Vie 12.11.2010
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MUSICA › LUIS SALINAS PRESENTA SIN TIEMPO, EN EL ND/ATENEO

Ser uno mismo para ser libre

El notable guitarrista grabó temas de distintas épocas, propios y de otros, hasta que se dio cuenta de que tenía en las manos un disco triple, en el que pasa de la acústica a la eléctrica, y canta a su modo personal.

› Por Cristian Vitale

Luis Salinas toca casi dos horas y no habla. Apenas canta dos canciones (una suya, otra no) y lo demás es una mezcla de inspiración, virtuosismo y generosidad instrumental. Los músicos (Javier Lozano, Martín Ibarburu y Christian Gálvez) “son” junto a él. Incluso Juan, su hijo de 11 años, juega para el equipo. “Ser objetivo con el hijo de uno es muy difícil... Sólo digo que tenerlo acá es un acto de amor”, soltará, consumado el recital, sobre el pequeño percusionista en ciernes. El marco, al que se agrega Lucho González para un final festivo y caliente (“6 por 8”), es la presentación parcial de su primer disco en cuatro años: Sin tiempo, tríptico que sucede al quíntuple de música argentina que le valió, en su tiempo, un Gardel y una nominación al Grammy. Parcial porque lo que se escuchó en el ND Ateneo (Paraguay 918) el viernes pasado fue la parte acústica de un trabajo que el guitarrista decidió dividir en dos: unplugged y plugged. El set eléctrico lo mostrará hoy a las 21, en el mismo lugar. “No fue algo preconcebido... Fue dándose así en el estudio. Me gusta tocar las dos violas por igual y me expongo entero”, afirma ante Página/12.

–¿Por qué no habla durante sus recitales, ni siquiera para mencionar el nombre de temas nuevos, que la mayoría desconoce?

–Es cierto (ríe), soy mal vendedor de mis temas. Voy a tocar y no los anuncio, y la gente muchas veces cree que son de otros. Los doce discos que hice, exceptuando el de música argentina, tienen temas míos, pero no salgo a hablar de eso. Me considero un guitarrista que compone y toca, listo. Es lindo ser uno, y cuando se es uno, se es libre.

Sin tiempo, grabado en el estudio de Lito Vitale y mezclado en La Diosa Salvaje –el búnker de Spinetta–, opera como un mosaico de géneros, una especie de suma acotada de lo que Salinas –excepción hecha del período de música argentina– abrevó y pasó al acto desde los idílicos tiempos de Oliverio hasta el presente: bolero, salsa, funk, blues, rock y jazz. Un triple que, además del péndulo acústico-eléctrico, incorpora una tercera pata bajo el nombre de Bonus con “Para el Churry y el Tomate”, una gemita compuesta para Tomatito y Diego Amador –con la participación de ambos– que es de las que más brillan entre las 25. “Fue volver a grabar otras cosas que me gustan... Tenía temas ya compuestos, otros más nuevos, y cerró redondo, porque lo grabé en el estudio de Lito y lo mezclé en lo de Luis. Siempre fui un gran admirador del trío Vitale-Baraj-González, lo seguí desde los boliches hasta el Luna Park... Y lo de Spinetta fue una de las cosas más lindas que me pasó en mi carrera, porque él es como si fuera Miguel Angel, qué sé yo, un tipo que está en otra cosa. Llegábamos al estudio, nos recibía, compraba medialunas y no se llevaba ninguna... ¡se la teníamos que dar nosotros! Entraba al estudio y le daba luz a todo. Cuando tuvimos que dejar, me agarró un vacío tan grande que no sabía cómo seguir. Fue increíble. Conocí bien de cerca al artista único que es él, y a la persona, su sencillez y grandeza. No sé, un nuevo amigo.”

–El disco trae un tema con la firma de ambos: “Y aparece tu piel”.

–Nació así: estaba viendo el DVD de Mercedes Sosa con mi hijo y, cuando terminó, le pregunté qué era lo que más le había gustado. Me dijo “Spinetta” (“Barro tal vez”) y fue un disparador. Lo llamé a Luis para presentarle a Juan, le mostré una música, le gustó y me dijo “si es aceptado, podemos mejorarlo”. Me metí en la cabina y cuando terminamos de grabar le dije: “Luis, gracias por hacerme escuchar un sueño”. Le puso una letra impecable.

–¿Por qué Sin tiempo?

–Muy gracioso: estábamos volviendo de Córdoba con la Trafic, escuchando uno de los temas eléctricos, y le digo a Lozano: “¿Viste? Está tocado como si fuera ahora o nunca”. Y él me contestó: “Claro, porque no había tiempo”. La toma era ésa porque no había tiempo. Además, musicalmente tiene cosas de diferentes momentos, cosas que son de hace mucho, otras de hoy y hasta un rock and roll que tocaba cuando escuchaba a Jan Hammer y Jeff Beck. También homenajes como “Dejame ir”, de Mike Ribas y Chico Novarro. Conocí a Mike y me pareció un tipo muy maravilloso. Cuando me enteré de que había fallecido de una manera horrible me pegó muy mal, y lo grabé como tributo.

–“Encontrarte y elegirte” es suyo, pero comparte un rasgo con el tema de Ribas y Chico: ambos son boleros y están cantados por usted. ¿Se siente más cómodo cantando ese género o es aleatorio?

–En realidad, mi manera de cantar es loca: cuando canto un tango me sale medio abolerado y cuando canto un bolero me sale medio tangueado (risas). Hace un par de días me compré un disco de José Feliciano, de cuando andaba con el perro, y recordé que empecé a cantar boleros cuando lo escuché a él. Esa cosa del tipo tocando la viola y cantando boleros me pegó mucho. Después, con el tiempo me vino la onda de cantar.

–Le costó mucho, dijo una vez.

–Claro, me costó. Después de vivirla, de estar, empecé a cantar alguna zamba o algún tango. El mejor elogio que tuve fue uno de Mercedes Sosa: cuando hice lo de Música argentina, ella me dijo “Cuando cantás, no querés ser el santiagueño o un tucumano, querés ser vos”. Y todo lo que hago es así. Jamás podría decir que canto bolero como los boleristas, o tango como un tanguero... Canto como me sale.

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