MUSICA › EL DUO COPLANACU CELEBRA SUS VEINTICINCO AÑOS DE TRAYECTORIA
La dupla santiagueña conformada por Julio Paz y Roberto Cantos está a punto de publicar un doble CD con DVD del que participan Raúl Carnota, Luis Salinas, Diego Arnedo, Los Carabajal, el Chango Spasiuk, La Chilinga, Arbolito y Verónica Condomí, entre otros.
› Por Cristian Vitale
“Meta”, dice Julio Paz en santiagueño puro, mientras intenta un rápido testeo mental que lo ayude a condensar, en pocas palabras, veinticinco años de música. Igual procede su otro yo, Roberto Cantos, y le caen mejores recuerdos. O más puntuales, al menos. El primero es fundacional: Cosquín, 1986, momento en el que el Dúo Coplanacu irrumpe por primera vez –cuña amiga mediante– en el festival de festivales, justo la misma noche en que Atahualpa Yupanqui se despedía. “No nos animamos a saludarlo, porque estaba bastante fastidioso... Iba todo el mundo a pegarle palmadas en la espalda y eso. Pero fue un evento estimulante para nosotros, pese a que no nos conocía nadie. De hecho, recién volvimos a Cosquín después de cinco años”, evoca Cantos. El segundo recuerdo es de trece años después. En 1999, al momento de grabar Desde adentro, su cuarto disco, recibieron el aporte de Sixto Palavecino y Mercedes Sosa. “Fue como una experiencia alucinógena, como estar en un pedo muy raro... La veía a Mercedes cantar ‘De noche’, un tema mío, y la emoción era tanta que no podía pensar ni hablar”, sigue el guitarrista y compositor.
Las fichas caen redondas ante un número redondo. Los Copla festejarán su aniversario esta noche en el Teatro Opera (Corrientes 860) junto a algún invitado de los que forman parte del tríptico (2CDs + DVD) que será publicado en breve. La lista de convidados bien puede marcar el tercer mojón importante de un trayecto de ocho discos y mil conciertos: Raúl Carnota, Luis Salinas, Los Manseros Santiagueños, Los Carabajal, el Chango Spasiuk, el Chango Farías Gómez, Raúl Barboza, La Chilinga, Arbolito, Melania Pérez y Verónica Condomí, entre ellos. “También está el chango Arnedo, de los Divididos. Ha tocado el bombo y me ha regalado los palos”, vuelve Paz, bombisto y cantor, dando cuenta de su “meta” inicial, y lo completa: “Una constante en nosotros es que, en cada frase que cantamos, hay como una reflexión paralela a la emisión. Los sonidos y las palabras te llevan para atrás, te llevan a perfumes, imágenes, sensaciones o recuerdos. Siempre hay una interconexión con todo lo que pasó... El canto es como la punta de un iceberg de todo lo que uno ha vivido. Es como la resonancia de nuestras vidas”.
–Que en su caso está muy asociada al monte santiagueño y a las vivencias rurales...
Julio Paz: –Es que nací en la ciudad de Santiago, pero me crié en los pueblos del interior, siguiendo los pasos de mi papá, que trabajaba en un banco y lo pasaban de sucursal en sucursal. Era la época en que Santiago era monte y los caminos eran de tierra. En vez de haber la cantidad infernal de motos que hay hoy en los pueblitos, la gente iba a caballo y nosotros, de niños, teníamos que ser cuatro o cinco para abrazar un quebracho o un algarrobo. Eso no sólo no se olvida, sino que se transforma en el vértice de cada frase que uno canta.
–También influye el componente urbano... Más allá de esas vivencias de monte, que de alguna manera se traducen en sus temas, el Dúo es un proyecto básicamente de ciudad. Se ha hecho conocido a fuerza de tocar en guitarreadas urbanas o peñas universitarias de Córdoba y Rosario.
J. P.: –No he perdido contacto con lo rural, siempre tengo mis escapadas a caballo en Córdoba. Necesito tener un caballo. Aunque no lo monte durante un año, necesito tenerlo como compañero de vida. Pero sí, la ciudad es la ciudad y me ha dado alegrías. La emoción muchas veces pasa por la velocidad de las ciudades, por la sordidez o la alegría que hay en ellas. Tanto en el campo como en la ciudad está el hombre, con su alta gama de emociones.
–¿Nunca se les ocurrió, teniendo en cuenta estos factores “ambientales” y culturales, transformar al dúo en una formación más amplia que incluya instrumentos eléctricos? Si bien hubo algún intento, el desarrollo del estilo fue por el lado del minimalismo folklórico de bombo y guitarra.
J. P.: –Cuando empezamos a cantar, casi nadie enchufaba una guitarra para tocar folklore y no-sotros no le teníamos miedo... De hecho, hemos tocado con Andrés Acuña, del grupo Vinales, con teclados electrónicos. Pero es cierto que nuestra búsqueda fue por el lado de la raíz, de una cierta pureza que a mí no me impide escuchar a Calle 13, música clásica, tango, flamenco o rock argentino. Me gusta toda la música que se hace honestamente.
Roberto Cantos: –También está el tema de la autogestión, ¿no? Cuando empezamos, éramos nuestros propios agentes de prensa, nuestros propios plomos, sonidistas, cobradores y managers. Durante muchos años hemos salido a pegar afiches por las calles antes de tocar. Nos enorgullece el camino de la autogestión, cuando, hoy por hoy, hay changos que recién empiezan a tocar y ya piden un asistente o un plomo.
–¿Cómo han logrado coexistir veinticinco años sin “morir” en el intento?
R. C.: –Hemos tenido muchos conflictos, incluso algunos serios. Pero uno tiene que ir flexibilizando y aprendiendo a tolerar, a respetar, a procurarle al otro un espacio propio, y a defender de buena manera el espacio propio de uno.
–¿Han recurrido a algún tipo de “terapia de pareja”?
R. C.: –(Risas.) No. Pero en su momento, cada uno ha hecho terapia por su lado.
–Pappo y Vitico resolvían sus conflictos a las piñas y después se tomaban una cerveza juntos...
R. C.: –Es una buena manera, sí, bien heavy (risas). Pero yo no sé pelear. Me hacen recontra cagar en la primera de cambio y eso me obliga a pilotearla de otra manera. Por suerte, porque con esos métodos el Dúo no hubiese pasado los diez años.
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