MUSICA › SUSANA RINALDI, AMELITA BALTAR Y MARIKENA MONTI
Desde hoy y hasta el sábado 21, las tres mujeres que hicieron historia en La Bola Loca y en el marplatense Magoya revisitarán aquel cancionero y aquel espíritu, en shows que prometen momentos de alta intensidad... y más de un rasgo de buen humor.
› Por Karina Micheletto
Tres voces reconocidas e inmediatamente reconocibles, tres cantantes con perfiles fuertes y definidos, tres mujeres que han marcado estilo y ahora han decidido volver a ser Tres mujeres para el show. Lo fueron por primera vez hace tiempo, allá por 1973, en lo que fue un éxito que luego llevaron a Mar del Plata y que generó un público ávido de escuchar lo que por entonces no se cantaba ni se decía en cualquier lado. Susana Rinaldi, Amelita Baltar y Marikena Monti vuelven a ser estas Tres mujeres para el show, en versión siglo XXI. El revival cancionístico será en Clásica y Moderna (Callao 892), todos los días a las 21.30, desde hoy y hasta el próximo sábado 21 de noviembre, y el reencuentro promete momentos de intensidad.
Al menos, eso es lo que hace suponer la reunión previa de estas tres mujeres, preparadas para las notas de difusión del show, en el mismo lugar donde actuarán. Recuerdos que se superponen, autores e intérpretes que aparecen en la charla en anécdotas domésticas, bromas y cargadas recíprocas se cruzan en las historias de estas tres cantantes con carreras destacadas, por diferentes caminos, en la música argentina. El retraso de una de ellas –Marikena Monti, en un episodio que forma parte de su personalidad, como se revelará en la charla– genera algunos pasos de comedia. Finalmente, la nota se reencauza. Vuelven a ser tres amigas charlando con entusiasmo en un café, el detrás de escena de ese show que prometen para el público.
La charla se impone casi autónoma, difícil de guiar, pero animada. De la labor de Susana Rinaldi como vicepresidenta de la Asociación Argentina de Intérpretes a las peleas apasionadas de Amelita Baltar con Piazzolla y a los olvidos eternos de Marikena Monti, todo es materia de festejo, transformado en anécdota. Vuelven también en el recuerdo los tiempos de Magoya, el boliche que Rinaldi tenía en Mar del Plata junto con el bandoneonista Osvaldo Piro, que entonces era su esposo. Allí la reemplazó Marikena Monti cuando nació su hijo Alfredo, cuenta la Tana, y todavía le agradece el gesto. Allí también transcurrió una temporada de Tres mujeres para el show, en meses que estas mujeres ahora reviven como de convivencia intensa. Son recuerdos de noches de risas, hijos que aparecen en medio del show pidiendo silencio a media lengua, playa con niños, momentos particulares en la vida de estas mujeres que por entonces comenzaban a delinear sus carreras. “Eramos muy diferentes en aquel tiempo, pero las mismas, en otro sentido”, desliza Rinaldi.
–¿Las mismas o diferentes?
Susana Rinaldi: –Eramos muy distintas en cuanto al carácter, yo creo que el tiempo ha ido templando nuestras personalidades. Yo no tenía este carácter preponderante que tengo hoy. Y cuando lo expresaba, era desde otro lugar. Sufría más ciertas circunstancias en silencio. Tenía una enorme melancolía que esta vida me ha quitado y que por cierto añoro. De hecho, ése siempre fue uno de mis grandes defectos como intérprete. Porque yo le vendo a la gente una imagen de gran seguridad, pero para sobrellevar la gran timidez que hay en mí y que nunca me voy a permitir demostrar.
Marikena Monti: –En cambio yo, toda mi vida fui despistada, olvidadiza... ¡Si hoy llegué tarde es porque me confundí, péguenme, por favor! Me debo haber caído de la cama de parto y me quedó algo, no sé... (risas) Tengo guardada una carta que me escribió un día mi hermano, que es abogado: “Querida hermanita, cuando llegues al escritorio retirá la carta documento, caminás unos metros, saludás al señor del correo amablemente, se la entregás, y en nombre de nuestro señor Jesucristo, con todos los santos que viven y reinan, no te olvides de pedirle a cambio un papelito, porque sin eso la carta documento no sirve”. ¡Así han tenido que guiar mi vida! (risas).
Amelita Baltar: –Yo creo que más allá de todo lo que podamos haber cambiado en este tiempo, este show va a hacer renacer cosas nuestras de hace treinta años, pero en otra sintonía. Hay algo especial que se genera cuando nos juntamos. Una alegría especial, siempre nos matamos de risa, nos cargamos... Yo les digo: con los años que tenemos, ya somos monumento nacional. A los turistas los traen a sacarse fotos con nosotras: acá está la Pirámide de Mayo, acá el Obelisco, acá la Baltar, la Rinaldi, la Monti... (risas) Y bueno, ¡somos chicas de más de 50!
–¿Y qué recuerdan de aquel primer Mujeres para el show? ¿Cómo surgió la idea?
