MUSICA › EL FRANCéS JERóNIMO SAER ACTúA ESTA NOCHE EN LA TRASTIENDA
El hijo del recordado escritor Juan José Saer mostrará aquí su cóctel de hip hop, electro funk y sonidos urbanos “reales”. “Hay muchos a los que les gusta limpiar, a mí me gusta ensuciar”, sostiene el músico.
La ciudad es una orquesta sinfónica que interpreta su opus eterno frente a un auditorio semivacío. Los pocos que asoman sus oídos por las ventanas escuchan la hojarasca de los árboles, el tumulto de los bares y las grietas en el asfalto. La ciudad canta enojada y sube el volumen de su melodía a límites insalubres en los carnavales y en el peso de los ferrocarriles. Y Jerónimo Saer, primogénito francés del recordado escritor argentino Juan José Saer, le pone el hombro a la canción como un enamorado y recorre los pasillos registrando en su grabador los sonidos de la urbe para luego volcarlos en su música. Así tuvo origen su primer álbum solista, Machine Gum, editado por Los Años Luz en 2006 en Argentina y, el año pasado, por Stereo Fiction en Francia: en el caso de la edición vernácula, veintiuna canciones instrumentales que mezclan la métrica del hip hop de Department E, Foxaphonx y La Rime Team con una fuerte dosis de electro funk y la “suciedad” de los ambientes y voces urbanas, y algunas de las cuales conforman el repertorio que Saer interpretará hoy a las 21 en La Trastienda (Balcarce 460), junto al bajista Javier Malosetti y la agrupación tecno folklórica Tremor, como parte de una gira organizada por la Alianza Francesa que el domingo lo llevará a Mendoza, luego a Córdoba y Rosario hasta culminar en Montevideo.
“En el show estoy con máquinas porque no soy instrumentista, aunque les tengo mucho respeto a los instrumentos. No obstante, cada vez me permito tocar más ‘cositas’ con las que hago pequeñas intervenciones, como el ukelele, las panderetas y latas de pintura. Es una mezcla de instrumentos analógicos y tecnológicos”, define el músico de 39 años en la charla con Página/12. Y tras recordar el recital que brindó hace dos años en Niceto, explica el concepto del tour: “Básicamente, consiste en establecer un puente que posibilite el intercambio con músicos de aquí, no sólo de la electrónica, sino de diferentes horizontes artísticos”. Además de las canciones de su álbum debut, el público lo escuchará cantar algunos raps inéditos, “aunque sea un poco peligroso”. “Vengo del hip hop, lo toqué durante diez años y fue lo que me llevó después a hundirme en la música misma. En ese momento, dejé los textos de lado, pero después de un tiempo volví a escribir”, cuenta en un español afrancesado.
Imposible no preguntarse qué temáticas abarca en sus líricas el hijo de uno de los exponentes más sobresalientes de la literatura argentina del siglo XX. Y, de movida, le da letra al género: “Como en la mayoría de los grandes exponentes del hip hop, existe una dimensión crítica en mis textos. Y la verdad que Nicolas Sarkozy me da mucho trabajo. Ya me estoy cansando de escribir sobre él, pero el tipo cada día tiene una nueva idea y me brinda mucha inspiración”, asegura, risueño. Además del compromiso político-social, para Jerónimo es necesario que el hip hop sea configurador de un espacio de relax y asegura que es tan importante elaborar textos de denuncia como otros más festivos. De hecho, este último es uno de los aspectos que el francés incorpora en sus presentaciones en vivo. “Siempre fue importante para mí pensar los conciertos electrónicos. Si quiero, vengo con la compu y basta, pero me parece aburrido. Entonces, hago un poco de circo también, me hago el tonto para que sea un show gracioso”, ofrece este rapero sin grills.
