MUSICA › TERESA PARODI, ENTRE SU NUEVO DISCO Y LA GESTIóN CULTURAL
En Corazón de pájaro recorre un abanico de autores que va de Atahualpa Yupanqui a Jorge Fandermole, pasando por María Elena Walsh y Jorge Drexler. “Necesitaba hacer un disco para cantar”, dice la folklorista, que es también directora artística del ECuNHi.
› Por Karina Micheletto
Teresa Parodi se largó a cantar. No es que sea un gesto nuevo en ella, claro, pero esta vez es la intérprete la que brilla, por sobre la compositora. Brilla Parodi, de un modo despojado, íntimo, con un decir profundo. Así se la escucha en su nuevo disco, Corazón de pájaro, donde junto a sus temas recorre un abanico de autores que va de Atahualpa Yupanqui a Jorge Fandermole, de María Elena Walsh a Jorge Drexler y Armando Tejada Gómez. El énfasis aquí está puesto en el decir, en lo que se dice –a las poesías propias, Parodi suma preciosas postales humanas y geográficas, certeramente escogidas– y también en los silencios, que aparecen como parte fundante de este trabajo. Una bisagra largamente buscada, y necesitada, dice esta correntina que ha sabido definir su estatura como compositora en tantos temas que hoy son clásicos del cancionero.
Parodi recibe a Página/12 en la sede del Espacio Cultural Nuestros Hijos, de la Fundación Madres de Plaza de Mayo. La cantautora dirige este espacio en el que se impone el asombro ante la revolución puesta en acto: aquí, hasta hace poco, funcionaron la ESMA y su horror. Ahora, se han abierto las puertas para el arte. No se borraron las huellas del pasado, ni hay voluntad museística en la forma en que se lo abordó. Eso es, quizá, lo que más impacta al recorrer el gigantesco predio de Avenida del Libertador. Pronto la correntina revela el secreto para manejar tiempos y energías entre la artista y la gestora cultural: “Es simple: mezclo todo”, explica con una sonrisa. “Ya me ve: estoy hablando de mi música y al mismo tiempo le muestro el ECuNHi, sencillamente porque soy todo eso junto”, razona.
Pero la charla impone el tema, y Parodi vuelve al disco, al bello Corazón de pájaro, que ya tiene fecha de presentación en Buenos Aires, los próximos 27 y 28 de noviembre, en el teatro Metropolitan. “Hacía mucho tiempo que venía pensando y pensando en este trabajo, tenía que cambiar la formación, buscar otros sonidos, otros instrumentos y timbres, y otros silencios también. Porque quería hacer un disco dándome el gusto de cantar, quería que la intérprete diera un paso adelante”, enfatiza.
–¿Y por qué había quedado un paso atrás?
–Porque todo este tiempo estuve mucho más preocupada atendiendo a la parte autoral y compositiva, la intérprete para mí era una herramienta para llegar al otro con mi canción. No importaba si le gustaba o no cantar en el registro que yo le ponía, por ejemplo, ¡la tipa tenía que cantar lo mismo! No pensaba tanto en ella, pensaba en la canción. Y ya me estaba quedando como una asignatura pendiente que me jorobaba bastante. Necesitaba hacer un disco para cantar. Pues bien, llegó ese momento.
–Otra marca fuerte del disco es que abarca otras regiones, no sólo el Litoral. ¿Fue algo buscado?
–Fui acumulando muchas canciones donde como compositora buscaba en otras regiones de la música, pero nunca las había grabado, no entraban en aquellos discos que no sé por qué terminaban siendo siempre tan litoraleños. Y eso que yo de entrada fui una compositora de música argentina, nunca me impuse límites de sonoridades rítmicas ni regionales.
–Pero de algún modo su obra quedó centrada en esa región.
–Y bueno, mis canciones del Litoral fueron las primeras que sentí que debía poner al alcance de la opinión pública, y siento que ése fue un aporte importante a la música. Lo digo sin soberbia, convencida de que trabajé para eso. Y si mi trabajo fue valorado y recibido bien de entrada es porque siento que toqué una fibra que estaba ausente en la música popular, me puse a hablar del hombre y sus asuntos. No el mero paisaje sin el hombre, yo busqué el paisaje humano, me parecía un lugar donde podía abrevar y ahondar. Ese trabajo fue hermosísimo, y fue muy importante haberlo hecho y seguir haciéndolo. Pero ahora necesitaba también mostrar estas canciones, tan naturalmente como cuando era adolescente hacía chamamé y de golpe cantaba una zamba. Tan naturalmente como que me formé con esta música.
–¿Cómo fue esa formación?
–Yo soy de la generación del ’60, me recibí de maestra a los 16 años, en el ’64. En esa época todas las reuniones eran guitarra y canto, ¿y qué cantábamos? Todo, las zambas del Cuchi, de Falú y Dávalos, chamamé, chacareras... Yo era famosa por mi versión de “Vamos a la zafra” (zamba de Eduardo Falú y Jaime Dávalos) ¡Ese fue mi primer éxito (risas)! Yo misma me hacía la pregunta de por qué entonces no he incluido demasiado otras regiones, como hacen tantos intérpretes argentinos. Hubo una necesidad expresiva, y fue muy hermoso darle paso.
Parodi sigue hablando de las muchas zambas que escribió y de las pocas que mostró, de cómo fueron quedando afuera de sus discos anteriores los temas que grabó ahora, de la magia del baile de la zamba y su diálogo de pañuelos, miradas, gestos. “¿Sabe quién bailaba muy bien la zamba? El poeta Jorge Calvetti. El fue como un padre para mí. Cada vez que yo cantaba una zamba, se levantaba con su señora y bailaba. ¡No se imagina todo lo que decía con ese pañuelo! Aquello también era poesía”, recuerda.
