Martes, 23 de febrero de 2010 | Hoy
MUSICA › EDU SCHMIDT O LA VIDA DESPUéS DE ARBOL
Tras su alejamiento de la banda, el músico inició un nuevo proyecto, plasmado en el CD El silencio es salud. Dice que se reencontró consigo mismo, pero no impuso variantes radicales en lo musical: “Cambié mi equipo, pero en el qué decir y el cómo mantuve mi manera”.
Por Luis Paz
“Soy como un bebé viejo”, ilustra Edu Schmidt en un momento de la charla. Hace una pausa para tomar un par de tragos de gaseosa y, con esa clara poética que tiene para escribir canciones, retoma: “Es simple, volví a nacer con este disco, con esta banda y al regresar al under. Pero soy más grande que cuando empecé y tengo nuevas obsesiones”. Un bebé viejo es una metáfora básica, en apariencia. Pero es bien clara, tiene fuerza y es entretenida. Tal como el disco que presenta a Edu Schmidt más allá de aquel “Edu de Arbol”, como un músico que recobró el nombre propio para encarar un proyecto realizado a su modo: El silencio es salud.
“Cuando armé los créditos, me di cuenta de que las únicas invitadas eran mi vieja y mi hija. En el disco con el que volví a nacer, ellas son las únicas que me acompañan”, relaciona con una sonrisa. Lidia Schmidt está acreditada como “voz en ‘A veces’”. La hija que Edu tuvo a los 22 no está citada, pero sí presente en cada cosa que él hace y viceversa. El día de la entrevista ella fue a dos castings y él la acompañó. “Me da una mano, escucha los discos y me dice qué opina. Y yo le hago la segunda. Tiene 13 y se morfó lo de Arbol hasta segundo grado, cuando en su escuela empezaron a pedirme autógrafos y se cortó la onda”, narra.
Edu Schmidt sigue siendo un sujeto entretenido, mantiene divertidas conversaciones y sabe ser gentil con sus gestos. Pero habla con una madurez finamente construida: “El concepto de familia y la relación entre padres e hijos cambió. Hace veinte años era raro que un padre llevara a su hijo a un recital y ahora el rock está en Disney. Los Jonas Brothers rockean más que muchas bandas”, evalúa.
–Si bien son mis canciones y está mi nombre como marca, somos una banda de rock que ensaya e intercambia ideas. En los shows se nota que tenemos muy trabajados los temas y eso hace que no sienta que es un proyecto solista. Hicimos muchos shows en el interior y llegamos a grabar con 40 encima. Y en 2009 dimos otros 30. Fue como volver atrás 10 o 12 años.
Hace doce, Arbol mostraba Jardín frenético, su debut independiente, y era otra banda prometedora del Oeste del conurbano, interesante por su energía y su propuesta incluyente de ritmos e instrumentos. Hace diez, ya había llegado la producción de Gustavo Santaolalla para Arbol, los videoclips y la distribuidora. Poco después, cautivarían a un público ATP con canciones como “Pequeños sueños”, “El fantasma” o “La vida”; vendrían las giras continentales, los festivales y el alejamiento.
“Me llevó un año correrme de Arbol, pero no hubo dudas después. Sí extraño cosas vivenciales, sobre todo con Pablito (Romero), que era mi hermano. Pero en lo profesional y artístico, nada”, asegura. Igual, lo recordó al titular el disco (la conclusión “el silencio es salud” surgió irónicamente durante la terapia grupal), en la letra de “Por eso no puedo” –loop del “Son todas putas” de Chapusongs– y al incluir “Un mundo feliz”, que ya había estrenado con la banda. “Quise recuperar lo que eran los shows de la época de Chapusongs: el Mocambo, los primeros Cemento. Debía volver a ese lugar para reencontrarme y arrancar.”
–En ciertas críticas del disco, noté la esperanza de que hubiera hecho algo distinto, tal vez por esa fantasía de la gente de que me fui de Arbol para cambiar. En realidad, tres años después me di cuenta de que mantuve la línea. Las personas buscamos, en todo momento de crisis, el cambio y la permanencia. Cambié mi equipo de laburo, pero en el qué decir y el cómo mantuve mi manera. También sé que es una etapa en la que se vuelve todo muy personal, muy desde uno. En este disco soy yo hablando de las cosas que me pasan o que están en mi cabeza, cosas de hace tres años, cuando no tenía claro qué iba a hacer, y cosas más viejas. Copadas y no tan copadas.
–No me esperaba volver a estar contento en una sala o componiendo, no me pasaba hacía años. Después, creo que con Fernando Ruiz Díaz una vez hablábamos de que llega un momento en que sos Cristian de El Otro Yo, Fer de Catupecu, Edu de Arbol. Pasar a ser Edu Schmidt fue fuerte porque todo lo que hago lleva mi nombre. Y también es cargar con el imposible de que la palabra y la acción vayan de la mano.
–Le pude poner Los Pochoclitos más allá de que fueran mis canciones y además el público de rock suele tener mejor onda con las bandas que con los solistas, pero habría sido menos auténtico. Era un momento en el que quería seguir haciéndome cargo, pero de otro modo, más genuino. Como recién nacido, el concepto del disco son las obsesiones de un tipo que lleva años con preguntas recurrentes, pero en eso también está el deseo de volver a nacer y encontrar nuevas respuestas.Cuando me di cuenta de que llevaba casi un año sin tocar, me enamoré de vuelta de esto de hacer shows y nos fuimos a recorrer todo el interior.
–Sí, el tema de producir también me oxigenó. No me parece casual que tantas bandas se separen durante o después de una grabación, es muy fuerte lo que pasa ahí. Siempre fui de preproducir y de dejar que de las grabaciones se encargara Pablito. A veces me pongo muy en jefe de mí mismo y puedo ser un jefe muy malo. Pero me hice una asamblea a mí mismo, relajé y abrí el juego. Ahora estoy mejor y más contento.
–Para que mucha gente se termine de enterar de que estoy haciendo música hace dos años con esta banda. La otra vez tocamos en Trenque Lauquen y apareció un tipo de 40 con la nenita y me dice: “Edu, me estaba haciendo un asado acá a tres cuadras, escuché tu voz y dije: ‘éste es el de Arbol’. No sabía que te habías ido. ¿En qué andás, che?”.
–Que en lo de siempre, haciendo música.
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