuerza Braulio!” “¡Aguante Pepe!” son los primeros gritos que se escuchan. Se apagan las luces, se enciende el griterío, se escucha el audio de una carta de Rubén Lena –el gran alimentador de canciones del dúo, junto con Víctor Lima– fechada en 1964. Suenan primero Los Olimareños históricos, que vuelven desde un audio añoso, mientras en las pantallas gira un disco simple del dúo. Suenan enseguida Los Olimareños actuales, cantando el mismo tema, “Del templao”, secundados por una banda de teclado, contrabajo, batería y percusión, a la que se sumará más tarde un trío murguero.
López y Guerra traen una batería de canciones con la potencia suficiente para haber sobrevivido al tiempo. Aquel “Cielo del ’69” al que le escribió Mario Benede-tti. Aquel grito de “es necesaria la reforma agraria”, de “El campo grande”. “Isla patrulla”, “Milonga del fusilado”, “Los dos gallos”, “De cojinillo”. Canciones, temas carnavaleros, sones y serraneras, joropos, valses, zambas y milongas, una multiplicidad de ritmos y autores (Lena y Lima, Aníbal Sampayo, el cubano Miguel Matamoros, el venezolano Néstor Zabarce, el español León Felipe) con los que el dúo supo construir un mapa musical de los ’60 y ’70.
Fueron muchos los que se pasaron todo el recital moqueando, cantando todas las letras, pegando un respingo en el asiento en los primeros acordes de cada tema, festejándolo. Las guitarras desafinadas, las voces desacomodadas, los punteos que delataban la falta de ensayo, no parecieron formar parte del fundamento del canto, y la emoción del público hizo que quedaran como detalles secundarios. Así se sucedieron treinta y ocho temas, todos éxitos recordados, en algo más de dos horas y media de show. Canciones que llegaron en el mismo orden en que fueron presentadas en las despedidas que el dúo dio en el estadio Centenario, el mes pasado, y que posiblemente continúen en otras despedidas que ya baraja la productora del dúo. En el próximo Festival de Cosquín, por caso.
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