–Habla de “buscar silencios”. ¿Cómo fue esa búsqueda?
–Los busqué muchísimo, me reuní con Marcelo Perea y Lucas Homer (Perea es el productor, ambos son arregladores del disco) y les expliqué al detalle el disco que quería hacer. El silencio tenía que estar presente, el silencio necesario. Y lo quería grabar casi en vivo, para buscar otro clima, otra comunicación con los que me acompañan. La mayoría de los discos se graban en etapas, primero los instrumentos, y cuando está todo terminado entra la voz y graba escuchando lo que ya está. Ahí yo siento que aunque haya pensado con el arreglador los temas, y con el productor el concepto, cuando entro con la voz, el disco ya está grabado. Terminás siguiendo lo que escuchás. Siento que ésa es una pérdida en la grabación. En cambio en este caso, se establece un diálogo cuando se graba. Estamos haciendo el arreglo que ya fue pensado, pero suceden cosas mientras tocamos. Hay silencios, maneras no escritas. Hay música haciéndose.
–Por eso también habrá elegido a un técnico como el Portugués Da Silva.
–¡Claro! Fue lo primero que le pedí a Sony: quiero ION y al Portugués. La mayoría de los temas están en una sola toma, porque había mucha convicción, sabíamos muy bien lo que queríamos hacer, fue muy ensayado, y eso se nota. Yo me llevaba a casa una primera copia, y era tan bueno el trabajo del Portugués que las canciones ya parecían mezcladas. Se agregaron muy pocas cosas, se tocaron muy pocos niveles, fue un placer. Y en la masterización también está cuidado, para que suene todo a su volumen justo.
–Un par de discos atrás, usted decía desde el título Soy feliz. Si hoy tuviese que volver a poner un título en primera persona, ¿cuál sería?
–Seguiría diciendo Soy feliz, sí. Me di cuenta después de mucho tiempo lo que en verdad es la felicidad. No es ir riendo por la vida: es estar vivo, emocionándote, peleando, discutiendo, involucrándote, enojada también, ¡muy enojada! Yo sigo diciendo lo mismo, tanto que a veces me dicen: uy, Teresa, ¿otra vez lo mismo? (risas). Y sí, otra vez lo mismo, y qué bueno que sea así. Me produce alegría darme cuenta de que después de muchos años de un largo, hermoso, todavía inalcanzable sueño, sigo teniendo ese largo, hermoso e inalcanzable sueño, y voy a seguir así, porque creo que un mundo mejor es posible. Darme cuenta de que no pudieron quitarme eso, ni las más horrendas dictaduras, ni los miedos instalados, ni la cultura de lo efímero, sentir que nada de eso me cambió de lugar me produce felicidad.
–En su disco incluye una poesía de Hebe de Bonafini. ¿Qué relación tiene con ella?
–Con Hebe tengo un vínculo maravilloso, de muchos años, no porque ahora esté al frente del ECuNHi; es más, creo que estoy acá por ese vínculo de años. En los tiempos aciagos, en el menemismo concretamente, o en los momentos difíciles, cuando me pregunto qué hacer, hacia dónde ir, yo miro dónde va su cabeza con el pañuelo blanco, y ahí voy. Cuando viene a dar su taller de Cocinando política –así se llama el taller del ECuNHi en el que Hebe comparte recetas que va poniendo en práctica mientras se abre la charla, como suele suceder en las cocinas– siempre me trae algún papelito con un poema, y escribe hermoso. El poema que tomé habla de mi canto, pero yo no le había dicho que estaba por hacer este disco, fue una intuición que ella tuvo, como tantas. Nunca se me hubiera pasado por la cabeza molestarla para pedirle algo así, ¡con la cantidad de cosas que hace!
–Y tiene fama de brava...
–Es una mujer muy fuerte, convencida. Si no fuera así, no hubiera hecho ni la cuarta parte de lo que hizo. Todos los días me sorprende con algo nuevo, con su teoría de que a las cosas hay que hacerlas, no prometerlas. Cuando vinimos acá, a lo que era la ESMA, nos paramos en la puerta y nos dijo: “Empezamos en abril”. Adentro no había nada, ni luz, ni enchufes, ¡ni agua! Parecía una locura, pero Hebe me dio una lección tremenda. Al año ya teníamos todo esto.
Teresa Parodi abre los brazos y debería abarcar mucho más. En la parte del predio que alguna vez fue de la ESMA y que hoy alberga al Espacio Cultural Nuestros Hijos están en plena actividad. Es el horario de los talleres para adultos mayores, que provienen de distintos hogares del PAMI, y que en este lugar cantan, pintan, escriben. En los edificios se van sumando más espacios, destinados a distintos organismos de derechos humanos. “Aquí va a estar la sede de la Unesco, y aquí se va a instalar el canal Encuentro, y aquí el Centro Cultural Haroldo Conti...”, va enumerando Parodi, mientras asume la guía. Los tristemente célebres Sanidad, Capucha, Capuchita aparecen en el recorrido. También el edificio que se construyó especialmente para albergar a la prensa extranjera que vino a cubrir el Mundial 78 –así se hizo, mientras a pocos metros ocurría el horror– y que hay que tirar abajo, porque tiene fallas de construcción en sus cimientos.
“Acá se instruía a los cadetes para matar. Nosotros venimos a tender la herramienta más maravillosa para volar, para ser libres”, dice Parodi, y sigue hablando de su disco, vuelve a mezclar todo. Sencillamente, porque ella es todo eso junto.
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