MUSICA › FESTIVAL DE BARADERO
› Por Karina Micheletto
Desde Baradero
Un festival de música popular cuya programación no está pensada en función de un “figurón” convocante en torno del cual gira cada una de sus fechas. Y que, con esa inusual premisa festivalera, logra equilibrar propuestas y estilos, y funciona en cuanto a repercusión y respuesta de público. Ese podría ser el logro mayor –y nada desdeñable– de la fiesta que desde el jueves pasado convocó en la ciudad de Baradero a artistas del folklore y el tango (ése es su sello distintivo desde su creación, el de reunir ambos géneros en su grilla), con altos momentos de música y danza. En el tango, la actuación de la orquesta del gran Leopoldo Federico marcó lo más alto de la edición, y emocionó a un auditorio que recordó viejas épocas de oro del festival. Y El Arranque –con Noelia Moncada como cantante invitada–, una orquesta habituada a transitar escenarios destacados del mundo, cuyo ámbito natural no es el de los festivales, se fue con una ovación calurosa. Tanto, que terminó llevándose el Premio Consagración que otorga este festival, compartiéndolo con Mavi Díaz. En el folklore, propuestas como las del Chaqueño Palavecino y Los Nocheros fueron tan aplaudidas y respetadas como las de Ramona Galarza, Jairo, Roxana Carabajal o la chamamecera Ofelia Leiva. Hubo música para todos los gustos, sin necesidad de opacar a algunos para que brillen otros.
Las cuatro jornadas de esta 36ª edición del Festival Nacional de Música Popular Argentina de Baradero regalaron además postales que difícilmente puedan repetirse en otros escenarios de festival. Como la de la tanguera más rocker, María José Demare, ofreciendo a un público en ese momento mayoritariamente compuesto por gente mayor, su hit tanguero “La diabla”, que pinta los días y las noches de una travesti de La Boca. Hubo otras postales marcadas por un sello local: como la del gobernador Daniel Scioli, llegando en helicóptero en la noche de inauguración para ver a Los Manseros Santiagueños, y retomando nuevamente raudo vuelo al término de la actuación del conjunto. O la del maestro Leopoldo Federico, pegado a una radio para sufrir por el Racing de sus amores antes de subir a escena. Más tarde, tras su actuación, Federico sería nombrado “embajador cultural de la Argentina”, una distinción que quiso compartir con “la gran familia” que es su orquesta, que lo acompaña desde hace ya medio siglo.
“Yo lo vi al maestro cuando a Baradero venían los más grandes del tango, desde Troilo a Piazzolla, y ahora me toca presentarlo”, se enorgullece Oscar Righini, conductor y uno de los “históricos” del festival, también parte de la troupe de admiradores de Federico tras bambalinas. “Cuando se creó Baradero, había un gran festival de folklore, que era Cosquín, y un gran festival de tango, el de La Falda. Baradero se imaginó buscando el encuentro de los dos géneros, algo que para la época era totalmente novedoso”. De allí el slogan que todavía conserva el festival, anunciando a Baradero como “Ciudad del Encuentro”. Además del hito de la reunión de géneros, el repaso por la historia del Festival de Baradero incluye otros menos felices, como el que recuerda a este festival como el único que fue prohibido durante la última dictadura militar.
La extensa grilla de este encuentro incluyó también a artistas como Víctor Heredia, con una batería de clásicos, la eterna novia del Paraná, Ramona Galarza; Mora Godoy y su ballet; Marcela Morello y Néstor Garnica. La consagrada Mavi Díaz mostró su homenaje a su padre, el gran Hugo Díaz, y con el armoniquista Franco Luciani como invitado recreó temas tan bellos como “Zamba del ángel”. También compartió escenario con una gran voz del folklore, poco presente en las últimas ediciones de festivales, la de Marián Farías Gómez. Al cierre de esta edición comenzaba un plus de otro palo: en el mismo escenario Abel Figueroa se programó un día de Baradero Rock, con entrada gratuita (se pide la colaboración de alimentos no perecederos para los comedores escolares de la ciudad), con la actuación de la banda rosarina Cielo Razzo y grupos de rock locales. Una forma de completar el amplio abanico de géneros que ofrece un festival como el de Baradero.
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