MUSICA › MARCELA ROGGERI TOCARá PIEZAS DE GUASTAVINO Y PIAZZOLLA EN LA VILLA OCAMPO
La pianista, que reside en Francia, grabó allí sendos discos con temas de sus compatriotas. “Es música que me acunó”, asegura, ya que a su madre le gustaba el folklore y a su padre, el tango.
› Por Diego Fischerman
Para Marcela Roggeri, pianista y discípula de Bruno Gelber, sus dos últimos discos se relacionan con el mundo musical de su infancia, con lo que escuchaban su padre y su madre. Grabados en Francia, en uno toca música de Gustavino, junto al clarinetista Florent Héau, y en el otro piezas de Astor Piazzolla, algunas de ellas transcriptas y otras, como la “Suite”, escritas originalmente para piano. “Es música que me acunó –le dice a Página/12–. Mi madre es salteña y siempre adoró el folklore, y mi padre, a quien el folklore no le interesaba, amaba al tango”, cuenta Roggeri, que dedicó cada uno de estos discos a cada uno de ellos y que los presentará este sábado en Villa Ocampo (Elortondo 1837, a la altura de Av. Del Libertador 17400, Beccar) como parte del ciclo Siete Noches.
“Guastavino siempre me gustó por la simplicidad de su música pero, sobre todo, porque a medida que uno se va adentrando en él se descubre que detrás de esa llaneza hay mucha profundidad y que la armonía, por ejemplo, no es nada sencilla –asegura la pianista–. El conjugó muy bien el modernismo con las raíces del folklore. Piazzolla es, desde ya, mucho más conocido en Europa. Pero me interesaba mucho hacer esta música junto a intérpretes europeos, como Florent –que también participará de la presentación en Villa Ocampo– porque ellos tienen una perspectiva totalmente diferente sobre estas músicas y descubren cosas que nosotros, quizá por tenerlas tan cerca, no vemos. Tenemos tan metidas canciones como ‘Se equivocó la paloma’, o ‘Pueblito, mi pueblo’, que ya es casi como si no las escucháramos. Otra visión nos lleva a volver a registrarlas; a escucharlas nuevamente como la primera vez.”
Roggeri, que vive desde hace tiempo en Francia, habla de un disco editado hace unos años, donde la notable cantante Bernarda Fink cantaba canciones de compositores argentinos, y de la sorpresa del público europeo frente a Guastavino. “Incluso los ingleses, que son mucho más afectos a lo que suena modernista que a lo que pone lo melódico en primer plano, se fascinaron con este repertorio”, comenta. Y destaca el uso del clarinete, “un instrumento tan cercano a la voz”. Guastavino no sólo compuso obras para clarinete y piano, sino que él mismo realizó transcripciones de algunas de sus canciones para este instrumental. Roggeri, cuyo disco anterior, también editado en Francia, recorría la obra para piano de Sofía Gubaidulina, encuentra, en el repertorio de sus dos nuevos discos, un camino que la hace sentir “de vuelta al hogar”. Y cuenta que la distancia, paradójicamente, la acerca. “Nunca dejé de volver todos los años a la Argentina pero, aun así, cuando se vive afuera se necesita sentirse argentino. Esta música, en todo caso, me une a mi país.” En ese sentido, la pianista podría acordar con eso de que la patria es la infancia.
“En mi caso, la búsqueda de estas raíces tienen que ver con una cuestión absolutamente personal. No hay cálculo. Tal vez al sello discográfico le interese tener estos discos por el tema del Bicentenario, pero yo ni había reparado en ello. La verdad es que tenía más presente el bicentenario de Chopin. Pero esto no es algo que me pase sólo a mí. Cuando fui a ver a Barenboim a su camarín, después de un concierto en Londres, lo vi con un sombrero puesto y me contó, con orgullo, que es igual al que usaba Carlos Gardel. Y él antes no expresaba con demasiado énfasis su ligazón con la Argentina. Martha Argerich, lo mismo. Se ha ido acercando en los últimos años. Esa manera tan afectiva es muy nuestra: los franceses son más intelectuales, los alemanes son muy críticos; no-sotros nos acercamos desde el afecto.” Roggeri, así como oponía el modernismo a la melodía, aclara que “el modernismo me interesa y de hecho hago muchísimo repertorio nuevo, pero hay momentos en que uno necesita encontrarse con una parte más íntima de uno mismo; más ligada, en todo caso, a la melodía, a lo vocal”. Destaca, además, que “siempre es un placer tocar en la Villa Ocampo, que perteneció a una mujer admirable”. En ese lugar, actualmente perteneciente a la Unesco, Roggeri ya se presentó en años anteriores. “Ese es el piano que tocó Stravinsky, cuando se alojó en esa misma casa, y es un placer sentir que se está en un lugar tan habitado.”
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