A. B.: –Fue una idea de Alberto Almada, que fue el productor junto con Osvaldo Piro. Estrenamos en ’73 en La Bola Loca, una sala que estaba en Maipú entre Paraguay y Córdoba, arriba de lo que fue el primer bowling de Buenos Aires, y creo que uno de los primeros fast food. En el primer piso había un restaurante, y luego un café concert. Fueron seis meses a lleno total, con funciones de martes a domingo y dos funciones los viernes y sábados. Un éxito tremendo.
S. R.: –Era una época en que trabajábamos todos los días. Cuando este espectáculo pasó a Magoya, en el verano del ’74, trabajábamos de lunes a lunes sin descanso, haciendo dos funciones por día, porque la gente llenaba hasta las escaleras.
A. B.: –Recuerdo el único día que no hubo función, una noche que diluvió y en Magoya se cayó un pedazo de techo. ¡Qué alegría poder cenar a las nueve y media de la noche! Era algo que hacía un par de meses que no conocíamos.
–¿Y por qué creen que ese espectáculo, pensado para salas de café concert, en reductos que no formaban parte del circuito de teatros comerciales, marcó aquel éxito?
S. R.: –La gente venía a escuchar a aquellos reductos lo que no podía escuchar en otro lado. Nosotras opinábamos, era un espacio de expresión, todos los días era como una improvisación relacionada con el contexto político y social, que ya empezaba a ponerse muy difícil en el país. Eramos tres cantantes con opinión, eso no era algo frecuente, y la gente lo valoraba.
A. B.: –Era una época difícil. Y en ese momento había un enemigo común. Antes de salir a escena nos repartíamos los temas: ¿Leíste esto, viste aquello? Decilo vos, lo digo yo. Eramos tres mujeres que expresábamos nuestra opinión, con la canción y con la palabra, sin hipocresías políticas.
–¿Podrían definir cuáles eran los desafíos de aquellas tres mujeres, y cuáles son los de ahora?
A. B.: –Creo que en estos treinta y pico de años hemos pasado por casi todos los desafíos. Ojalá que sigan existiendo siempre, que tengamos que enfrentarnos cada vez a nuevos desafíos, porque eso es lo que nos mantiene vivos, sobre todo a los artistas. Pero hoy por hoy, no es que se hayan vuelto más dulces, o más livianos, pero los tenemos más madurados y somos capaces de hacerles frente con otra madurez. Una cosa es segura: treinta años atrás éramos mucho más inconscientes.
S. R.: –Los desafíos cambiaron con el paso del tiempo. En esa época era perdurar, en cambio siento que el gran desafío de hoy sigue siendo, para las tres, seguir teniendo nuestras convicciones y llevarlas adelante desde lo que hacemos, con lo que hacemos.
M. M.: –Y emocionar a la gente con eso, llegar a la gente. Creo que ése sigue siendo un desafío para todas. Es un desafío salir a decir cosas interesantes, movilizadoras, con humor, con la mayor inteligencia posible, y para mí es un hecho de placer. A pesar de los terrores insoportables que tengo antes de salir a escena (porque sufro como un caballo antes de cada show), estoy preparada para disfrutar este espectáculo. Porque yo puedo salir a un escenario con otras personas siempre que tenga una gran admiración por ellas. Si no me interesan, que no las admiro, la cosa no funciona.
–¿El reencuentro, entonces, qué significa?
A. B.: –¡Una alegría enorme! No es una manera de decir: una alegría, de verdad.
S. R.: –A esta altura de mi vida yo soy docente. Creo bueno dar un ejemplo de que se puede. Pero para poder, uno tiene que mojarse, como se dice. Permanentemente, porque nada es gratuito. Todo cuesta. Evidentemente, lo que nos ha costado nos ha dejado diferentes marcas, cómo no. Pero esas marcas no impiden, para nada, la alegría que hoy tenemos de volver a intentarlo. Eso, en mi opinión, es lo mejor que un espectáculo musical puede aportar. Y ése es también el significado de estos conciertos.
M. M.: –Para mí es la comprobación de que las tres, desde nuestro lugar, henos mantenido una coherencia, no nos hemos traicionado. Susana Rinaldi es la misma Susana Rinaldi que yo conocí en La Botica del Angel; Amelita Baltar es la misma de hace treinta años. Somos las mismas porque nunca quisimos ser lo que no somos. No nos importan las modas, no somos mujeres que estamos pensando qué hacer para gustar. Hacemos lo nuestro, mostramos lo que somos. Podrá haber cambios en el repertorio, en la manera de cantar, los cambios lógicos de la edad. Pero siempre hemos sido fieles a nosotras mismas.
S. R.: –Permítame agregar algo más: un gran abrazo para aquel público que permitió que esto pudiera ser en el ’73, ’74, ’75. Porque era un público selecto, pensante, inquieto, arriesgado. Y lo que más esperamos las tres es que el público de hoy se acerque a aquella curiosidad que tenía en aquel entonces, para venir a redescubrir a través de la canción otras posibilidades. Ojalá logremos recuperemos eso. Esa es, por nuestra parte, la intención.
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