MUSICA › WALTER “CHINO” LABORDE Y EL PRESENTE DE LA FERNáNDEZ FIERRO
Desde el Club Atlético en el que hicieron base para no dejarse atropellar, la Orquesta encarna una renovación que reconoce múltiples aristas. Su frontman, además, encara sin conflicto proyectos alternativos.
› Por Cristian Vitale
Una vez terminada la nota, Walter Laborde camina apurado por la vereda del sol. Entre el manojo intenso de palabras que le mata la ansiedad, repara en un detalle de su memoria. “Tengo mucha memoria, pero no es selectiva. Y hago agua con las películas, ¿sabe? A veces estoy mirando una, y a la media hora caigo que ya la había visto”, comenta, entre una serie de autodefiniciones sobre su personalidad que no dejan de sorprender. El famoso Chino, frontman ardiente de la Orquesta Fernández Fierro (OFF), hombre de armas tomar cuando de defender el tango se trata, se acomoda el rulo negro que le cae sobre la frente, saca la mano derecha del bolsillo y aminora el paso cuando percibe el rojo del semáforo. “Te agarra ese camión y te destroza ¿no?”, se ríe, ante el gigante cementero que no detiene ni un poco su marcha. Casi como él. “Yo no puedo parar de laburar, si no estoy en una estoy en otra. Por suerte me siento con la energía suficiente como para estar en todas”, sigue. Y sí: que el trabajo intensivo con la OFF le ocupe como mínimo cada miércoles de la semana en el Club Atlético del mismo nombre que la Orquesta alquiló para no tener que lidiar más con las restricciones para tocar, y como máximo semanas enteras de gira dentro y fuera del país, no le impide multiplicarse en numerosas caras. Por ejemplo, la más clásica –con gomina que le alisa los rulos– que refrendó junto al guitarrista Dipi Kvitko a través del flamante Tango Tango Volumen III, acabado muestrario de cómo la nueva generación respeta y celebra el género sin llegar a la necesidad de legitimarse en dinosaurios. “Lo que hacemos, básicamente, es agradecer a esos grandes músicos del siglo XX que nos dejaron la posibilidad de poder versionarlos”, dice, ahora sí, en situación de nota.
Lo que emerge, en primera instancia, del trabajo en dúo es un contrapunto “pelado” a guitarra y voz que contrasta notablemente con las otras caras del Chino: la del rupturista y renovador que prende fuego la escena cada vez que la pisa con la Orquesta, o la del sobrio cantante que recrea el cosmos de Miguel Caló y Omar Maderna cuando le toca poner en palabras la intención de la Sans Souci, orquesta que lo tiene como uno de sus cantantes. La fusión Laborde-Kvitko es otra cosa. Es una bajada a tierra, un remanso en el que la furia y el nervio dejan paso a la intimidad de una vela. Al tango en alpargatas. “Mi padrino, un salteño-porteño que me ha enseñado mucho, dijo que estamos tratando de que el tango vuelva a ser tocado en alpargatas, pisando el pasto. Con Diego somos como un gaucho que se toca todo, y un gaucho que se canta todo, o lo intenta. La idea es cerrar los ojos y sentirnos una sola persona, y esa posibilidad te la da la guitarra, que es un instrumento que no llega a la magnificencia del piano. Que es casi un murmullo, un silbido. Pienso que no todo es una búsqueda desenfrenada de hacer algo nuevo, como la Fierro, también se puede celebrar.”
Kvitko, devoto de Roberto Grela, Aníbal Arias y Hugo Rivas, y Laborde, trabaron intenciones hace cuatro años cuando, después de algunas presentaciones en fiestas privadas, acompañaron al Quinteto de Víctor Lavallén a una gira por Japón. Allí se editó exclusivamente Tango Tango Volumen II, sucesor inmediato del primero (el I, claro), en el que ya estaba clara la idea de bajarles un cambio a las magnificencias orquestales. La novedad del III es que ambos fueron a más. Le sumaron al cancionero inevitable (“Qué falta que me hacés”, “Lo han visto con otra”, “La abandoné y no sabía”, etcétera) una gemita ajena al género de Atahualpa Yupanqui (“Guitarra, dímelo tú”) y una versión de “La cumparsita” que rompió todos los moldes: dura 17 minutos. “Es la yapa del disco. Cuando Palo Pandolfo la escuchó dijo: “Es la primera vez que escucho una zapada en el tango”.
–Con todo lo que esto implica, herejes...
(Risas) –Una locura maravillosa. Fue una idea de Kvitko, que nació de una secuencia contada por Marcelo Guaita, el invitado estrella del disco, gran amigo de Troilo y de Lavallén, que vio una interpretación del tema a manos de Troilo en la inauguración de El Bulín de la calle Ayacucho, donde apareció Pepe Basso y tocaron una “Cumparsita” que duró interminablemente toda la noche. Se dijo que nadie iba a poder igualarla y por eso Dipi dijo “vamos a hacer una más larga”.
–La intención en “Guitarra, dímelo tú” es menos ambiciosa. Apenas se la escucha más “asfaltada” que la original...
–Es que Yupanqui es una de las piedras basales del dúo, donde la idea es tocar la guitarra sin pirotecnia. Tocarla a tierra, como se hacía antes. Y Atahualpa es la tierra misma, ¿no?, es el gen de nuestra unión. La búsqueda de lo austero, llegar a la sinceridad por la simpleza y dejar que las letras desnuden, algo totalmente distinto de los otros mundos que me tocan vivir.
