Sábado, 19 de junio de 2010 | Hoy
MUSICA › EL DúO OROZCO-BARRIENTOS ACTúA HOY EN LA TRASTIENDA
Tilín Orozco y Fernando Barrientos hacen parte de la mejor música popular argentina que se puede escuchar por estos días. Su estilo tiene tanto de cueca y de tonada tradicional como de las más diversas influencias contemporáneas.
Por Karina Micheletto
Algo está pasando para que la revista Rolling Stone incluya el disco de Orozco-Barrientos, un dúo que aparece en las bateas de folklore, entre los mejores cincuenta de la década. Algo está sonando. Está, por un lado, la evidente estrechez de las bateas para clasificar la música, en especial una música que tiene tanto de cueca y de tonada tradicional como de las más diversas influencias contemporáneas. Y está el lugar ganado por este dúo mendocino, el de creadores singulares dentro de una nueva camada del folklore. Un lugar que reforzaron con su último disco, el exquisito Pulpa, con producción de Gustavo Santaolalla, en el que participó Mercedes Sosa. Hoy a las 23.30 lo presentarán en La Trastienda, junto a Ricardo Vaccari en percusión, Sergio Martínez en guitarrón, Raúl Reynoso y Federico Chavero en guitarra.
Hay otros temas que ocupan a este dúo. Como la bodega mendocina que Orozco abrió hace unos años junto a Santaolalla, Cielo y Tierra. ¿Y cómo va la bodega? “De diez. Nos estamos chupando todos los vinos, hasta agotar stock”, evalúan, antes de contar sobre las tres medallas de oro que ganaron sus vinos. Veintidós hectáreas en Luján de Cuyo que, según reconocen los Orozco-Barrientos, han influido mucho en su música. “La fuente está ahí”, sueltan, pero enseguida se entiende que, como toda ironía, la frase destapa una verdad. “Ahí hacemos mucha música, es un punto energético muy fuerte. Gran parte del proceso de producción de Pulpa salió de allí. El lugar influye... mucho”, dice Barrientos.
–Sin embargo, lo que suena tiene mucho de urbano...
Tilín Orozco: –No creo que las nuestras sean canciones urbanas. Yo puedo estar en Londres y pensar como mendocino, y tener la Cordillera en los ojos. No quiero caer en fanatismos regionales, ése no es mi palo. Pero por más que haga jazz, voy a sonar cuyano, y argento. En algún lugar mi música va a sonar urbana, sí, eso está. Y en otro lugar también suena... no sé cómo definirlo, porque no es paisajística, no es geográfica la relación. Nuestra música es.. . ¡es urbana y vitivinícola!
Fernando Barrientos: –Es así, compadre: ¡mucho vino y pocas luces! (risas).
Mendocino de pura cepa, “de familia musical y farrera”, Orozco es sin embargo sobrino de una referencia del folklore de Salta: Ernesto Cabeza, aquel integrante de Los Chalchaleros que fuera la pata musical más fuerte del grupo. “No pude aprender mucho de él, digamos que fue un tío ausente. Aprendí porque siempre me gustó investigar, saber sobre la guitarra y su tradición. Eso sí: lo que más me gusta en la vida es tocar las canciones de Fernando”, dice el músico. Barrientos, hijo de un músico cultor del folklore chileno –integrante de Los Hermanos Barrientos–, nació “por casualidad”, en Guayaquil, en medio de una gira de su padre, y vivió hasta los tres años en Valentín Alsina. Pero fue en Mendoza donde se formó como músico y compositor, desde aquel lejano Caín Caín, que tuvo su hit de época con “El amor es más fuerte”, aquel que sonaba en la película Tango feroz.
El fin de semana pasado, en la misma Trastienda en la que actuarán esta noche, el dúo compartió escenario con Teresa Parodi. En el disco se los escucha con invitados como Mercedes Sosa y Chango Spasiuk; León Gieco es otro de sus asiduos compañeros, entre tantos otros artistas menos conocidos, provenientes de diversos géneros. En disco o en escena, es difícil que el dúo ande solo.
–¿Cuál es la idea de estas “parcerías” musicales?
Orozco: –¡Es la idea! Es nuestra idea, así nos criaron, ¿no? A mí qué me importa si hacés música más o menos tradicional, si le ponés oboe o teclado. Y de última, ¿quién tiene la vara para medir lo que está bien o mal? Yo soy feliz tocando con la gente que considero par.
Barrientos: –Es el mismo concepto de aprendizaje permanente de León o de Mercedes. Nosotros nos vinculamos con ellos a partir de la admiración. Del mismo modo, podemos estar en una peña con Chango Farías Gómez, por ejemplo, y que de repente haga un comentario que cazamos en el aire y que nos sirve. Son tipos que tienen muchos años en esto y que han transitado un camino con una coherencia. ¿Cómo no se va a enriquecer uno con eso?
–¿Qué significó el aporte de Santaolalla en la producción?
Orozco: –Cuando se ve la carrera desde un lugar exitista y resultadista, uno puede decir “uy, estoy con Gustavo”. Cuando se la ve como un aprendizaje, un compartir y seguir aprendiendo, el estar con los grandes tiene otro peso. Ese peso, enorme, es el que nosotros valoramos.
Barrientos: –Musicalmente, Gustavo nos enseñó mucho. Nos enseñó, por ejemplo, a grabar bien. Antes yo hacía cinco o seis tomas y me daba por hecho. Con Gustavo llegamos a hacer 78 tomas, hasta encontrar la mejor. Y luego en otro tema, en el mismo disco, priorizamos la magia de la primera toma. Pero en cada búsqueda, en cada tema, hay que ir a fondo. Después, como productor, Gustavo siempre hizo hincapié en nuestra impronta como intérpretes, en no corrernos de eso que él había escuchado, y que le había atraído.
–¿Y cómo llegaron a él?
Orozco: –Por culpa de León, como suele suceder. En 2003 nosotros habíamos ganado la Gaviota de Plata de Viña del Mar. Nosotros agarramos la gaviota, le pusimos dos corchos en las alas –¡porque es filosa la porquería!–, nos tomamos un ómnibus y se la trajimos a León. Porque pensábamos que el premio no era nuestro sino de él, por toda la mano que nos había dado. León hizo dos cosas: nos sacó volando con el premio y nos dijo que había escuchado nuestro demo, que le había gustado, pero que no era para él. Que él que nos tenía que producir era Santaolalla y que le iba a hacer llegar el material. Nosotros dijimos: pobre, qué iluso...
Barrientos: –¡Y a los diez días el quía me llama! ¡Santaolalla mismo! Yo pensé que eran unos amigos que me estaban hueveando.
Orozco: –Arreglamos un encuentro para su siguiente viaje y me acuerdo que nos preguntó: “¿Ustedes tienen sello?”. ¡¿Qué sello?! ¡De pedo si tenemos guitarra!
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