Lunes, 12 de octubre de 2009 | Hoy
MUSICA › LAURA ROS ANTE LA EDICIóN DE SU SEGUNDO DISCO, BURI
La cantante, hija de Tarragó Ros, prefiere no trazar líneas divisorias de estilos, del mismo modo que, aunque reconoce que “la incomodidad emocional es un buen momento para componer”, muchas de las canciones de este disco nacieron de la alegría.
Por Cristian Vitale
Gurí, en correntino tierno, significa niño o niña. Así le dicen algunos a Laura Ros. Primer error: no por ser heredera del linaje Tarragó Ros, prodigioso apellido de Curuzú Cuatiá, tendría que caberle el apodo. El suyo es Buri –sin acento– y alude, por el contrario, a una molestia de arisca que, de gurisa, colapsaba la paciencia de sus tatas. “Lloraba todo el tiempo, de insoportable... y como emitía un sonido onda buiiiiiiiii, mi viejo me terminó poniendo Buri”, evoca ella, con una sonrisa amplia como el ancho de su cara. Tampoco creer –segundo error– que por ser hija del creador de “María va” o nieta del rey del chamamé (Tarragó padre) ella tenía que salir folklórica. Canta, sí, y compone. También corre por sus venas cierta aura del pago, pero Laura es ella, al cabo, y lleva consigo otras mochilas. “Algo típico de mi generación, ¿no? Algunos venimos del folklore, otros van hacia él, pero es difícil abstraerse de la mezcla... una hace lo que escucha. Reconstruye sobre lo que aprende. En mi caso, me marcan tanto el rock argentino clásico como el folklore, aunque muchas canciones, si las raspás, te dan una vidala”, define.
–¿Su padre resiste, propone o acepta?
–Bueno, al principio le costó. Me quería más folklórica (risas). La verdad es que lo entiendo y me da ternura que me quiera meter bajo su vara, pero al final pasó lo que pasa cuando una elige un camino: aceptó mi independencia. Igual, para mantener la familia unida es mejor separar lo laboral... de hecho, recién le mostré el disco cuando estaba grabado. No quería interferencias.
Laura empezó a esquivar la ansiedad hereditaria de Tarragó con Del aire, su disco debut. Fue, aquél, un sobrio intento de incorporar colores electrónicos y acústicos a sus raíces. Buri, así se llama el flamante álbum, abrió el sendero en la misma dirección. Es más, la profundizó a través de doce prolijas y hondas canciones, que entrecruzan influencias, géneros y miradas. Todo en forma sutil y bajo su propia producción. “Es como la búsqueda de una nueva identidad. La verdad es que cuando compongo lo hago desde el folklore. Me salen gatos a patadas”, se ríe. “Pero al interpretar, me voy para otro lado. No me siento cómoda cantando en género... por ahí sí participando con algo hecho por alguien, pero no para mí.”
–Con Peteco Carabajal, por ejemplo, compartió una gira con él cuando festejó sus 30 años con la música...
–Sí, y cuando presentó Aldeas en el Luna Park nos puso a su hermana Graciela y a mí para cantar cuatro temas cada una... temas míos, con la banda de él. Se aprende mucho de Peteco, porque nunca se queda quieto. No pierde el contacto con su esencia. Está todo el día tocando la guitarra... no hace otra cosa, salvo cuando pinta. Te das cuenta lo apasionado que es, es muy conmovedor. ¡Yo quiero ser como Peteco!
La Ros tiene 29 años y una remera de Jonnhy Cash haciéndole fuck you a quien se atreva a mirarlo. Es alta, rubia lacia y de ojos oscuros. Las canciones de Buri –que presentará el 21 de octubre en el Tasso– son casi todas de su pluma, en letra y música, pero otra vez se le atrevió a Charly García. En Del aire había sido con “El karma de vivir al sur”, y ahora con una de las más bellas canciones de Seru Giran, “Cinema Verité”. “El gran desafío fue aggiornarlo, ¿quién lo haría mejor que él, no?”, congela la mirada, se relame un poco, y sigue. “Entonces, grabé las guitarras acústicas, como las tocaba en casa, y llamé a un cellista amigo, el holandés Lionel Zibiat, que me hizo el arreglo para el cuarteto de cuerdas, un arreglito más salpicado que redondo”.
–“Una piedra rompe mi ventana / sé que llegás.” Qué imagen contundente para abrir el disco...
–(Risas) ¿Le parece? Ese tema –“Mi caja”– es de los míos, y nació como una baguala... bien ritual y desnudo, pero después lo revestí con una música que me es más familiar para cantar. La imagen alude a una forma impulsiva y ruidosa de entrar en la vida de alguien. La verdad es que le hablo un poco a otro, pero también a mí. Me autohablo.
–Por lo menos ya no necesita llorar para estar mejor: ahora canta.
–No crea... sigo llorando, pero tengo más filtros. Igual no lloraba de melancólica sino de molesta. No sé cómo me aguantaban.
–¿Las canciones nacen de la angustia?
–En general, los de incomodidad emocional son los momentos más propicios para componer. Una noche mala, una compulsión, pero en este caso pasó algo muy loco: muchas canciones nacieron en momentos opuestos. “Doy” o “Me levanto” (“Me levanto y comenzar no me cuesta”) expresan un momento de alegría. Igual, cuando escribo no sé bien lo que estoy escribiendo, me doy cuenta recién cuando lo leo, o escucho las melodías. Leo y digo: “Ahhhhh, mirá, tal cosa me pegó mal, o bien”.
Otra vía: el otro abuelo de Laura fue Ken Hamilton, un pianista de jazz que sufrió el exilio por comunista. De ahí también bebió. “Era un gruñón divino... un comunista acérrimo, que las padeció por ser leal a sus principios. Estuvo muchos años exiliado, tanto que mi madre lo conoció de grande. Cuando descubrió que yo cantaba, me acompañaba con el piano y estaba orgulloso de mí. Teníamos un feeling enorme... ha sido un viejo hermoso, muchas de las cosas que soy provienen de él.”
–¿Y usted es comunista?
–Bueno, me parece un poco atemporal (risas). Pero siempre estoy más a la izquierda... en la familia seguimos todos la misma línea...
–¿Y su padre? Generó un gran lío cuando apoyó explícitamente a los sectores del campo opuestos a la 125, e incluso quiso subir al hermano de De Angeli al escenario de Cosquín, cuando no estaba pautado...
–Trato de no hablar de esas cosas con él. Lo respeto porque cuando piensa algo, lo dice y no le importa quedar mal. Además, ideológicamente, en lo profundo, es igual, pero en las cenas tratamos de evitar la política para terminar en paz (risas).
–¿Se pelean?
–Bueno, él es muy culto y no puedo discutir. Dialécticamente me gana, y entonces la dejo ahí... tiene sus motivos para pensar como piensa porque no es ningún boludo. Pero en este punto no estoy de acuerdo con él.
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