Sáb 12.06.2010
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MUSICA › LA BIYUYA Y SUS CONCIERTOS EN LA SOCIEDAD DE FOMENTO CRUCESITA OESTE DE AVELLANEDA

“Nos negamos a la formulita del tango”

El quinteto se distingue por un peculiar abordaje tanguero y por haber armado un espacio barrial que comparte con otros artistas. Hoy darán continuidad al ciclo hecho a pulmón cuando se presenten con la cantautora Laura Caliva y el dúo La Propina como invitados.

› Por Carlos Bevilacqua

Quien pase caminando por el 1712 de la calle San Martín, en Avellaneda, probablemente no note nada extraordinario. De no ser por unas letras algo perdidas en la fachada del segundo piso, la sede de la Sociedad de Fomento Crucesita Oeste, no difiere mucho de cualquier otra casa del barrio. Pero alcanza con empujar la puerta entreabierta para viajar en el tiempo hasta los años dorados del peronismo, cuando los vecinos empezaron a juntarse ahí para compartir diversas actividades sociales. Salvando las distancias que separan este 2010 de 1946, en los últimos años la institución empezó a recuperar algo de aquella participación popular a través de clases de danzas, una biblioteca popular y el armado de una cinemateca, entre otros proyectos. Como parte de esta movida comunitaria, el quinteto de tango La Biyuya organiza los segundos sábados de cada mes un encuentro musical con la participación de ellos mismos y de otros grupos o solistas de diferentes géneros. El ciclo, que arrancó a mediados de 2009, tendrá continuidad esta noche, desde las 21, con la cantautora y pianista Laura Caliva y el dúo de guitarras y voz La Propina como invitados.

La Biyuya nació en 1998 como un insólito trío que mechaba tangos tradicionales con versiones de Los Beatles desde dos guitarras criollas y una flauta traversa. En 2001, con la incorporación de la cantante Marina Baigorria, se empezó a delinear la línea definidamente tanguera, pero a la vez sumamente original, que caracteriza al grupo. Timbres prototípicos del tango como los del bandoneón, el violín, el piano y el contrabajo estuvieron siempre ausentes en el menú biyuyero, ya que después sólo incorporaron un bajo eléctrico y un set de percusión. “Nos negamos a la formulita del tango. Desde el hecho de no tener bandoneón hasta la forma de encarar los arreglos, con juegos armónicos y recursos que fueron un poco chocantes para el público más conservador”, cuenta el guitarrista Pablo Dichiera. La combinación derivó en un sonido cálido, a veces evocativo del tango originario, otras de reminiscencias candomberas.

Llevados a enumerar los logros de la agrupación, la primera en contestar fue Baigorria: “Me parece que el principal es la convivencia. Debatimos mucho sobre qué hacer y cómo hacerlo, pero sabemos identificar lo importante y nos valemos mucho del humor como punto de fuga”. En cuanto a lo estrictamente artístico, coinciden en mostrar muchas expectativas en el próximo disco. “Va a ser especial por varias razones –adelanta Dichiera–. Por primera vez va a haber una presencia significativa del acordeón, la guitarra eléctrica y la batería, la gran mayoría de los temas serán nuestros y además nos damos una serie de permisos que antes no nos habíamos dado. ” El CD, cuya edición calculan para fin de año, se sumaría a Tango en bruto (2001), El cuento de que Dios es argentino (2003) y Buenosairece (2006), en los que un puñado de temas propios fueron ganando cada vez más terreno en medio de tangos clásicos y versiones tangueadas de canciones rockeras. “En nuestras letras nuevas seguimos hablando de la situación social, pero con una visión un poco más optimista. Está la intención de mostrar lo negativo, pero también de decir que luchando se puede transformar la realidad”, señala la cantante del grupo que completan Pablo Marasco en flauta, Pablo Vaira en bajo y Santiago Varela en percusión.

No casualmente, ese matiz rima con los encuentros mensuales producidos por ellos mismos en Crucesita Oeste. “Acá sentimos que formamos parte de un espacio, podemos probar sonido tranquilos, por ejemplo, o saber durante la semana qué falta, un poco por ser vecinos y otro poco por las características del lugar. Público y músicos notan que hay una construcción cultural, a diferencia del boliche en el que sólo importa meter la mayor cantidad de gente posible”, celebra Dichiera.

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