MUSICA › ENTREVISTA A BENJAMIN BIOLAY, QUE CANTA HOY EN EL HOT FESTIVAL
El cantautor francés, clave en lo que se conoce como nouvelle chanson, asegura que toda su obra se basa en la relación entre amor propio y empatía con los demás. “El tejido social está muy dañado y hace falta una revolución verdadera”, advierte.
› Por Luis Paz
“La sensación que tengo cuando estoy aquí es que en otra vida habité Buenos Aires, que por un nacimiento anterior aparecí aquí. El que tengo con esta ciudad es un estado similar al enamoramiento”, dice el músico, productor y arreglador francés Benjamin Biolay, y no sólo explica con eso la mención a esta capital en su disco La Superbe (donde le dedica tema y un agradecimiento a “mi Buenos Aires querido”). También da a entender por qué disfruta tanto de su cigarrillo pateando las imperfecciones de la vereda de la calle Balcarce al 400, al costado del camino y a la vuelta del local que lo recibirá el martes 23, Samsung Studio, luego de que toque hoy a las 18.50 en el Hot Festival, en Costanera Sur (Av. España 2230).
Esa idea de las vidas múltiples lo posiciona, primero, como un creyente: “Lo soy, absolutamente, pero no soy dogmático”. Y en segunda instancia, implica los múltiples sentidos que La Superbe, su más reciente álbum, doble y publicado aquí, admite como relato del amor y del odio; es decir, como retrato de la electricidad en las relaciones humanas. Biolay fue sindicado como abanderado de la nouvelle chanson a partir de sus colaboraciones con autores de la primera oleada de esa tradición (Henri Salvador, Julien Clerc, Françoise Hardy), por sus arreglos para intentos nuevos en esa senda (las cuerdas del Si de rien n’était de Carla Bruni, por ejemplo); y, naturalmente, también por el sonido y la temática de su propuesta. “Es un título impuesto”, se desmarca. “Yo crecí escuchando a Joy Division, XTC, The Smiths y Los Beatles, no a la chanson”, aclara.
–Sin embargo, se lo inscribe en el marco de la nouvelle chanson que, como la nova cançó catalana de los ’60, implica una ruptura. En aquel caso, se trataba de música moderadamente más libertaria que la canción catalana de los años ’40 y ’50. ¿Usted busca esa ruptura?
–Creo que la ha visto más la industria que aquellos a los que nos han catalogado así. Cuando empecé, en nuestras primeras reuniones con las discográficas nos veían como guerrilleros, pero no teníamos, o yo no tenía, una dirección política consciente ni una voluntad de ruptura: simplemente era la música que queríamos hacer en ese momento. Mi voluntad tenía más que ver con el modelo del hip hop francés, que comenzó como un movimiento underground y se estableció como una alternativa posible.
–Pese a su posición, bastante central en la nueva música francesa, La Superbe fue producido y publicado de un modo underground.
–Sí, y en un estado emocional e intelectual similar al de mis primeros demos. Con la poca perspectiva que puedo tener sobre este álbum, lo seguro es que mi pasión está intacta y que es muy positivo hacer las cosas en una libertad institucional y no crear por obligación contractual.
–¿Se refiere al fin de su relación con EMI? ¿Dejó que se terminara?
–Mi trabajo con EMI era como una pareja que ya no se lleva bien. Ellos no querían trabajar conmigo ni yo con ellos. De la EMI que conocí, sólo quedaba la marca: el director artístico cambió y la gente con la que había trabajado ya no estaba. Pasó lo mismo que con el Partido Socialista.
–Usted apoyó al candidato del PS, Lionel Jospin, en las elecciones de 2002. Jospin fue secretario general del PS casi toda la década del ’80 y le hizo mucha fuerza en segunda vuelta a Jacques Chirac.
–Sí, ya no quedan representantes fuertes. Defiendo al PS como entidad y su dogma, pero no tuvo renovación y hoy ya no propone lo mismo. A mí me gustaría un modelo paneuropeo, una cooperativa transfronteriza.
–Sin embargo, lo que tiene en Francia, como botón de muestra de la política europea actual, es el modelo de un repliegue nacionalista.
–El repliegue identitario en Europa es muy fuerte. Todas las políticas en torno de la inmigración y la integración económica y social son nefastas. Eso está influyendo en las creencias culturales europeas, pero creo que pronto perderán ese combate, porque no tiene un basamento real: si hasta Sarkozy es descendiente de húngaros. Pero hasta entonces, la Francia del Siglo de las Luces es un vago recuerdo. Hoy tenemos una Francia que busca eludir el movimiento inexorable de las civilizaciones.
–¿Cuál es?
–La mixtura, el hecho propio de las civilizaciones en la Modernidad.
–Insólito. ¿No era el país de la igualdad, la fraternidad y la libertad?
–Eso fue nuevamente reemplazado, como en los años ’40, por otra trinidad: trabajo, familia y patria (aquel etnocentrismo capitalista al que el Mayo Francés también se opuso). Hoy, la política de vida en Francia es trabajar más, pero no por una cultura del trabajo, sino para ganar más. Es muy peligroso y, curiosamente, es un slogan bastante transnacional.
–De la Europa actual y Estados Unidos, como para empezar.
–Sí. Es una lástima, realmente. Pero en los países gobernados hace más tiempo por la socialdemocracia, que de social no tiene nada y en lo democrático está en deuda, la credibilidad de esos gobiernos va a caer. La gente está cansada de su política y ellos se lo han buscado. Estaré muy contento cuando eso suceda. Hasta entonces, si bien vivo en unas condiciones privilegiadas, siento el peso de una sociedad desmembrada.
–¿Usted es optimista en cuanto a la posibilidad de recomponerla?
–Me parece complejo, porque el tejido social está muy dañado y hace falta una revolución verdadera, que no ocurrirá mientras la gente se sienta más cercana a un conocido en las redes sociales que a su vecino.
–En sus discos, básicamente, viene analizando a la política de las relaciones sociales. ¿Qué es lo que aleja a las personas?
–Siempre trabajé, creo, la tensión entre el amor propio y el amor por un ajeno. En sociedades capitalistas, cerradas y muy nacionalistas, el amor propio le saca mucha diferencia a la empatía. Si antes era el amor lo que acercaba a la gente, hoy esa unidad está en conflicto con el alejamiento que produce el dinero. Es una realidad muy triste la del mundo de hoy.
–Lo que acerca no siempre es el amor, muchas veces es también la posibilidad de encontrar al amor. ¿Lo que aleja es el dinero o la posibilidad de hacer dinero? ¿Son los billetes o es la especulación?
–Estamos de acuerdo. Y eso es lo más peligroso: no estamos hablando de dinero, sino de un modelo de especulaciones. No estamos hablando de dinero ganado por el trabajo industrial o mediante el trabajo de la tierra, sino de dinero ficticio, de billetes que pueden o no aparecer si nos mantenemos en una burbuja especulativa. La pasión ya nos la quitaron. Y en algún momento, la burbuja va a explotar y ya no nos quedará nada.
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