MUSICA › LA SEGUNDA EDICIóN DEL FESTIVAL KLEZFIESTA
Hasta este sábado y en doce escenarios que incluyen al Obelisco, habrá exponentes que van de lo folklórico al rock, pasando por la fusión y hasta una murga klezmer. “Su carácter festivo la hace contagiosa”, dice el organizador Pedro Banckick.
› Por Karina Micheletto
Música para bailar, encontrarse con otros en ronda, divertirse, conocerse. Música klezmer, judía, pero también de distintos pueblos de Europa. La Klezfiesta está reuniendo a distintos exponentes de esta música, desde los más tradicionales al rock, la fusión, y hasta una porteña murga klezmer. Los conciertos continúan hasta este sábado, con gran despliegue, con más de veinte presentaciones en doce escenarios diferentes, incluido el Obelisco. De todo y para todos, este festival que ya va por su segunda edición abre sus puertas a la música klezmer del mundo.
El encuentro ha convocado a solistas y grupos de Estados Unidos, Dinamarca, Brasil, Canadá, Eslovaquia, Dinamarca, Rumania, Chile y Argentina. Están las expresiones más folklóricas, el klezmer gitano y balcánico, y también hay rock klezmer, o algunos de los más de treinta conjuntos klezmer que se están desarrollando en la Argentina. Un abanico que incluye los estilos más tradicionales, aquellos que fueron tomando influencias de los países en que surgió esta música –Hungría, Rumania, Ucrania, Bessarabia– y también las influencias que se fueron incorporando más tarde, el jazz, el pop y el rock, el hip hop, la música étnica. Entre las estrellas klezmer que aparecen en la grilla (ver aparte) están el clarinetista Christian Dawid, los inclasificables Yid Vicious (la banda norteamericana suma a la música idish influencias de música celta, clásica, country, rock, reggae y ska) o el grupo chileno Alem, que mezcla estilos klezmer, árabe y gitano. La forma en que nació este festival de música klezmer tiene mucho de casual, pero también obedece a una búsqueda por recuperar las raíces. Todo empezó cuando a Pedro Banckick, un ingeniero químico descendiente de una familia de colonos judíos de Entre Ríos, se le ocurrió hacer un pequeño documento fílmico para una gran reunión familiar en la que se encontraron descendientes de todo el mundo, celebrando los cien años de la llegada de aquellos primeros antepasados que vinieron de Europa del Este a la Argentina. Lo que iba a ser un video de dos o tres minutos terminó siendo una película de dos horas, sobre la historia de los inmigrantes judíos y la epopeya de los gauchos judíos de Entre Ríos. No sólo eso: la película fue pasando de mano en mano, tomó estado público, y terminó participando en varios festivales del mundo.
Aquella película hecha en 2005 por un aficionado llegó a ganar un premio en Punta del Este, pero además Banckick se concentró en una parte específica del film, la que se centraba, justamente, en la música judía. Y terminó dedicándose a organizar un festival que el año pasado, en su primera edición, convocó a unas veinte mil personas.
“La música klezmer es una música integradora. Esencialmente es judía, pero tiene ingredientes de distintos pueblos de Europa. Por su carácter tan alegre y festivo, es muy contagiosa: enseguida genera en la gente ganas de bailar, participar, sumarse a las rondas espontáneas –define Banckick–. Hay una energía muy especial que se genera cuando la gente baila esta música. Ese es uno de los recuerdos más fuertes que tengo del festival. Comprobé la capacidad aglutinadora que tiene esta música.”
Desde aquellos primeros músicos klezmer trovadores, que recorrían los pueblos como artistas ambulantes, y la primera revalorización del género, a fines de los ’70, la riqueza de esta música fue sumando estilos alrededor del globo. El festival, que sitúa a Buenos Aires en una plaza para esta “música del mundo”, hace posible conocerla en toda su diversidad.
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