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Jueves, 11 de noviembre de 2010

MUSICA › PAUL MCCARTNEY MARAVILLó OTRA VEZ AL PúBLICO ARGENTINO

Todo lo que necesitas es a Paul

El cantante repasó en River canciones de buena parte de su carrera, con el acento lógicamente puesto en las que firmara junto a John Lennon en The Beatles. Unas 46 mil personas disfrutaron durante casi tres horas de un concierto imposible de borrar de sus memorias.

 Por Eduardo Fabregat

Cuestiones de números, de fechas: el martes se cumplieron 49 años del mediodía en que un tal Brian Epstein bajó a ese “sótano lleno de ruido” y se encontró con la banda a la que ayudaría a convertirse en leyenda. Este año se cumplieron 40 años de la separación de aquella leyenda, cuyas canciones conservan una vitalidad asombrosa. Ayer se cumplieron 16 años y once meses de la primera visita de un Beatle a la Argentina, aquel New World Tour que conmovió al estadio de River. Y anoche, también, toda cifra y toda fecha quedó reducida a nada cuando Paul McCartney, Paul ‘Wix’ Wickens, Brian Ray, Rusty Anderson y Abe Laboriel Jr. pisaron el escenario del Monumental de Núñez bañados por la estremecedora ovación de una cancha agotada desde el mismo día en que se pusieron en venta las entradas. El contexto lleva a esta clase de alegorías: puede decirse que el Beatle tenía ganado el partido desde el vestuario. Pero la conmoción de comprobarlo tuvo, aun así, proporciones épicas.

Macca, viejo zorro de este asunto, sabe qué es lo que quiere su gente. Por eso se dio el gusto de abrir la fiesta honrando a Wings con el medley de “Venus and Mars/Rock show/Jet”, canciones que a pesar de sus valores fueron el aperitivo, el trago inicial antes del primero de los muchos temblores colectivos que anoche recorrieron Núñez: bastó que Paul se acercara al micro y largara “Close your eyes and I’ll kiss you/ tomorrow I’ll miss you...” para que todas las piezas encajaran en su lugar, para que la multitud se dejara ganar por el inenarrable placer de tener enfrente a un Beatle cantando a The Beatles. “All my Loving” fue como el verdadero puntapié inicial de una velada que quedará clavada en la memoria por siempre, y no solo por las dudas que abre la posibilidad de alguna visita futura de Macca, no solo por una lista en la que 22 de las 32 canciones pertenecen al universo Beatle. Para quien vio el show de 1993 y el de anoche, hubo también una diferencia sustancial: este quinteto tiene en sus espaldas más de 200 conciertos, algo que se traduce en un labor sólida como una roca, una cohesión que es el perfecto vehículo para esas canciones inoxidables. Y que tiene, sin dudas, un espíritu más rockero, más visceral que aquélla.

Y el zurdo lo sabe. Apoyado en ese impecable sostén instrumental y con una puesta en la que las imágenes sirven como pinceladas emocionales –sean de los años dorados de Liverpool o de Wings–, el músico de 68 años transita el escenario con la sapiencia de los años. Dedica una parte de la lista a Band on the Run, el disco que está reeditando en estos días en lujosa versión remasterizada, y que sirve tanto para rescatar canciones como “Nineteen Hundred and Eighty-Five” y “Let ‘Em In” (donde, lógicamente, el público se tomó un respiro) como para arrancar con “Let Me Roll It” y cerrarlo con una rendición al “Foxy Lady” de Jimi Hendrix. Se permite incluir un par de canciones de Electric Arguments, de su side project The Fireman (como la fogosa “Highway”), dedicando esa primera parte del show a saldar cuentas con el material si se quiere menos “esperado” antes de ir al hueso de su carrera.

“Hola Buenos Aires, hola porteños”, había saludado antes del primer clásico, coloreado por imágenes de A Hard Days’ Night. Apelando a un ayudamemoria en el piso, después señalaría que “estamos muy contentos de estar aquí de nuevo”, y elevaría un poco la temperatura de ese segmento no–Beatle informando, antes de “My Love”: “Escribí esta canción para Linda, pero esta noche es para todos los enamorados”. En el medio, el pase al piano para “The Long and Winding Road”, dejó a algún veterano lagrimeando.

