MUSICA › APUNTES SOBRE LA SEGUNDA EDICIóN DE LA FERIA DE COLECCIONISMO DISCOGRáFICO
Más de cuatro mil personas pasaron el último fin de semana revolviendo bateas con LP, singles y otras curiosidades. El heavy metal, el rock progresivo y el pop psicodélico se disputaron las ventas, con precios que sufrieron una inflación inexplicable.
› Por Luis Paz
Si no fuera por su política distintiva, la Feria de Coleccionismo Discográfico de Buenos Aires no se diferenciaría mucho de las reuniones de amantes de algún modelo particular de vehículo. Allí suele suceder que el conductor híper cuidadoso de su máquina suele ser híper celoso de ella. Y así, esas reuniones tienen más que ver con la filosofía “estamos en la misma, pero mire sin tocar” que con la comunión de la experiencia de melomanía y curioseo que del viernes al domingo reunió a unas cuatro mil personas y 90 expositores en Costa Salguero a puro tacto, oído, olfato y estornudo. Que, además, tuvo el logro claro de revalidar el sentido primal de la palabra “feria”. Sólo que en lugar de buscar machucones en bananas o fallas en pantalones de gimnasia, los curiosos y melómanos buscaron surcos a contramano en el vinilo, dobleces indebidos en booklets de CD y pegotes de cinta adhesiva en casetes, con figuritas con cara de Roca (pronto Azurduy) en la mano.
Si en casa de herrero cuchillo de palo, ¿en feria de vinilófilos y discólatras, stands con parlantes conectados a un reproductor MP3? Es insólito, pero es cierto. Así recibe –a 20 pesos la entrada, demasiado si adentro además se van a gastar unos billetes– el Pabellón 4 de Costa Salguero, un predio que es una ciudad en sí misma, muchas veces laberíntica y realmente tenebrosa con la oscuridad, el frío y la lluvia del fin de semana. El olor en el espacio asemeja a una mezcla de tabaco negro, alcohol en gel y perfumes caros cocinándose con un poco de manteca. La imagen sería apocalíptica para un alérgico a los ácaros: sobre el cierre de la feria, a última hora del domingo, novecientas manos revuelven miles y miles de discos, desempolvan cientos de miles de años musicales posibles, creados sobre todo en los últimos sesenta.
El polvo es imperceptible, pero todos saben que ahí está. Afuera, los que fuman en la puerta se rascan cuando el frío les devuelve algo de su sensibilidad dérmica. Adentro, la escena parece un outtake de The Wall: expropiados por las canciones, los curiosos y los fanáticos parecen repetir el movimiento robótico de pasar LP tras LP tras LP. Pero no, son humanos, curiosean al modo 1.0: tocan, huelen, miran. O, en ocasiones, quedan boquiabiertos por algunos precios. “No, amor, no lo vamos a comprar, en el Parque Centenario está el mismo a 10 pesos”, es el gorrión que se escapa de la voz de ella, una hippie resistente de vaqueros verdes y chaleco de blue jean, y hace nido en los oídos de él, que deja a desgano el simple de Mañanas campestres, de Arco Iris, por el que piden cinco veces esa cifra.
Desde un stand, un expositor (¿vendedor?) dice que los discos que más salen son de las galaxias del heavy y el progresivo. En otro, un colega suyo defiende al pop psicodélico como líder de ventas. “Ojo, el mainstream”, aclara con cordialidad. Y más allá de las diferencias de perspectiva, todo aquí es buena onda, hasta el regateo: el reclamo “está toda dibujada por tu pibe esta tapa” puede conseguir 30 pesos de descuento en un Album Blanco numerado (50 mil y pico). Y con un billete de 10 más se puede comprar un casete en envoltorio original del Vithalogy de Pearl Jam.
Prácticamente cualquier intento en particular encuentra resultado. ¿Discos piratas de los Stones? ¡Todos! ¿Una copia de Durazno Sangrando autografiada por Machi? ¡150 pesos en Todo En Vinilos! ¿Maxisingles de la California del ’66? ¡Ahí está Abraxas! ¿Singles de Sandro en el Alto Perú? ¡Edan Discos los tiene! ¿Una remerita liviana para dentro de cinco meses? Las hay de Hello Kitty y Velvet Underground. ¿El box de la banda de sonido del videojuego GTA: San Andreas? ¡Claro que sí! ¿Roberto Galán Vol. 3? Hay para todos en Discos Bizarros Argentinos.
De cualquier modo, no todo es memorabilia: Los Natas, Los Cafres, Evanescence y Dick El Demasiado se confunden entre cajones de leche y cajas de cartón XL con la edición deluxe de Fuerza Natural de Gustavo Cerati a 150 y una cuantiosa batea de ítalo disco, new beat y prog house, entre quichicientos otros rótulos de música electrónica. Y no todo es música: además de las remeras, hay cigarreras y agendas de Elvis (hasta un imitador, aunque no está en venta), ejemplares de descarte de la Pelo (tres por 10 pesos), publicaciones más cercanas y fotos de cine a $ 5. No, fotos de fachadas de cines no. No, tampoco de filmaciones. Fotos de escenas de películas. Sí, es como bajarlas de Internet e imprimirlas en buen papel (sólo que 3 pesos más caras). ¿El afiche original de Gimme Shelter? 2000 pesos, por favor.
No muchas conversaciones exceden el rato que lleva escuchar una cara de un single. Una sobre lo extraño de esa portada alternativa de tal maxi puede interrumpirse por una averiguación del precio de Los chicos quieren rock en vinilo. Ya que no hay casi margen para el intercambio no comercial, vale la caminata para entregarse a la lógica de mercado. Pero, ¡un momento! ¿Cómo es que los de Virus salían 10 allá y acá 60? ¿Por qué esa edición limitada del Catch a Fire de Bob Marley (que se abre como si fuera un encendedor tipo Zippo) salía 800 pesos el año pasado y ahora 1200? ¿Es por la represión en Jamaica? Hay ciertas cosas que ni las réplicas de Los Beatles subastadas en 7500 pesos pueden explicar. Para todo lo demás, existen el romance y el misticismo con la onda sonora.
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