En Machine Gum, los ambientes de la ciudad se funden con beats y sonidos de videojuegos y cada tanto una voz escandaliza la linealidad: “Llegó la novedad, llegó la novedad”, vende una mujer en “¿Quién habla?” mientras el enano dentro del parlante comienza a puñetear el paño y se intercalan voces de tubo de ensayo en francés y español. “¡Para todos los europeos: no somos el Tercer Mundo, loco!”, exclama una tonada porteña claramente indignada. Ya “Contact”, que en la edición francesa abre el LP, se contonea entre coritos gospel y silbatinas allà Moby, los bajos acolchonados estilo Massive Attack y unas punzantes intervenciones de guitarra que evocan a John Frusciante. Queda claro que la experimentación de Jerónimo devino en un bricollage apenas deconstruible, a pesar de cualquier referencia folklórica o africana que el artista cite. Valga aclarar, no obstante, que algunos sonidos utilizados en el empaste no son “reales”, sino que fueron producidos por el compositor. No es el caso –como podría pensarse– de los exquisitos gemidos orgásmicos de ¿una? mujer en los tracks finales, según delata el rubor y la risa del músico. “Hay muchos a los que les gusta limpiar, a mí me gusta ensuciar”, afirma, como si fuera un niño cochino y malcriado. “Quiero que en mis canciones haya sonidos reales y un ambiente que dé la impresión de vida. En la realidad no todo es puro y perfecto y no quiero que mi música sea así. No busco inventar algo, sino que cuando el trabajo esté terminado tenga un sello personal”, afirma.
Nacido en 1970 en París, Jerónimo dio sus primeros pasos en el hip hop cuando terminaba el bachillerato, primero pintando grafitis y luego en Department E, banda que nació a mediados de los ’80 y es considerada una de las primeras agrupaciones hip hop live del mundo. “Eramos quince sobre el escenario: raperos, DJ, percusionistas, woman beatbox, bajo, guitarras, teclado y bailadores”, detalla. La banda parisina nació en la primera de las dos oleadas –la primera a mediados de los ’80, la segunda en los ’90– que terminaron por convertir al género en uno de los más producidos y consumidos en Francia. “Allá agarró enseguida y fue considerado como el segundo mejor del mundo, detrás del norteamericano. Porque lo cierto es que el francés no es mejor que el americano, pero a veces surge ese debate porque en Estados Unidos se van un poco a la mierda con tantos grupos comerciales”, opina. Y también le echa el ojo al mercado argentino y afirma que aquí el hip hop “está surgiendo cada vez más”, aunque admite desconocer a fondo la cuestión y tener un poco de miedo por ello. “Tengo un solo tema en español y muchos en francés, y me digo que, como es rap, los voy a cansar en dos minutos. Pero, por otro lado, la última vez les gustó, porque mi sonido es muy mezclado y tiene muchos sonidos latinos”, salva.
El romántico regreso a las raíces, según cuenta, no siempre le sentó bien. “Cuando era más joven decía que no me importaba, que era una estupidez. Siempre quise conocer Argentina, pero no lo pensaba como una deuda pendiente.” Pero la primera visita como “adulto” lo recibió con un “chachetazo” que no había experimentado antes, en sus visitas durante el menemato. “Fue muy fuerte”, dice y aprieta los ojos. Inmediatamente, repite el gesto al referirse a la relación que tenía con su padre, fallecido de un cáncer de pulmón hace cuatro años. “El hip hop no era su música predilecta, pero siempre me comprendió. Empezó a dudar cuando sospechó que el rap no iba a durar tanto tiempo”, ríe. Sin embargo, padre e hijo sostuvieron siempre una relación “buena onda”, tanto que Jerónimo se permitía compartir sus letras con Juan José. “El las leía y decía: ‘Oui, oui, muy bien’ (hace la mímica del padre con gesto contrariado). Una vez, incluso, empecé a escribir un cuento y se lo hice leer. Dos o tres meses después lo leí de nuevo y me dije: ‘¡Qué es esta mierda!’. Había caminado mal en su terreno y, sin embargo, él lo aprobó.” Por esa tolerancia y comprensión, en el librito de Machine Gum, apartado del resto de los agradecimientos, figura un solemne: “A mi padre”.
Informe: Facundo Gari.
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