Pero ése fue sólo el arranque de un paquete de emociones fuertes, la seguidilla de “I’m Looking Through You”, “Two of Us” y una versión de “Blackbird” con Paul solo y su guitarra, en la que el paso del tiempo agrega algo de dramatismo a su voz, galvanizando la noche. Mientras otro veterano mira el reloj, se percata que apenas se acaba de arribar a la primera hora de concierto y no puede dejar de preguntarse cómo hará para resistir lo que vendrá, el protagonista está presentando “Here Today”, la canción que imaginó como “un diálogo que nunca tuve con mi amigo John”. Por eso, seguramente, la banda vuelve para “Dance Tonight”, de ayer nomás, del Memory Almost Full de 2007. Y de allí nuevamente a Band on the Run con “Mrs. Vanderbilt”... solo como preparación del terreno para el primer momento en el que, de verdad, la cosa se pone espesa.

¿Habrá algún tipo de explicación posible para las miles y miles de pieles erizadas porque explotan esos violines y esas voces, cuando “Eleanor Rigby” convierte a River en un caldero de emociones, tal que la gente ni se acuerda de levantar sus pantallitas de celular? Once a Beatle, always a Beatle: toda frontera temporal desaparece y todos vuelven a ser jóvenes, y los que son jóvenes hoy se encuentran mágicamente transportados al primer momento en que escucharon una de las más soberbias canciones de la banda que lo cambió todo. Y para coronarlo, Macca toma el ukelele y la pantalla que sirve de telón de fondo es un enorme George Harrison, y “Something”, la canción que alguna vez Frank Sinatra presentó como “la más hermosa de Lennon y McCartney”, viene a recordar el rol nada menor de “Georgie” en el cuarteto.

El clásico de Abbey Road es, podría decirse, la puerta de entrada a la segunda mitad del show, la hora y media final. Y esa última hora y media del Up and Coming Tour es, sin vueltas, un desafío al corazón. Otra enérgica canción de Fireman (“Sing the Changes”) y el mejor caballito de batalla de Wings, “Band on the Run”, dejan todo material “extra” detrás, y el estadio se prende fuego. Ese fuego será literal con el infierno desatado de “Live and Let Die” (qué vivos estuvieron los Guns N’ Roses...), pero lo demás será a todo Fab Four. La cabalgata Beatle que todos vinieron a buscar, que sólo se detiene para las pausas salvo entre las dos series de bises. El momento en que McCartney adopta un gigantismo que nada tiene que ver con las pantallas: es su estatura musical presentada de la manera más contundente posible. Con las ganas intactas a pesar de tantos años y tanta carretera, Macca encara el homenaje a John Lennon encerrado en el combo “A Day in the Life / Give Peace a Chance”, y ya no parece dispuesto a dar respiro. La banda se desboca en la festiva “Paperback Writer”, en “Back in the USSR” y una rockerísima versión de “I’ve Got a Feeling”.

Y la pólvora de los fuegos de artificio de aquella banda de sonido de James Bond todavía flota en el aire cuando “Hey Jude” convoca a ese momento épico por excelencia, mil veces escuchado y sin embargo incapaz de hartar: basta hacer un lento paneo, ver ese mar de gente de pie, elevando los brazos para un coro inmortal. No puede ser otra cosa que el primer final. Hay más. Todavía hay más.

Y así, Núñez estalla una y otra vez con mas leyendas musicales, con la potencia pop de “Day Tripper” y la furia de “Helter Skelter”, con el galope de “Get Back” y ese final apoteósico de “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band Reprise” y el adecuado final de “The End”, en el que ya no importa si Paul a veces se pasa de “comprador”. A esa altura, en rigor, ya no importa nada. Ni el pasado ni el futuro: todo es puro presente. McCartney conquistó Buenos Aires, otra vez. Una noche en la vida.

10-UP AND COMING TOUR

Músicos: Paul McCartney (bajo, guitarra, teclados, voz), Paul ‘Wix’ Wickens (teclados), Brian Ray (guitarra, bajo), Rusty Anderson (guitarra) y Abe Laboriel Jr. (batería).

Público: 60 mil personas.

Duración: 180 minutos.

Lugar: Estadio de River Plate, miércoles 10 (repite esta noche).

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Imagen: Bernardino Avila
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