Martes, 29 de septiembre de 2009 | Hoy
MUSICA › FESTIVAL MúSICA DEL ALMA, EN MAIPú
El encuentro creado por el cantante Cristóbal Repetto combina recitales en vivo con proyección de documentales. Ya pasaron por el pueblo bonaerense Pedro Aznar, Litto Nebbia y Fernando Cabrera, entre otros. Este fin de semana se presentó Bruno Arias.
Por Cristian Vitale
El tren para dos veces en Maipú: una en la noche profunda, y otra al mediodía, cuando la claridad brilla a pleno. La puerta de salida del vagón, en cualquiera de las circunstancias, es la de entrada a un mundo en calma. Casi quieto. De día y de noche. No hay aquí construcciones que tengan más de dos pisos en vertical. Tampoco avenidas, peatonales, ni shoppings o espacios que tiendan a la superficial sociabilidad mundana. El aire es otro, el paso de hombre, más lento; la estación es una postal inolvidable y el frío se siente un poco más que en la urbe monstruo. Es Maipú un pueblo con unos once mil habitantes –si se incluyen Las Armas y Santo Domingo–, una plaza inmensa, colorida y limpia; algunas casonas centenarias; leyendas de gauchos churrasqueros; caballos al galope, y una mirada abierta, desde cualquier ventana, a la insondable pampa húmeda. Está más cerca de Mar del Plata que de Buenos Aires –120 a 280, kilómetros más, kilómetros menos–, y casi juega de local con el mar. “Somos como una ciudad satélite de Mar del Plata –dice alguien por decir, sentado en el rincón de un bar–; un rato para acá, un rato para allá, y estás en la costa”, se ríe.
Como todos los pueblos, al menos los del corredor sur, el clima humano mezcla la calidez de buena gente –atenta, generosa– con el conservadurismo propio de las ciudades donde todos se conocen con todos. Don de gente y control social, dicho distinto. Por ahí habrá husmeado, se intuye, uno de los hijos pródigos de la localidad, Cristóbal Repetto, cuando, lejos de emigrar a las ciudades pulpo como hacen muchos jóvenes –y olvidarse–, eligió apostar al cambio, a mirar(se) hacia dentro. A sumar calidad a la calidez propia del terruño para restarle quietud. Prejuicios. “Nuestro objetivo es doble: dotar a nuestra localidad de un evento singular y potenciar su desarrollo socio-cultural”, sintetiza él, cantante de tango –como se sabe– y enorme melómano de las músicas del mundo. Junto a su compañera de la vida –también de Maipú–, Natalia Vega, Repetto craneó un ciclo que combinara recitales en vivo con proyección de documentales, soñó un nombre (Música del Alma) y lo presentó a las autoridades. Y fue aceptado. “Apostamos a conjugar tradición y modernidad, a combinar artistas consagrados con nuevos valores, como el Festival Pirineos del Sur, pero acorde con nuestras posibilidades”, dicen ambos.
Apoyado por la Municipalidad en general, y por la Subsecretaría de Cultura y Educación en particular, bajo la transpiración de dos motorcitos culturales en acción como Fabián Maya y María Amalia Otero, y apadrinado por Gustavo Santaolalla, el ciclo va por el cuarto año; y el éxito, cuando se construye a cachet bajo pero corazón grande –“a pulmón”–, es innegable: Repetto ha logrado llevar a su tierra a Liliana Vitale, Lisandro Aristimuño, Laura Ros, Cuti y Roberto, Paola Bernal, Rubén Goldín, Suma Paz, al dinamarqués Palle Windfert, Kevin Johansen, Litto Nebbia, Gabo Ferro y Fernando Cabrera, entre otros. Y ha mostrado, a través de documentales homenaje, las vidas de Víctor Jara, Oscar Alemán, Atahualpa Yupanqui, Chavela Vargas y Carlos Carabajal. Cualquier evento así, de esta envergadura –con su componente de diversidad de géneros e inquietud– hubiese concitado mayor interés mediático de no ser por las barreras geográficas. Pero pasó, y pasa. Este año, durante la IV edición, unas 1300 personas pudieron ver y escuchar, tal vez por primera vez en sus vidas, a Luna Monti y Juan Quintero; a la uruguaya Ana Prada, Pedro Aznar y Beto Caletti, entre otros.
Ahora fue el momento de Bruno Arias. El changuito volador llegó con sus duendes, huaynos y bailecitos en el Centro Cultural Leopoldo Marechal para dar un recital conmovedor. Ante las 160 sillas ocupadas, el jujeño de El Carmen, junto al “charanguito” volador (Oscar Miranda), Juanjo Bravo en batería y Ramón Córdoba en guitarra, se brindó pleno con un repertorio informal –muchas canciones inéditas– que, fácil comprobarlo, eternizó las sensibilidades colectivas. Ante un clima intimista –súper respetuoso, además–, Arias trasladó a los campos del sur cercano la historia de la coplera, pastora y bailarina de su tierra –“Marianita”–; contó, a través de una hermosa canción, la infancia del poeta de la puna Domingo Zerpa; revisitó la bella “Guanuqueando”, de Ricardo Vilca, sostenido en las finas sutilezas del charango de Miranda; se paseó por el clásico bailecito “Viva Jujuy”; logró un larguísimo aplauso tras “Zamba de los mineros” –que supo cantar con Mercedes Sosa en el ciclo Folkloristas– y otro, cerrado además de largo, cuando tocó una médula central en medio de un inconsciente colectivo que sabe de indios y fuertes, de matanzas y conquistas: “Coya en la ciudad”. “Dedicado al malón de la paz de 1947, este tema es en contrafestejo del 12 de Octubre”, dijo el compositor, ante el momento cenit de la noche.
Música del Alma sigue en octubre. El 10 con la cubana Yusa; el 17 con los uruguayos Edú Lombardo y Pablo “Pinocho” Routín; y el 31 –última fecha hasta el año que viene– con Javier Malosetti y Rubén Rada –juntos– en el Teatro de la Sociedad Italiana, cuyas 500 localidades –según los organizadores– volarán desde el vamos. Un puñado de soñadores, al cabo, pudo lo que nadie cuando lo que se busca es el negocio con la excusa del arte: enriquecer un imaginario a veces invadido por el “deber escuchar” que proponen los canales masivos, sin la necesidad de “ir hacia” sino con la de “quedarse en”. No es poco. Es mucho más que mucho. “Hubo un antes y un después de Música del Alma”, lanza Repetto, y ríe, satisfecho. Está proyectando La Matinée, un documental sobre murgueros veteranos del Uruguay, mientras en el pueblo cae la noche. Y nadie espera el último tren.
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