MUSICA › NICOLAS GUERSCHBERG PRESENTA ENCUENTRO, SU SEGUNDO DISCO INSTRUMENTAL
El pianista grabó con la base de su propio grupo Escalandrum, con la que tocará esta noche en Café Vinilo. Hizo una versión de diez minutos de “Los dinosaurios”, de Charly García, aunque aclara que ni siquiera de adolescente abordó el rock.
› Por Cristian Vitale
Es difícil pronunciar su apellido, pero no tanto descubrir –como principio del placer con foco en el oído– los sutiles secretos de su piano... Valga la analogía futbolera: Nicolás Guerschberg tiene las teclas atadas. Y juega con ellas, siempre. De chico, cuando encantado por la magia de Stravinsky se formó en los insobornables muros de la Academia. O de joven, cuando, sacudido por la libertad del jazz, abrazó un mundo aéreo que lo aterrizó en plataformas diversas. Tocó para (con) Amelita Baltar y Manolo Juárez; con (para) Raúl Lavié y José Angel Trelles. Admiró a Horacio Salgán y a Keith Jarret, y se zambulló entero, con la mezcla como impulso, en una de las agrupaciones más significativas del jazz & pop de la época: Escalandrum. “Lo único que nunca trabajé fue el rock, ni siquiera de adolescente. Pasé directo de la clásica al jazz. ¿Me habré salteado una etapa?”, se pregunta, con cierta ironía al paso. Una de las maneras posibles de entrarle al flamante Encuentro, entonces, huele a sana revancha: Guerschberg, también fana de Charly García, manoteó de su inconsciente “Los dinosaurios” y, sin ponerle mucha salsa propia, la transformó en una de las más bellas piezas del disco, el segundo de su producción solista. “Es Charly, pero podría haber sido Spinetta, o de cualquiera de los capos de acá... El rock siempre estuvo en mí”, vuelve. “¿Por qué ‘Los dinosaurios’? No lo sé bien, me salió naturalmente.”
–Pero con giros: es instrumental y dura 10 minutos, el tema más largo del disco.
–Sí, sumé cosas que me permitieron jugar, pero siempre quise que el tema esté claro, que no desaparezca. Si bien hay un desarrollo en la improvisación y en la forma, el tema está siempre presente. Me pareció que la melodía de la canción tiene tanto peso propio que, más allá de su duración, no paga correrla de su esencia.
Guerschberg, que presentará su obra hoy a las 21.30 en Café Vinilo (Gorriti 3780), junto a Daniel “Pipi” Piazzolla en batería y Juan Pablo Navarro en contrabajo –la base de Escalandrum–, lógicamente tiene otras maneras de abordar Encuentro. Empieza por el nombre: “La palabra empezó a sonarme en la cabeza por algo no menor, que es la idea de tocar con amigos. Soy de los que piensa que hacer música tiene que ver con afinidades que no sólo pasan por una estética dada. Hay una manera de encarar la música, un swing humano, que va más allá”. Sigue por diferenciarlo de Solo piano, su disco debut: “Más allá de los cinco años que pasaron entre uno y otro, la diferencia es que aquel lo hice por encargo y éste, por necesidad personal”. Y desemboca en una razón que gambetea, desde otro lugar, lo estrictamente musical, porque ese apellido difícil tiene un difuso origen ruso-alemán, pero también corren por su sangre gotas gallegas e italianas. “Mi mamá se llama Franchesquini... Que mezcla, ¿no? Soy un cosmopolita.”
–¿En qué punto influye esa mezcla en su música? ¿También es parte del “encuentro”?
–No creo que tenga que ver con cuestiones de nacionalidad, y mucho menos religiosas, pero sí culturales. Tengo una orientación europea que ya es agitada de por sí, pero además soy un profundo admirador de lo nativo, lo folklórico. Y creo que en el jazz encontré la posibilidad de encarar desde allí cualquier tipo de música. De sacarla de los rótulos. El jazz es un disparador hacia la libertad, no tiene fronteras.
–¿Por qué grabó como trío? ¿Sólo por la encendida defensa que hace del formato, argumentando que es un triángulo perfecto?
–Es que el formato tiene una comunicación, una condición de triángulo muy especial. No se forman las duplas rítmicas de los melodistas con los armónicos, como ocurre de cuarteto para arriba, sino que se está en contacto permanente con el otro. En un trío están todos expuestos en la misma proporción. Eso me puede desde siempre. De hecho, mi primer grupo fue un trío de jazz.
–¿La razón para no incluir voces también tuvo que ver con el formato?
–Fue por el formato, claro. No descarto la posibilidad de hacer cosas con cantantes, de hecho he trabajado con muchos, pero desde lo instrumental uno tiene otro modo de expresarse. Es un ámbito distinto, porque el músico no está acompañando sino cantando con su instrumento.
–Pero si se le aparece Gardel en el estudio y le dice “yo te canto ‘Cuando tú no estás’”, ¿cambia de idea?
–Me muero (risas). Más allá del mito, soy un gran admirador de Gardel. Es un fuera de serie. No se puede creer que el tipo haya logrado, en tan poco tiempo, dejar una obra como la que dejó. Elegir un tema de él fue una elección ineludible.
Las únicas versiones que escogió el pianista conviven en armonía con seis piezas de pluma propia: “XXI”, “Desiderata”, “Nela”, “Encuentro”, “Nocturno” y “La base está”. ¿La base está? “Soy fana de San Lorenzo y la primera vez que lo vi campeón fue con el Bambino Veira”, se ríe Guerschberg. “Pero, más allá de eso, le puse así porque el tema hace referencia a la base de Escalandrum... Jugando entre la muletilla del Bambino y esto, bueno, me pareció que daba. En la música instrumental a veces uno pone títulos serios y otras veces juega, ¿no?”
–En “Nocturno” no parece estar jugando...
–Es un tema que toco desde hace mucho, pero lo grabé en una versión completamente distinta. Me gusta tomar un tema y abordarlo de muchas maneras distintas. Y es cierto: la melodía me suena a noche, me hace sentir en un ámbito cerrado y oscuro. Melancólico y solitario. Aunque pienso que en la música instrumental los títulos de los temas pueden disparar múltiples sensaciones, generar películas personales.
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