MUSICA › ENTREVISTA A NOEL HOGAN, DE THE CRANBERRIES, QUE TOCAN EN EL LUNA PARK
El guitarrista asegura que el regreso de la banda tras un largo parate ha renovado sus expectativas musicales. El cuarteto irlandés se presentará mañana y el sábado ante el público argentino, “uno de los más apasionados del mundo”, dice.
› Por Yumber Vera Rojas
La película Once, dirigida por John Carney, es una suerte de musical lo–fi (aquí se vio en el Bafim 2007) que permite comprender bien la magnitud de la canción en Irlanda: una tradición tan legendaria, intacta e inherente a la cotidianidad, que trasciende épocas y estilos. Quizá por eso The Cranberries fue uno de los grupos más atípicos de los ’90 en el rock de Serie A, pues, a contracorriente de las tendencias imperantes durante ese período, el cuarteto se convirtió en uno de los mayores hacedores de hits de la década gracias a un sonido que nunca se desentendió de la rica herencia cultural de su país. Después de suficiente inactividad –a un tris casi de transformarse en otro de estos clásicos inactivos que rotan en radios tipo Aspen y causan el suspiro de la remembranza–, la vocalista Dolores O’Riordan, quien ya visitó esta Buenos Aires en plan solista en 2007, anunció en agosto pasado el regreso de la banda a los escenarios. El un tour empezó en Canadá y Estados Unidos a mediados de noviembre y mañana los depositará por primera vez en el Luna Park (también tocan el viernes, los dos días a las 21.30). “Pasaron siete años desde nuestra última gira, así que al principio estuvimos nerviosos ante la duda de cómo reaccionaría el público en los recitales, pero la respuesta fue increíble, la gente los vive con intensidad”, asegura a través del teléfono Noel Hogan, guitarrista y coautor de las canciones. “Sé que tenemos muchos fans en la Argentina y que es uno de los públicos más pasionales del mundo, por eso nos pone muy contentos tocar allá.”
Si bien The Cranberries nunca anunció su separación definitiva, Noel asegura que la interrupción de las actividades del grupo (completado por el bajista Mike Hogan y el baterista Fergal Lawler) tuvo más que ver con el desarrollo de los proyectos individuales de sus integrantes que con algún tipo de pelea. “Lo consideramos un descanso, debido a que pasamos trece años juntos de manera ininterrumpida. La reunión fue en 2009: por primera vez nos vimos para tocar luego de siete años (hubo un encuentro inicial en Irlanda y el definitivo sucedió en Canadá, donde reside O’Riordan). En ese momento Dolores había editado su segundo disco, No Baggage, y yo un EP titulado 14 Days. Ella tenía que salir a presentarlo, pero la onda entre nosotros era tan buena que prefirió abocarse al regreso de The Cranberries.” Al mismo tiempo, la vuelta del cuarteto irlandés, que incluye en esta ocasión a todos sus miembros originales más un tecladista invitado, coincide con la celebración de los veinte años de la banda. “Lo mejor de estas dos décadas ha sido todo, honestamente”, reflexiona el guitarrista, que paralelamente lleva adelante los proyectos Mono Band y Arkitekt. “En la época en que empezamos, el sueño de cualquier pibe de Limerick, nuestra ciudad de origen, era tener una banda de rock. De todas las que se armaron en ese período, fuimos la única que sobrevivió. El negocio de la música es de por sí bastante difícil. Pese a ello, todavía tenemos la oportunidad de conocer a personas increíbles y ciudades maravillosas. Me siento muy afortunado, de verdad.”
No sólo la suerte le jugó a favor a la agrupación irlandesa, sino que también fue decisiva su destreza para adaptar el temperamento celta a la potencia y melodía del indie rock y a una estampa folk auténtica. A lo que se suma, además, como para que no queden dudas de su impronta, la inconfundible voz de Dolores O’Riordan. “Generalmente, en cada década las bandas apuntan hacia una misma dirección musical. Si sale un grupo de funk es porque ya existen cincuenta del mismo estilo”, afirma Hogan. “En nuestro caso, hicimos las canciones que nos gustaban y tuvimos la suerte de que aparecieron las personas a las que también les gustaron.” Pese a que no tiene el atractivo mediático de sus coterráneos U2 y Sinéad O’Connor, The Cranberries terminó por convertirse en una pequeña banda que hizo historia nada más que a partir de sus canciones. “Cuando tenés un hit, hacés historia. A discos como Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We? y No Need to Argue –sus dos trabajos más celebrados, de 1993 y 1994, respectivamente– no los escucho desde el punto de vista crítico sino emotivo porque reflejan el momento del grupo en las épocas en que se hicieron. Hoy seguramente los grabaría de una forma diferente, pero sus canciones no tendrían el mismo efecto en la gente. Los fans siempre quieren que uno se quede en el mismo sonido. Sin embargo, llegamos a un punto en el que nos dimos cuenta de que lo único que hacíamos era repetir. En parte, por eso nos separamos. Ahora, con la reunión y la llegada de un nuevo disco, hay algo más para decir.”
Mientras que en la gira hace gala de todos sus clásicos, el cuarteto prepara lo que será su sexto disco de estudio, que todavía no tiene definido su oriente sonoro. “Siento a The Cranberries como una banda de los ’90 porque durante la década pasada no hicimos nada (su último álbum, Wake Up and Smell the Coffee, salió a la venta en 2001)”, confiesa Noel. “Dolores y yo todavía estamos escribiendo las canciones, de manera que no sabemos qué será lo que saldrá. Lo que sí quisiera es que esta nueva producción, que tendremos lista en el segundo semestre de este año y pensamos publicar en 2011, fuese diferente al estilo que nos caracterizó.” En cuanto a la generación de relevo del rock irlandés, el guitarrista dice que “hay muchísimas bandas que están experimentando con el formato canción”. “Es un buen momento para estar haciendo cosas en mi país. No estoy seguro acerca de cuál podría ser el próximo gran grupo de Irlanda, lo que sí puedo afirmar es que están sucediendo cosas interesantes.” Mas no todo ha sido alegría en la vuelta a los escenarios de The Cranberries, ya que en una escala norteamericana de este tour vieron por televisión cómo la mano de Thierry Henry sacaba a la selección de fútbol de su país del Mundial de Sudáfrica. “No es justo lo que sucedió, pero probablemente muchos otros equipos hicieron cosas como ésa para ganar. Esta vez nos tocó a nosotros y tenemos que vivir con ello”, se resigna el violero.
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