Viernes, 26 de junio de 2009 | Hoy
MUSICA › ENTREVISTA AL FOLKLORISTA CORDOBES JUAN IÑAKI
Comenzó muy chico, a los 12 años, en épocas en que el género se sacudía con el “huracán Soledad”. Pero tras un período de silencio, el músico reorientó su carrera en un sentido muy diferente del estereotipado “folklore joven”.
Por Karina Micheletto
“Siempre di por sentado que yo iba a vivir cantando. Es una certeza que tengo desde chico, algo que siempre latió en mí”, dice con seriedad Juan Iñaki. “No importaba dónde, abajo o arriba del escenario. Pero yo de chico sabía que me iba a morir cantando.” Suenan un tanto extrañas estas palabras en boca de alguien de 22 años. Con la misma certeza dentro de él, este joven cantante cordobés ha encarado algo que ahora se anima a definir como una carrera dentro del folklore. No le fue fácil, dice: comenzó muy chico, a los 12 años, en épocas en que el folklore se sacudía con el “huracán Soledad”, y los chicos aspirantes a estrellas folk parecían brotar de las piedras. Lo de Juan Iñaki iba claramente en otra dirección, pero de algún modo aquel huracán lo rozó, como una suerte de signo de los tiempos. El resultado fue que, unos años después, el chico decidió bajarse de aquel tren que no terminaba de elegir. Seguiría cantando, como indicaba su certeza, pero a lo mejor tendría que ser sólo debajo de los escenarios. Pasaron cinco años. Pasaron estudios de composición y canto lírico, pasó también mucha terapia, cuenta Iñaki, un poco en serio y un poco en broma. Fueron cinco años de ausencia de los escenarios en los que convergieron, cuenta el cantante, una cantidad de personas, de silencios, de canciones y de afectos, que terminaron fortaleciéndolo. Finalmente maduró la idea de volver, y tomó forma un disco bellísimo, al que llamó De la raíz a la copa (un título que alude a su manera de concebir la música, pero también la vida). Ahora este disco tendrá su presentación en Buenos Aires: Será hoy a las 20.30 en el auditorio Hugo del Carril de la Uocra, en el barrio de Almagro (Rawson 42), con entrada libre y gratuita. Lo acompañarán Federico Matorra en guitarra, Mariano Fernández en piano, Fernando Bruno en percusión y Lorena Astudillo y Eduardo Spinassi como invitados.
El segundo disco de esta joven promesa cordobesa despliega un repertorio folklórico compuesto en su gran mayoría por perlitas poco conocidas y abarcativo de una gran variedad de ritmos. Hay algo que se subraya en el modo introspectivo con que Iñaki aborda cada tema, en una búsqueda a contramano de cierta moda actual del género. Su voz, dotada de un color especial, hace el resto. “Para mí, la música es algo que viene dado, no es una elección”, explica él. “Siento que la música es un modo de vida. Uno respira música desde que abre los ojos a la mañana hasta que se acuesta.”
–¿Y de dónde le viene ese modo de vida? ¿Hay una herencia familiar?
–No, de hecho en mi casa no se escuchaba mucha música cuando yo era chico, el único recuerdo musical que tengo de niño es María Elena Walsh. No crecí en un ambiente muy musical. Bueno, mi mamá canta hermoso, mi abuelo dicen que también cantaba lindo, pero mis ganas de cantar... La verdad, no sé de dónde me vienen. Pero sí sé que están desde siempre o al menos desde que yo recuerdo. Mis viejos me contaron cosas de cuando yo era muy, muy chico, y ya entonces se manifestaba el canto como un juego.
–¿Y cuándo dejó de ser un juego y empezó a ser una carrera?
–No sé si empezó como una carrera, empezó como un proyecto, digamos. A los 12, 13 años, empecé con este proyecto. Pero para mí la música siguió siendo un juego, que se transformó en algo así como en un sueño. Tuve la suerte de que mis viejos me dieran bola y me acompañaran en ese sueño. Así empecé a cantar en peñas, en festivales, llegué a firmar un contrato con EMI y grabé mi primer disco, Yo soy Juan.
–¿Y entonces?
–Ocurrió que en ese tiempo había dejado de jugar con la música. Y yo estaba en edad de jugar. Tenía 16 años, sin darme cuenta se terminó dando toda una estructura que yo no estaba disfrutando. Aproveché que se terminaba el contrato con EMI y me bajé, relajé la cabeza. Y de a poco pude empezar a jugar con la música de nuevo. El comenzar la carrera de Composición en la Universidad Nacional de Córdoba también me sirvió para abrir la cabeza.
–Se relajó...
–Bueno, en realidad lo primero fue una tensión muy grande. ¡Hubo una plata invertida en terapia! (risas). Yo estaba terminando el secundario y teniendo que tomar una decisión grande de vida, fue toda una historia reubicar la cabeza, mientras sufría por dar un paso al costado que no había imaginado. Al final, como todas las decisiones que se toman con el corazón, fue una decisión acertada. Fue un tiempo para caminar, para encontrarme con amigos, para trabajar con otros géneros también, empecé a estudiar canto lírico, pasé por el Coro Polifónico de Córdoba, pasé por una cantidad de bandas y formaciones. Así fueron aparecieron las canciones.
–¿Cómo las seleccionó?
–Básicamente lo armé en función de tres corrientes: por un lado, la música anónima, que me acompañó siempre. Por otro lado los compositores cordobeses con los que me fui encontrando en este tiempo, nuevos autores que hacen unas canciones hermosas que me movilizan a interpretarlas. Y por último algunos clásicos, pero sobre todo quería hacer hincapié en los poetas que me habían quedado afuera en el disco anterior. Ahora me toca ser productor artístico y productor ejecutivo, además de cantante, ése es todo un trabajo que yo antes no hacía. En ese sentido, se hace más complicado el terreno siendo un músico independiente. Pero quién me quita lo cantado...
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