MUSICA › ESTE FIN DE SEMANA TERMINA EL SEXTETO MAYOR VERSUS EL QUINTETO REAL
Las agrupaciones que lideraran Pepe Libertella y Horacio Salgán le sacan lustre al 2x4 por separado y cierran en un final conjunto, a toda orquesta. Es en Torquato Tasso y con un agregado excepcional: vuelve a actuar Ubaldo De Lío.
› Por Karina Micheletto
Cruce de estrellas, choque de planetas tangueros con un escenario como ring. En este rincón, la guía impetuosa del bandoneón de Pepe Libertella; en el otro, la exquisitez creativa de Horacio Salgán. Son El Sexteto Mayor versus el Quinteto Real, que así presentados prometen enfrentarse en lo que es en realidad un encuentro, la oportunidad de apreciar estilos, arreglos, matices y, sobre todo, legados que suenan en manos de tres generaciones de intérpretes, reunidas en estas agrupaciones. El evento tanguero los convocó todos los viernes y sábados de noviembre y hoy y mañana son las últimas fechas que habilita el calendario para disfrutarlos, al menos por ahora. Con un condimento extra: la presencia de Ubaldo De Lío, histórico ladero de Salgán, que hace tiempo no actúa profesionalmente, como invitado de lujo.
Los púgiles del 2x4 avanzan con sus repertorios en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575), a partir de las 22. Se recomienda llegar con tiempo porque el lugar es pequeño y la avidez del público grande. Con una aclaración: esta noche, por excepción, la formación que enfrentará al Quinteto Real será el trío de Carlos Corrales, con la presencia de la guitarra experta de De Lío. Unas líneas sobre este gran guitarrista del género: tanto en los temas que forman parte del repertorio histórico del Quinteto –que, por lo tanto, conoce de memoria–, como en los que se adivina menos ensayo previo –los que hacen al final, cuando se encuentran las dos agrupaciones sobre el escenario–, no deja de sorprender su capacidad de marcar la nota justa, en el momento exacto, con economía de recursos y máxima expresividad.
Pero antes de este encuentro multitudinario, cada uno de los “púgiles” se explaya en lucimientos grupales y personales. El primer round está a cargo del Quinteto Real, que en la dirección de César Salgán, hijo de Horacio, revive los arreglos del creador de “A fuego lento”, retirado de la formación desde 2003. Transitan varios clásicos (“Canaro en París”, “Gallo ciego”, “Taquito militar”, “El choclo”), arremeten con una milonga furiosa como “La puñalada”, y al piano de Salgán se suman la guitarra de Esteban Falabella (que asumió en el lugar de De Lío en 2007), el bandoneón de Carlos Corrales, el violín de Julio Peressini y el contrabajo de Juan Pablo Navarro.
Llega luego el momento del Sexteto Mayor, dirigido por Horacio Romo, que a los 36 años toca con el bandoneón que fuera de Pepe Libertella y muestra que ha quedado en buenas manos. A su lado, un jovencísimo Lautaro Greco también suena impecable en ese instrumento. Junto a ellos, el pianista Fulvio Giraudo, el contrabajista Enrique Guerra, y los dos violines históricos del Sexteto: Mario Abramovich y Eduardo Walczak. Los hombres se gastan bromas, preguntan cuál de los dos es “más geronte”, y a la hora de los solos se lucen en serio: Abramovich en el transitado “Oblivión” de Piazzolla, Walczak en “Pasión y tango”, un tema de Libertella, ambos con el vals “Desde el alma”. Desde el piano, Giraudo también marca calidad y diferencia interpretativa.
El Sexteto suena compacto, brillante, con ímpetu grupal. El repertorio destaca la obra compositiva de Libertella y también los arreglos de Libertella sobre Piazzolla, con un final de clásicos como “La muerte del ángel” y “Adiós Nonino”. Y si el fallecimiento de Pepe en 2004 y el posterior alejamiento de Luis Stazo hicieron dudar en algún momento de las posibilidades de continuidad de esta formación, su música muestra que el espíritu del Sexteto sigue firme, sin remiendos de ocasión, y con un sonido que le es propio.
Así presentadas, una detrás de otra, las formaciones habilitan la comparación: el Quinteto aparece con su estilo más libre, más basado en las capacidades individuales de los solistas y los momentos (aun si las pautas del conjunto son bien claras). El Sexteto se planta en la tradición de las grandes orquestas, fundada en la solidez del arreglo (no casualmente reeditan las primeras formaciones de Julio De Caro, que fue quien introdujo los arreglos en el tango, allá por el ’20).
El final anuncia el encuentro colectivo, pero a esta altura hace rato que quedó claro que el escenario es algo más parecido a un espacio ceremonial que a un ring. Avanzan el Quinteto y el Sexteto reviviendo las orquestas de Libertella y de Salgán, y dejan para lo último “A fuego lento”, un sentido homenaje colectivo. “Fueron 47 años juntos los que pasamos con Salgán”, recuerda De Lío. Un largo camino transitado suena en esta noche, y el público lo agradece. Los que tuvieron la suerte de presenciar aquellos ciclos del Quinteto Real en el Club del Vino advierten la conexión directa, aunque hayan pasado los años.
La posibilidad de que estos dos grupos se encuentren compartiendo un escenario, en varias fechas consecutivas, habla de la famosa “continuidad” del género, por fuera de las declamaciones. Habla de una posta generacional en la que ya hay jóvenes formando a otros más jóvenes. Y también de un legado amorosamente transmitido de padres a hijos: César Salgán reemplazando a Horacio en el piano y la dirección musical; Juan Libertella haciéndose cargo del Sexteto como manager tras la muerte de Pepe. Cuestión de familia tanguera.
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