MUSICA › EL CANTAOR ENRIQUE MORENTE FALLECIó AYER A LOS 67 AñOS
Pasará a la historia de la música popular española por haber sido uno de los máximos exponentes de la renovación del cante. Fue, además, el mejor adaptador al flamenco de poetas como Miguel Hernández, García Lorca, los Machado, Lope de Vega, Guillén y Rafael Alberti.
› Por Karina Micheletto
Será recordado como un renovador del cante jondo, aunque muchas de las bases de la ortodoxia hayan pasado también por su garganta. Ejerció lo más riesgoso de su arte en contra de la corriente de esa tradición que a veces, de tan bien custodiada, corre el riesgo de quedar presa. Ganó un nombre propio –era “Enrique el granadino”, y era también un sello con su nombre y apellido– por marcar siempre pasos hacia adelante, que a veces fueron quijotescos, sin dejar de ser flamenco de pura cepa. El cantaor Enrique Morente falleció ayer a los 67 años, a causa de un infarto cerebral, luego de ser operado de cáncer de esófago en una clínica de Madrid, donde estaba internado desde hacía más de una semana.
Al momento de su muerte seguía siendo una de las voces clave del flamenco, y seguía transitando un alto momento creativo de su carrera. Había trabajado en un disco que pensaba publicar con el nombre de El barbero de Picasso, un homenaje al pintor malagueño que marcaba una continuidad con su trabajo anterior, Pablo de Málaga, grabado en 2008. Y ya tenía ideado el disco siguiente, y una serie de conciertos que quedaron truncos. En febrero del año pasado los argentinos pudieron apreciar la vitalidad de su cante: fue cuando actuó por última vez en Buenos Aires, en la Bienal Flamenca, ante unas 7000 personas y en el marco de un exitoso emprendimiento que mostró tablaos repletos en una ciudad que se declaraba seguidora fiel de las artes y costumbres españolas.
Morente había nacido en 1942 en el granadino barrio del Albaicín, y siendo todavía un chico despertó el interés de Pepe de la Matrona, un cantaor octogenario que había sido alumno de don Antonio Chacón, aquel prócer del flamenco al que la historia del género señala como “el Papa del flamenco”. En esa escuela se moldeó el genio de Antonio, que dejó a su vez descendencia artística: casado con la bailaora Aurora Carbonell, fue padre de tres hijos artistas, entre ellos Estrella Morente, una de las grandes cantaoras surgidas en los últimos años.
Morente pasará a la historia de la música popular española no sólo por haber sido uno de los máximos exponentes de la renovación del cante. Fue, además, el mejor adaptador al flamenco de poetas como Miguel Hernández, García Lorca, los Machado, Lope de Vega, Guillén y Rafael Alberti. Una de sus experiencias artísticas más originales fue el estreno en Granada en 1988 del espectáculo El loco romántico, basado en Don Quijote de la Mancha, que de alguna manera sintetizaba la trayectoria del maestro de Granada.
“Nunca he pretendido innovar, sino crear y expresarme”, había definido su arte en alguna ocasión. “Cuando se intentan nuevas cosas, no todo va a salir perfecto, todo no va a salir bien. Para mí sería mucho más cómodo estar cantando siempre la malagueña de ‘El Canario’, pero me aburre cantar siempre igual”, sintetizaba. En la presentación de su página web oficial, explicaba la apertura de este medio digital como una decisión ligada de algún modo a su misma concepción del flamenco, entre la ortodoxia y la renovación: “Afortunadamente los tiempos cambian... Y tanto cambio se acaba reflejando en nuestra forma de entender las cosas, en la forma de transmitirlo; y como es lógico, nos surgen nuevos anhelos e incluso nuestra nostalgia acaba sometida a una constante evolución”, decía allí.
En el momento de su muerte, además de la familia estaban junto a él dos de sus grandes amigos, el cantautor Joaquín Sabina y el productor Javier Limón. La pérdida del cantaor sacudió al mundo de la cultura en España. Es “un mazazo de dimensiones descomunales para el mundo del flamenco”, dijo la ministra de Cultura española, Angeles González-Sinde. “Deja un vacío tan grande como el que dejó Antonio Gades en el baile flamenco.” “Era un artista único, un genio”, manifestó la cantaora Carmen Linares, gran amiga suya. El cineasta Carlos Saura, que lo dirigió en su película Flamenco, estaba “tan afectado” que no pudo hacer declaraciones.
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