Lun 05.10.2009
espectaculos

MUSICA › DANCING MOOD FESTEJó EN PALERMO HOLLYWOOD SU SHOW Nº 100

El ska tomó la calle por asalto

La banda montó el escenario en Fitz Roy y Cabrera, a metros de Niceto, el local que se convirtió en su base de operaciones. Quince mil personas disfrutaron de un show que contó con la presencia de numerosos invitados, desde Vicentico hasta Pablo Lescano.

› Por Juan Ignacio Provéndola

De un lado, una banda de ska instrumental acompañada por una orquesta de 41 músicos. Del otro, 15 mil personas entregadas a los placeres de la música. En la calle, y gratis. ¿Desde cuándo está bueno Buenos Aires? Desde hace cien shows, cuando Dancing Mood tomó Niceto Club (allá, en julio de 2001) como base de operaciones hasta llegar a una sorprendente centena que celebró la noche del sábado pasado en pleno corazón de Palermo Hollywood. El escenario se montó en Fitz Roy y José Cabrera, a pocos metros del local que los convirtió en un verdadero gusto sibarita de la noche porteña a fuerza de ciclos que pasaron por todos los días de la semana (últimamente, los jueves). En fiel procesión, la concurrencia comenzó ocupando desde temprano las cuatro cuadras adyacentes que se cortaron especialmente para esta auténtica gala sin proclamas forzadas ni banderas remanidas. Es que la banda tiene un solo argumento y está ahí, a la vista, cuando logra expresarse prescindiendo, justamente, de las palabras: la música es predicante y predicada.

Si hasta ellos mismos reconocen cumplir una función didáctica con un público que descubrió a John Coltrane, Toots & The Maytals, Count Basie o Earth, Wind and Fire gracias a sus versiones en clave ska aunque bajo un elástico etcétera que admite reggae, rocksteady, soul y jazz, entre tantos condimentos sonoros. Esa misma gente que alguna vez aplaudió a Skay Beilinson esta vez reconoció a un inspiradísimo Pablo Lescano. El líder de Damas Gratis (que alguna vez se tuteó con Los Fabulosos Cadillacs y Fidel Nadal) entregó una de las postales más sublimes de la noche con un incendiario solo de keytar –ese híbrido de guitarra y órgano tan característico en la cumbia– para “Confucious” de The Skatalites, minutos después de tocar como telonero junto a su banda de cumbia villera.

El mensaje parece ser que nada podrá desunir lo que la música logre unir. Y como en su momento hicieron su aporte Diego Arnedo, de Divididos, o Doreen Shaffer, de los propios Skatalites, ahora Vicentico de repente le pone su voz a una versión de “Have you ever seen the rain?”, de Creedence, y, más adelante, la anglonigeriana Pauline Black se despachará con canciones de Dresmond Dekker, Jimmy Cliff y, por supuesto, su banda, The Selecter, verdadera pionera del ska europeo. El ex Todos Tus Muertos Pablo Molina, Pety de Riddim y la recurrida e innegable Débora Dixon (quien se movió a sus anchas en “I’ll be there”, de The Jackson Five, asistida por un quinteto gospel) cerraron la ecléctica lista de invitados. La inspiración y la sensibilidad borran las fronteras tribales a las que está sometida la música en Argentina demostrando que, a veces, las diferencias se diluyen dando un paso hacia la misma dirección.

La gente aprueba estas decisiones mientras resuelve la falta de letras para cantar apropiándose de las líneas de saxo o trompeta con sus propios coros. Y no es que se trate de un escapismo a la realidad. Todo lo contrario. Es, en verdad, un viaje por la música a través de canciones que rendirían de fondo en cualquier restó, pero que acá funcionó en un estado de actividad que incluye una multitudinaria marcha humana en “Take the ‘A’ train”, de Duke Ellington (¡el tren más largo del mundo!). Si hasta hicieron “Police woman” de sus admirados Skatalites algo así como el “Jijiji” del ska instrumental criollo.

A simple vista, Hugo Lobo parece más un hincha fanático de Atlanta que un eximio trompetista. Sin embargo, es ambas cosas y, además, el combustible espiritual de Dancing Mood. Recluta voluntades, propone canciones, ajusta arreglos y escribe las más de mil partituras que ejecuta esta denominada versión Deluxe que involucró a los catorce integrantes de la banda más 41 músicos de la orquesta adicional con la que ya se habían presentado en el Teatro Opera y en el Luna Park. La clave de la propuesta, de todos modos, no sabe de personalismos y reposa en la convivencia armónica y alegre de instrumentos de viento, cuerda o percusión que intercambian permanentemente roles de protagonismo y de acompañamiento. Por donde se mire, habrá atriles con hojas pentagramadas llenas de notas y figuras. Muchos improvisan, aunque nadie es un improvisado. Definitivamente, no hace falta oler a naftalina para tocar música de conservatorio y ganarse el clamor popular en un clima festivo absolutamente envidiable (¿o, acaso, cuántos artistas locales serían capaces de reunir quince mil personas sobre la calle en completa calma?).

El mundillo de la música local desnudó todas sus hipocresías tras Cromañón, viendo tristemente cómo muchos artistas borraban con el codo lo que pregonaban en el pasado. Ellos siguen su camino de manera silenciosa bajo la militante independencia con la que producen sus shows y editan sus discos administrando los dividendos como una auténtica cooperativa, que reconoce por igual a todos los involucrados sin distinciones a la hora de los premios. Una postura al servicio de la música, demostrando que se puede decir mucho sin tener que explicar tanto más que lo que brama cada instrumento.

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