MUSICA › LUCAS SEDLER PRESENTA REMANSO, SU TERCER DISCO COMO SOLISTA
› Por Cristian Vitale
“Memphis era una realidad agotada”, dice el guitarrista Lucas Sedler. “Igual, me parecía meritorio el modo que encontraban para reinventarse, para sobrevivir al paso del tiempo. Sin creatividad ni imaginación, es algo que se agota rápido. No fue el caso, duraron 30 años.” Sedler era un nene de 19 años cuando La Blusera lo convocó. Grabó los dos últimos discos (Angelitos culones y Etc), compartió escenarios con Eric Clapton y Santana, tocó con Javier Malosetti y Luis Salinas y se hizo un tiempo para grabar dos buenos discos: Sencillo y Tal vez después.
–¿Por qué tanto tiempo entre esos discos y éste?
–No tenía mucho que ofrecer que no fuese una repetición de lo que había hecho... hubiese sido una redundancia (risas).
Sedler habla del lustro que separa esos discos del flamante Remanso, que presentará esta noche en el Velma Café (Gorriti 5520). Un disco distinto y algo distante de la rabia blusera en que se formó. De los carrasposos King (Freddie y Albert), o Robert Johnson. Y más cerca del Clapton aéreo, que del King planetario (B. B.). Remanso es una paleta de 15 canciones con el acento puesto donde géneros primos se funden: soul, rhythm & blues, jazz, blues, y la literatura como herramienta. “Me puse a estudiar letras y me empezó a circular la idea de ver qué pasaba con el cantautor, fusionar literatura con el blues. Eso quedó materializado en el disco, en los anteriores las canciones eran un pretexto para ejecutar mi instrumento. No le daba mucha bola a lo compositivo, menos a las letras. Ahora les quise dar un protagonismo, una identidad. Con el paso de los años, me empezó a resultar tediosa la insistencia de la guitarra”, explica.
–¿Quiénes son los king de la literatura?
–(Risas) Me vuelve loco Fernando Pessoa, es mi referente como prosista, alguien que supo hacer una alquimia muy copada con su introspección. Pessoa es como un traductor emocional... me pegó un sacudón impresionante.
–¿Fue un modelo para componer las letras?
–En cierto sentido. Vivencié esa cosa especulativa de la palabra. Me ponía a escribir, me levantaba al otro día después de haber tirado algún verso y me daba cuenta de que era pretencioso, excesivamente adjetivado... como el que busca deslumbrar con la viola ¿no? No me gusta identificarme con el virtuosismo. Ni de la guitarra ni de la palabra.
–En la música, esto parece traducirse en sutilezas. Su blues, al menos en este disco, no es el crudo de la escuela de Chicago.
–La aspiración fue generar intimidad a través de las canciones. Un disco confesional no se explica sin sutilezas, sin algo que suene a cierta fragilidad. El blues es un género duro en general y, últimamente, no me sentía cómodo con su faceta más estridente. Me sentía vulnerable por cosas que me fueron pasando, desamor incluido, y ese blues poderoso me hacía ruido. Estas canciones fueron una búsqueda de la calma más que de lo descarnado.
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