Pobres de aquellos estadounidenses que se hayan comprado una reproductora de DVD de última generación. E inocentes aquellos que, ajenos a la microcrisis del formato, en el marco de la macrocrisis financiera, planeen adquirirla. El otrora titánico mercado del DVD colisionó contra un iceberg en 2005 y, a pesar del flotador que fue la gran recaudación que amasó Universal en 2007 y 2008, parece tener destino en el fondo del mar. No sólo los números rojos lo afirman: Disney, Paramount, Metro Goldwyn-Mayer y Universal han reemplazado en los últimos meses a sus máximos ejecutivos en busca de respuestas a un clima de incertidumbre que poco tiene que ver con premios o alfombras rojas. Según Digital Entertainment Group, durante el primer semestre del año las ventas de DVD en EE.UU. cayeron un 13,5 por ciento, un declive significativo sobre todo si se tiene en cuenta que entre el 40 y el 70 por ciento de los ingresos de un film tiene origen en la venta de DVD, que permite en muchos casos maquillar los números de un fiasco o incluso volverlo rentable a largo plazo. ¿Qué habría atentado contra este colchón mercantil para los estudios cinematográficos? La intuición y la cifras indican que los cambios de hábitos de los espectadores, impulsados por las nuevas tecnologías, y la situación económica global, han terminado por desinflarlo. Las compras de DVD están dejando su lugar a los alquileres y adquisiciones digital de películas, un sistema mucho más barato para los usuarios y por el que las compañías obtienen alrededor de la mitad del beneficio que les depara la venta de un disco compacto. No obstante, como sucede con los directores técnicos en el fútbol, las empresas (sus juntas de accionistas) han optado por culpabilizar a sus máximos ejecutivos y reemplazarlos por caras nuevas que, a juicio del ex presidente de Fox Filmed Entertainment Bill Mechanic, serán insuficientes para sacar a la industria del atolladero en el que se encuentra.