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Lunes, 6 de marzo de 2006

MUSICA › LA “GRAN MILONGA AL AIRE LIBRE” CLAUSURO EL FESTIVAL DE TANGO

Para sacarle viruta al Obelisco

En una noche coronada por la Selección del Tango, el centro porteño albergó el sábado a 20 mil milongueros de ley.

Cuatro grandes orquestas con un repertorio bailable, y una propuesta bien concreta: ¡a milonguear! El sábado, a pocas cuadras del Obelisco, el asfalto y las veredas del centro porteño fueron por unas horas una milonga con menos ortodoxia y etiqueta que las normales. Y fueron muchos los que se sumaron, no sólo poniendo los oídos, también en círculos improvisados de bailarines extendidos por Diagonal Norte. La Selección Nacional de Tango que integran maestros como Leopoldo Federico, Ernesto Baffa y Julio Pane, el actual Sexteto Mayor, la Orquesta Escuela de Tango y la Orquesta de Lisandro Adrover hicieron bailar a un público que mostró entusiasmo y conocimiento festejando no sólo los temas, también los compositores, y donde se mezclaron muchos extranjeros. Los cantantes invitados (el veterano Alberto Podestá y el ex niño prodigio Guillermo Fernández) también tuvieron sus hinchadas propias. Susana Rinaldi, que también estaba anunciada, suspendió su actuación a último momento por una descompostura.

La “Gran Milonga al Aire Libre” ya es un clásico en cada cierre del Festival de Tango. Año a año, los asistentes parecen ir desinhibiéndose y entregándose más el baile. O quizás el baile, ese primer motor del boom tanguero, fue naturalizándose cada vez más en el panorama del género. El público que copó dos cuadras por Diagonal Norte, desde Maipú hacia el Obelisco (según los organizadores, eran unas 20 mil personas) se las ingenió para armar círculos milongueros esparcidos por diferentes zonas, en el pavimento y en las veredas. Y si las milongas tienen reglas no escritas pero potentes que indican, por ejemplo, que el sentido de circulación es uno y sólo uno, que los zapatos deben ser los adecuados y que el que va a mirar y no a bailar está cerca de hacer el ridículo, aquí esas reglas pueden quedar entre paréntesis por un ratito. Claro que el tango siempre sostendrá ese gesto solemne que lo diferencia, por ejemplo, del folklore, y aquí sigue quedando en claro que esto no es ningún juego: relajado o no, acá sólo baila el que sabe, formado en la milonga o en la academia. Y ojo con intentar cruzar cada uno de esos círculos donde ocurre el milagro del baile: la pista del 2 x 4, aún improvisada sobre un pavimento sucio, sigue teniendo algo de sacro.

Pero el espíritu, de todos modos, es otro que el de los boliches preparados para el baile, quizá más cercano al de esa milonga de los clubes de barrio, que muchos congelaron en esa foto a la que siempre se quiere volver. El bailarín profesional Juan Gómez, que llegó desde Bogotá haciendo coincidir su viaje con este festival, está impresionado por la diferencia. “Mira lo que es esto: aquí no se baila una milonga, es un verdadero baile. Lo bueno es que cada uno puede hacer lo que realmente quiere, vestirse como quiere, bailar con quien le da la gana... Esto es más espontáneo, no está cuadriculado”, grafica, entusiasmado. Todavía sorprendido porque sólo un día antes vio este mismo lugar cargado de oficinistas apurados, y ahora parece asistir a un cambio de escenario teatral, se extiende con los amigos argentinos que conoció por Internet sobre ese tópico tan nacional de “Cómo nos ven en el exterior”. Todos rondan los 20 y de algún modo forman una comunidad virtual planetaria con un tema en común: el tango.

A unos metros, se escucha chapucear en inglés básico a un grupo que se adivina multicultural. Hay brasileños, argentinos, uruguayos, israelíes, estadounidenses y noruegos, y el contingente tanguero se armó en un hostel que se llama, claro, Tango In. La uruguaya Velia Sánchez se asume como vocera del grupo y cuenta que el desafío inmediato es conseguirle pareja a Adriano, el suizo, que se declara harto de la música tecno y “fascinado” con el tango. Claro que Adriano ya tiene claro su objetivo y dedica todos los halagos a Sofía, la hija adolescente de Velia, que llegó hasta aquí para tentar suerte con su carrera de modelo. También acá, por encima y por debajo del cliché del “tango-pasión”, cada cuerpo pide pista como puede, o como lo dejan.

Mientras tanto, sobre el escenario, la música arremete con repertorios bailables que pasan por clásicos y super clásicos del género, y el erudito aplaude no ya al intérprete, sino al autor: “¡Qué grande Bardi!”, “¡No hay con qué darle a Arolas!”, sientan posición los fanáticos. Emilio Balcarce dirige la Orquesta Escuela, destinada a formar a las nuevas generaciones de músicos en los distintos estilos de las grandes orquestas históricas, y hay una sonrisa de disfrute mientras mueve las manos con una batuta invisible. El final es con su tango La bordona, y se oye un aplauso emocionante. El Sexteto Mayor, ahora dirigido por Walter Ríos, muestra un repertorio con arreglos que en su mayoría pertenecen a José “Pepe” Libertella, el pilar del grupo fallecido el año pasado.

Llega la Selección Nacional de Tango, esa suerte de dream team tanguero que es presentado como tal: “Los goleadores”, “la delantera”, explica el locutor, son Leopoldo Federico, Julio Pane, Ernesto Baffa, Walter Ríos, Carlos Corrales y Pablo Mainetti, en la fila de bandoneones. En la defensa formará gente como Mario Abramovich, Horacio Cabarcos, Pablo Agri y Nicolás Ledesma. En la dirección y los arreglos de los distintos temas irán rotando, como siempre, diferentes maestros. En primera fila, pegado a la valla y pegando gritos de excitación como si asistiera al recital de U2, Jorge Ferrari, un “milonguero de años” dice que llegó a las 8 para conseguir este lugar, y que los pies le quedaron a la miseria, pero valió la pena. “Esto es un lujo”, resume, señalando al “gordo” Federico. Son las dos de la mañana y los shows en vivo terminan, pero habrá una hora más de tango a cargo de DJ’s. Entonces quizás haya tiempo para un corte o una quebrada que logre distraer a esa suegra tan hospitalaria con los extranjeros. Mientras tanto, la organización del comienza su propio festejo: este año, el Festival cosechó nada menos que 175 mil espectadores. Mucho más que dos por cuatro.

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