MUSICA › CARLOS CUTAIA PRESENTARA SU DISCO LA CINTA ROBADA EN THELONIUS
El ex tecladista de Pescado Rabioso y La Máquina de Hacer Pájaros acaba de publicar el cuarto álbum de su saga tanguera, dividido en lados A y B, como antes. La primera parte son versiones de tangos tradicionales; la segunda, un viaje onírico por Buenos Aires.
› Por Cristian Vitale
Parece una foto vieja. La calvicie del que está detrás, en la última mesa del bar, no delata el paso del tiempo. Es casi la misma, sin los pocos pelos que le quedaban entonces, la que reluce entre las melenas de Luis Alberto Spinetta, David Lebón y Black Amaya en una de las tapas alternativas de Pescado II, el doble glorioso de los gloriosos Pescado Rabioso. Carlos Cutaia, pianista, tecladista y compositor horneado en el Di Tella, que de la música contemporánea pasó al rock, que del rock pasó a la clásica, que de la clásica pasó al jingle y que del jingle pasó al tango –y que hoy es todo junto, al cabo– pone en movimiento la foto... La desplaza 36 años. “Fue como volver en el tiempo, pero estaba todo ahí”, se expide sobre un hito latente: el regreso de Pescado Rabioso en Vélez, en la noche del último diciembre en que Spinetta decidió reunir a sus Bandas Eternas. “¿Qué loco, no? ¿Cómo olvidarlo? Cuando me enteré estaba en Cádiz y no pude asistir a los primeros ensayos. Cuando volví, lo único que pedí fue un Hammond una semana en casa y estaban todos los temas ahí, bien cerca. Enseguida cayó la ficha”, evoca, con la memoria asentada en el corto plazo.
–¿Para cuándo el DVD del recital que espera medio país?
–El otro día estuve mirándolo en la casa de Luis, es impresionante.
Cutaia toma un camino lateral y congela la respuesta. Opta por virar la atención a lo que le compete en estos días: el lanzamiento de La cinta robada, cuarto disco de su saga “tanguera” –Para la guerra del tango, Sensación melancólica y Buenos Aires ensimismado son los anteriores–, que mostrará hoy y el próximo viernes en Thelonious (Salguero 1884). Se trata de un disco heterodoxo para el género, concebido a la manera de los viejos vinilos, con lado A y lado B, que mezcla su propia visión sobre tangos tradicionales (“Derecho viejo” y “El Marne”, de Eduardo Arolas) con un “idioma Cutaia” complejo de definir. “Es un paso más en lo que vengo haciendo, la búsqueda de un lenguaje que no sé bien qué es, pero que mi fantasía indica como una música de acá, de Buenos Aires, en la que el elemento esencial es el tango.”
–Escribir sobre música es como bailar de arquitectura, decía Frank Zappa...
–(Risas.) Sí, es medio complicado, pero creo que mi intento pasa por una esencia musical relacionada con el ritmo del tango, con la manera de frasearlo y sus líneas melódicas y, dentro de eso, mis armonías y síncopas. Digamos que no me quedo en el 2x4, sino con una cosa más esencial... Es como un punto de partida.
La cinta robada cuenta con los aportes de Ezequiel Cutaia –su hijo, que habitualmente toca funk– en contrabajo y Daniel “Pipi” Piazzolla y Sergio Verdinelli intercalándose en la batería. El álbum es un intento, minimal en su instrumentación, que no descarta, aunque solapadas, las influencias que el también ex tecladista de La Máquina de Hacer Pájaros acumuló en su devenir: un poco de jazz, otro de rock, alguito de clásica y de contemporánea, que se conjugan en un viaje “literario-musical” con el eje puesto en la nostalgia. “Este es el lado A”, señala. El B, conceptualmente distinto, conforma un solo tema subdividido en siete: “Siete piezas en un tiempo para cinta, piano y batería”, en el que la historia sucede en una Buenos Aires onírica, metida entre sueños. “La verdad es que me sentí como si estuviera narrando... En vez de escribir un cuento o una novela, me sentí narrando con la música. Así lo concebí y pienso que el disco, en su totalidad, es muy cinematográfico. Incluso, estoy viendo si se puede armar una especie de guión para cine, por esto de una Buenos Aires onírica, extraña, que me encantaría poder plasmar en imágenes.”
–¿Cuándo se produjo su punto de inflexión con el tango? Usted forma parte de la historia del rock, a través de Pescado y La Máquina, o de la música contemporánea, y aún puede sorprender que ya tenga cuatro discos con el eje puesto en el género...
–Me parece que el tango siempre me persiguió, pero apareció por primera vez en el ’82, cuando hice mi primer disco solista con Oscar Moro: Ciudad de tonos lejanos. Ahí tengo un tema que se llama “Dos minutos clavados”, un tango con un título re tanguero. Después, hice el disco electrónico con “Sensación melancólica”, cantada por mí y paré, hasta que en los ’90, luego de estar sumergido en la música publicitaria y en la académica, empecé a programar tango en computadora. Me definí. En esta parte del trayecto, puedo decir que dejé la compu un poco de lado, porque mis trabajos anteriores están todos mezclado en protools, mientras éste lo trabajé analógicamente, como en los viejos tiempos. Digamos que el tango siempre estuvo conmigo, la diferencia es que ahora puedo concretarlo, bajarlo del mundo de las ideas.
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