Miércoles, 7 de abril de 2010 | Hoy
MUSICA › CHRISTINA ROSENVINGE TOCARá POR PRIMERA VEZ EN BUENOS AIRES
La cantante española tuvo mucho éxito en su país en los ’90, luego grabó canciones más íntimas junto a miembros de Sonic Youth (cuyo baterista la acompañará en su show porteño) y ahora vive un presente de “recapitular todo lo aprendido”.
Por Roque Casciero
Aunque su apellido y su blonda cabellera remitan más al frío de los países nórdicos, el acento que se escucha a través del teléfono es indudablemente español. Es que Christina Rosenvinge es una madrileña hija de un danés y una inglesa, nacida hace 45 años, que llegó a tiempo para colarse en la famosa movida de los ’80, que descubrió ya sobre el escenario que quería ser cantante, que más tarde formó grupos exitosos aunque señalados como “demasiado comerciales” y que, ya harta, se fue a Nueva York a trabajar con los Sonic Youth. La misma que, luego de un divorcio, sacó un disco llamado Tu labio superior, con el que finalmente se presentará sobre un escenario porteño (mañana a las 22 en Samsung Studio, pasaje 5 de Julio 444). Raro que sea después de tanto camino recorrido, aunque ella recuerde una lejana visita a Buenos Aires en plan promocional de Christina y Los Subterráneos, allá por los ’90, a caballo del hit “Pálido”. “Llevo años esperando que ocurriera”, reconoce Rosenvinge. “Lo que no sé muy bien es qué vamos a tocar. Tengo la sensación de que puedo hacer canciones más complicadas, que la gente está preparada para algo de lo último, que es un poco más oscuro. Si el público está esperando algo en concreto y puedo tocarlo, me gusta hacerlo, porque si tengo la oportunidad de estar arriba de un escenario haciendo lo que más me gusta en el mundo, tengo que ser agradecida.”
“Es muy bueno eso”, suelta la cantante entre risas cuando se le habla del “quiebre” que le dio a su carrera a mediados de los ’90, la época en que dejó de ser parte de Christina y Los Subterráneos y se propuso hacer canciones más íntimas, cantadas en susurros. “Una de las razones por las que pegué ese salto es porque estaba muy cansada de la relación con Warner y con el manager que tenía entonces: era una relación muy comercial y me sentía como una marca”, explica. “Por ejemplo, quería hacer una gira por Chile y por la Argentina, tocando en donde pudiéramos, para encontrarme con la gente cara a cara, pero ellos decían que había que planearlo a lo grande, ir a un festival de no sé cuántos miles de personas y con no sé qué marca que auspiciara. Para mí había perdido sentido hacer música de esa manera. Y cuando llegó el momento de renovar con el sello, me dijeron: ‘O haces música que podamos vender fácilmente, o es mejor que te vayas’. Y dije: ‘Tienes razón, es mucho mejor que me vaya (risas)’. Me fui muy contenta, porque además salté del barco antes de que se hundiera: la música con ese tipo de estructuras empezó a caer y todavía está en eso.”
A fines del siglo pasado, tras el fracaso comercial de su primer disco solista, Cerrado, Rosenvinge se trasladó a Nueva York, donde Lee Ranaldo, de Sonic Youth, le produjo el disco Frozen Pool. El álbum, casi todo en inglés, salió por el pequeño sello del baterista de esa banda, Steve Shelley (quien la acompañará en su visita a la Argentina). “Conocerlos fue realmente una revelación, tuvimos mucha empatía personal desde el principio”, afirma Rosenvinge. “Y no sólo por una cuestión musical, sino también por cómo se movían ellos como artistas: fue toda una inspiración. Mi música no tiene nada que ver con la de ellos, pero eso también es parte de la historia. Steve siempre me ha dicho que le divierte hacer conmigo algo distinto, que no tocaría con un grupo que sea una copia de Sonic Youth porque para eso ya está en esa banda.”
