MUSICA › ERNESTO SNAJER PRESENTA EN VIVO SU CD Y DVD DOBLE Y FALTA
En un ciclo en La Peña del Colorado, el guitarrista, compositor y productor actualiza su pasado y recrea distintos momentos de su transcurso musical al frente de un trío fresco, acompañado por invitados como Liliana Herrero y Verónica Condomí.
› Por Santiago Giordano
Mirar para atrás, pero sin volver. En Doble y falta, una producción independiente y ambiciosa que además de un CD contiene un DVD con momentos de un extenso ciclo de presentaciones realizadas en La Vaca Profana entre 2007 y 2009, Ernesto Snajer actualiza su pasado y recrea distintos momentos de su transcurso musical, al frente de un trío fresco y de excelentes reflejos, además de numerosos invitados. Mañana, el guitarrista y compositor presentará otro ciclo, con mucho de lo que está en ambos discos. La serie tendrá lugar en La Peña del Colorado (Güemes 3657) y se prolongará el 16 y el 23 de este mes. “Siempre tuve la sensación de que se podía comenzar una nueva etapa sin necesidad de cerrar las anteriores; en este caso se trata de conjugar y actualizar distintas estaciones, de hacerlas confluir”, comenta Snajer, quien, como sucede desde hace cinco años, estará secundado por Guido Martínez (bajo) y Diego Alejandro (batería). “También estarán algunos de los invitados que pasaron por el ciclo de La Vaca Profana”, agrega.
En el DVD de Doble y falta aparecen Juan Quintero, Carlos Aguirre, Mariana Baraj, Liliana Herrero, Verónica Condomí y Juan Carlos Baglietto. “En aquel ciclo también estuvieron otros músicos que no están en el DVD, porque fueron más de veinte noches y la verdad es que como producción independiente no teníamos banca para filmar todos los conciertos. Lamentablemente quedaron afuera muchas cosas que me hubiese encantado incluir.” A propósito, la primera noche de esta nueva serie tendrá como invitados a la cantante y guitarrista Cecilia Zavala, el saxofonista Víctor Carrión y al pianista Alejandro Devries. “Es medio chino esto de presentar un disco justo con los invitados que no están en él”, bromea Snajer, y agrega que el segundo viernes estará como invitada Liliana Herrero y el último, Verónica Condomí.
Preludio (1999), Recuerdo de Argentina (2000), Toque argentino (2004), Después de todo (2006) y Bom Zapar (2008) son los discos a los que Snajer regresó para rescatar los materiales que le permiten edificar su presente. Se trata de trabajos de distintas épocas, que de un modo u otro representan búsquedas diferentes. “Es cierto que hay cierta distancia entre ellos, cada uno está referido a una etapa distinta”, asegura. “Pero siento que es posible reconocer algo así como un estilo que los une. Soy un músico abierto e inquieto y me gusta cambiar, no encuentro motivación en llegar a un sonido y quedarme ahí. Sin embargo, entre estos temas hay un hilo que une las distintas etapas. Los temas pueden ser lindos o feos, pero responden a una identidad.”
Guitarrista en proyectos de Pedro Aznar y Lito Vitale; sesionista en trabajos de numerosos nombres de la música argentina, desde Luciano Pereyra y Soledad hasta Jairo y Miranda!; productor de discos ejemplares como Igual a mi corazón, de Liliana Herrero; Remedio pa’l alma, de Verónica Condomí, y Yusuy, de Alejandro Franov; compositor de músicas para cine, teatro y televisión; curador de la serie Toque argentino para el sello MDR, Snajer, que además mantiene desde hace muchos años un dúo con el guitarrista dinamarqués Pal Windfelt y desde hace poco comenzó otro con el pianista Diego Schissi, se define como un “músico inquieto”. “Soy de esos músicos que no le hacen asco a nada de lo que les gusta –advierte–, pero nunca me fanaticé con ninguna influencia en particular. Me gustan mucho Los Beatles, por ejemplo, pero no por eso me voy a conformar con reproducir ese sonido y nada más. Hay un cóctel de influencias en mi cabeza y creo que un estilo personal está hecho del equilibrio de esas cosas. En mi caso es posible identificar el rock y el jazz, pero hago pie en la música argentina, sobre todo desde sus características rítmicas. Esa es la parte importante de mi identidad.”
–¿Por dónde entra la influencia argentina en su música?
–Inicialmente, por el lado familiar. Mi abuelo era colectivero y cuando volvía del trabajo se ponía delante del combinado a escuchar música. Ponía cinco tangos y un tema de folklore, más o menos ésa era la proporción. Si bien yo era muy chico y no entendía demasiado, algo entró: Rivero con guitarras, Yupanqui, Los Fronterizos, José Larralde, Los Chalchaleros... De entrada me cautivó la fuerza rítmica de esa música, incluso me siguió pegando cuando, por una cuestión generacional, con mis amigos escuchábamos Kiss o Queen. Después, en la secundaria, escuché “Libertango”, de Piazzolla, y me voló la cabeza. Si bien seguía escuchando rock, sentía que ya no era ése el lugar desde donde quería expresarme. La armonía podía ser un lugar común entre el Cuchi Leguizamón, Bill Evans o Tom Jobim, pero los ritmos argentinos eran lo que más me enganchaba.
–¿Cómo se depuró la convivencia entre lo acústico y lo eléctrico?
–En un principio me sentí atraído por lo eléctrico, porque venía del rock, que fue la primera música que me impresionó. Después llegó un momento de Gismonti, Ralph Towner, de lo más acústico. Tardé en darme cuenta de que puedo ser las dos cosas. Cuando toco en dúo con Pale Windfelt, todo es acústico, y el trío me permite indagar en sonoridades más eléctricas, sin separarme de una idea acústica. Intento que esas dos partes convivan, aun si se trata de dos instrumentos distintos, no sólo a la hora de tocar, también para componer.
–¿Y la convivencia entre el guitarrista y el productor?
–Las experiencias que tuve como productor fueron muy buenas. Es un laburo que me permite salir de mi lugar para tratar de ponerme en el lugar del artista que estoy produciendo, pero al mismo tiempo me llamaron para que sea yo mismo. Es raro. Se trata de sacar lo mejor de los artistas, pulir al máximo lo que hay, pero sin dar una imagen falsa.
–Hoy, el músico necesita saber desenvolverse también en un estudio de grabación, saber qué perillas apretar a la hora de grabar, mezclar...
–Y salir a vender, además, que es lo más difícil y, en general, lo que más nos cuesta a los músicos.
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