La memoria atrapa otra vez al Chino y lo pasea por esos otros mundos paralelos y diversos que le tocan. Reaparece la Sans Souci, “un lujito que me doy cuando la Fierro me lo permite”, dice. También su rol como actor, que lo llevó a ser Alberto Castillo en Luna de Avellaneda o Pepe Libertella en Vientos de agua. Y Telepod, el grupo de rock que el Chino, solapado bajo el seudónimo Doble V (W), usufructúa para extirpar sus demonios interiores. “Tal vez sea mi cara más insolente, porque siendo un cantor de tangos, la primera música que escuché en mi vida, canto rock, pero totalmente camuflado dentro de un personaje que se llama Doble V... No como el fucking Bush, sino porque me llamo Walter”, se ríe. “Con Telepod me doy el gusto de poder sacar todas las bestias que tengo adentro, y que sólo el rock te permite extirpar. Antes de ir al psicólogo en el país de los psicólogos, prefiero psicoanalizarme con algunos locos rockeros. Además, en el rock se han escrito las mejores letras de tango y se han grabado con música de rock... desde Manal y Almendra para acá.”
–Pero el rock no es ajeno a la Orquesta Fernández Fierro. Se dice, más allá de la instrumentación, las formas musicales y el sonido, que son lo más rockero del tango y lo más tanguero del rock.
–Básicamente, la Fierro tiene la consigna de patearle la cabeza a la gente. Hemos estado en festivales de música donde nos tratan mucho mejor que en los de tango porque, cosa básica, nos hacemos respetar en la prueba de sonido, y a la gente conservadora eso no le gusta, que vengan unos pendejos a hacerse respetar. Por eso ya no nos llaman más de La Falda o de Justo Daract, y nos importa un carajo, porque yo, en vez de esperar tranquilo en el hotel, voy para ver que no maltraten a la manager, y si no se pudre. En esto somos una banda de rock, viene por ahí.
–También por una actitud relacionada con romper moldes o trabajar con gente como Palo Pandolfo, que les ha puesto letra a un par de temas del último disco.
–Sí. Hoy más que nunca, y a punto de cumplir diez años como Fernández Fierro, estamos abocados a hacer música nueva, alejada de los clásicos. Por eso los trabajos con el Tape Rubín, gran compositor de la actualidad, o con Palo, incipiente letrista de la Orquesta. Se ha formado una gran dupla entre Jury Venturín y Palo. Jury –contrabajista, compositor y arreglador de la OFF– conoce de “pe a pa” la carrera de Palo, y la unión fue un gran acierto. Hacen un trabajo serio y concienzudo, porque la composición tiene un proceso de masticación grande... El tango no sale así nomás. Mi padrino me dijo, cuando yo tenía ocho años y quería ser futbolista y cantor, que había que saber transmitir. Mi madre también me dijo que el tango había que saber masticarlo porque se decían cosas con un peso emocional que no tenía nada que ver con la liviandad de otros géneros musicales. Y así lo concebimos en la Orquesta, con la que estamos encontrando la personalidad que se necesita para ser y estar. Para permanecer.
Recién llegados de una gira por Brasil en la que, según el Chino, hicieron “capote” en San Pablo, Curitiba y Copacabana, justo cuando Brasil quedó afuera del Mundial (“Vimos el partido en la playa y, cuando terminó, tuvimos que quedarnos con la alegría contenida y atravesar esa marea negra que estaba indignada y en silencio”, relata) y a punto de encarar otra por París y Caracas, los de Fierro agradecen al cielo haber tenido la decisión de alquilar el club que hoy funciona, además de lugar de toque, reunión y ensayo propio, como un espacio abierto a otras propuestas musicales. “Un lugar de músicos, para músicos, en el que se trata bien a los músicos”, dice Laborde, y sigue: “Fue una pegada haber decidido tener un lugar con las pocas monedas que juntábamos en esa época tocando en la calle. Tener lugar propio es como la resistencia, ¿no? Como decir ‘acá estamos nosotros y no vamos a cagar a nadie, como hacen en otros lados’. Siempre cuento que la Orquesta nació como una cosa que no existía y que nos gustaría ir a ver. Tuvimos que hacerla y lo mismo pasó con el club, un lugar que nos gustaba pero que no existía. Y también tuvimos que inventar”.
–¿Y con la Orquesta inventaron algo, además de explorar en la vena más rabiosa y masculina del tango, o de plantarse como si fueran los Ramones con violín, contrabajo y bandoneón?
–La verdad es que no somos una Orquesta de virtuosos, ni nos interesa serlo, porque lo que se hizo no se puede superar. Ya está todo hecho: Paganini se murió, Troilo y Piazzolla también... con la Fernández estamos en otra búsqueda, que es la de acercarle el tango a la gente. Mostrarle que se puede hacer un tango nuevo convencido de lo que uno está haciendo, siempre respetando que la música tiene que estar perfectamente escrita dentro de lo que son los cánones del género. Nosotros usamos las armas que queremos para dar esta batalla, para seguir haciendo esta música de museo.
–¿Le gusta el tango electrónico o, mejor dicho, la electrónica aplicada al tango?
–Es una idea feliz. Me parece importante que exista la electrónica en el tango, aunque nosotros estemos yendo para otro lado. Nosotros estamos en la trinchera, porque el tango tiene que ver con lo social, y siempre trata de ser apagado por los gobiernos. En la 2 x 4 están tratando de no bajar línea en un montón de cosas. Por eso el tango nunca va a lograr niveles de popularidad, onda llenar River... Va a ir llenando pequeñas plateas o baños de River, pequeños lugares que van haciendo al sostenimiento de una cultura. Los que tienen que hacer algo por esto se llenan la boca pero no lo hacen. Sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, donde se nota que no hay un aporte hacia esto. Incluso, parece que disfrutaran de cerrar lugares donde se hace tango de verdad, lejos de la boludez y cerca de la gente.
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