La “trilogía anglosajona” de Rosenvinge se completó con Foreign Land y el delicioso Continental 62. Fue una etapa de meterse para adentro, que puede rastrearse tanto en el hecho de cantar en inglés como en los propios títulos de los discos, cosa que la propia cantante reconoce. “El otro día alguien me hacía notar algo que es igual de revelador: al principio de mi carrera estaba en Ella y Los Neumáticos –no tenía ni identidad–, luego en Alex y Christina –Christina en segundo lugar–, luego Christina y los Subterráneos –como sujetándome–, hasta que me he ganado el derecho a poner mi apellido y a decir ‘Mira, ésta es mi música’, y de ponerla encima de la mesa. Supongo que hacer esos discos de introspección también tuvo que ver con pensar quién soy y qué hago aquí.”
En 2007, ya divorciada del escritor y cineasta Ray Loriga (padre de sus dos hijos), Rosenvinge grabó el miniálbum Verano fatal con su pareja de entonces, Nacho Vegas, y al año siguiente sacó Tu labio superior. Dos discos completamente en español y con sonido más “de banda”. “Supongo que esto es descubrir mis secretos, pero parte de lo que hago ahora es como un caballo de Troya: pongo unas cuantas canciones amables y bonitas, que me divierte mucho escribir, y con esa excusa meto otras más oscuras, literarias y difíciles en los discos”, confiesa. “Lo que he encontrado es que en España el público tiene una buena predisposición a ambas cosas y conviven muy bien los dos extremos.”
–¿Buscó hacer que convivieran todas sus facetas anteriores?
–Efectivamente. Tu labio superior fue un disco que hice con una energía brutal, porque fue después de haberme divorciado, que siempre es un momento en el que caes al foso y luego vuelves a salir. Y, de alguna manera, recapitulaba todo lo que había aprendido. Volví a las letras en español, intentando utilizar todos los recursos literarios sin dejar de lado la sencillez, porque es un recurso muy bueno para llegar a la gente contar una historia, y al mismo tiempo lo que había aprendido de cómo hacer sonar una canción pop para que suene como algo especial, no como algo que la gente ya ha escuchado mil veces.
–¿Tu labio superior es un disco de divorcio, a la Blood on the Tracks?
–No en ese sentido. No quería recrearme en la pena, sino hablar de supervivencia. Entonces, están los dos extremos. Tiene algo oscuro, con el fantasma del desamor, pero es un disco optimista.
–¿“La distancia adecuada” es sobre su relación con Nacho Vegas?
–Sí, tiene una doble lectura que solamente alguna gente capta. La rival de la que habla la canción en realidad es la adicción. Eso que rima con Christina...
–Bueno, hay más de una “señorita” que rima con su nombre y Vegas parece conocerlas a todas.
–(Se ríe.) Bueno, Nacho y yo no estamos muy de acuerdo en cuanto a salud y cuidado personal. Esa canción la escribí durante la gira de Verano fatal, igual que otras del disco. En concreto, a “La distancia adecuada” la escribí en una habitación de hotel.
–Cuando un compositor escribe canciones como las suyas, el oyente tiene la sensación de que todas son autobiográficas.
–No siempre es así. Y, en todo caso, aunque sea de mi vida, no es un acta notarial sobre lo que me sucede en ese momento. Uno quiere hablar de cosas universales, porque en el fondo a todos nos duelen las mismas cosas. Hay como cinco o seis experiencias vitales por las cuales vamos a pasar, tarde o temprano, que son los temas de las canciones. Entonces, tiras de ti mismo pero lo que quieres es hablar de todo el mundo. Y por eso se produce ese fenómeno de identificación tan bonito que es la música: aunque cuentes algo en primera persona, la mitad del público sabe lo que es, lo tiene dentro de su experiencia.
–Usted ha grabado una versión de Leonard Cohen y menciona a Lou Reed en una canción. Se ve que le atraen los poetas del rock.
–Claro, porque ellos, igual que Dylan y Neil Young, son los que inventaron la figura del cantautor y son referencias constantes.
–¿Y la influyeron mujeres?
–Las que me han influido han sido sobre todo como cantantes, como François Hardy o Nico. También me gustan muchísimo poetas como la argentina Alejandra Pizarnik y busco ese tipo de influencias para tratar de escribir de otra manera... Pero como cantautora, los pilares para mí son hombres. Serge Gainsbourg... También es muy divertido coger a Nick Cave como referencia, que está en el polo opuesto a mí misma, y tratar de hacer una canción con su estilo pero con mi voz. Y como nadie me relaciona con él, ¡es una muy buena manera de robar!
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