MUSICA › TAMBORELá PRESENTA MUJERES AL PIE DE LA CORDILLERA
En su segundo disco, las integrantes del quinteto de percusión aluden a la territorialidad a través de temas propios y de Silvio Rodríguez, Leda Valladares, Víctor Jara, Violeta Parra y Eduardo Falú con Jaime Dávalos. “Si no hay pasión, no hay resistencia”, dicen.
› Por Cristian Vitale
Cuando Anahí advierte el detalle, su origen queda claro: es mapuche. “Se escribe ‘mapuzungun’ pero se pronuncia ‘mapudungun’, con ‘d’ de dedo”, les dice al cronista y a dos de sus compañeras que no nacieron más allá de la zanja de Alsina. Parece una maestra bilingüe empezando por el principio: el nombre de su lengua habla de su tierra. Paola Fassi y Alina Gil, casi porteñas, escuchan el relato y se impregnan de su impronta. Le deben a la cantante de apellido Rayen Mariluan la mística de la composición que nutre a Tamborelá, quinteto “de percusión femenina” que completan Laura Pippo –bailarina– y Claudia Soto, y que acaba de sacar un segundo disco que están paseando por buena parte del país: Mujeres al pie de la cordillera. En el universo de Tamborelá está la cordillera cercana que une a los países de América como un cordón inexpugnable, o el click natural de Mariluan que la llevó a homenajear a los árboles porque sin madera, claro, no hay tambores. “Sin árboles no somos nada... ¿Cómo no dedicarles un tema a aquellos que dejan de serlo para transformarse en tambor? En la construcción masiva de tambores se bajan un montón de árboles y eso produce una catástrofe ecológica: por lo menos hay que tenerlo en cuenta”, explica esta chica nacida en la ciudad de Neuquén y venida a la urbe grande a los 17 años, pero absolutamente precisa a la hora de determinar su identidad: “Hace 12 mil años que en mi familia se canta y se toca el tambor, un instrumento fundamental para transmitir mi cultura, la cultura mapuche”.
Fassi nació en La Matanza y es la que maneja la furgoneta prestada con que las Tamborelá recorren las rutas argentinas. Es un rodado resistidor en el que caben todos los tambores (unos 20) más ellas y la ropa necesaria. “Es como un espacio de contorsionismo”, se ríe la chofer. Gil, porteña, es la que toca el set de palos, y su acercamiento a la estética no fue ancestral, como la de Mariluan, sino azarosa: “Fui a un centro cultural, de esos que Macri está maltratando, en el que daban percusión. Me metí y no pude salir más. La percusión te proporciona un camino infinito, es adictiva”, cuenta, sintética. Tamborelá, entonces, no es la flor de Galicia que lleva tal nombre ni el de la favela de Colombia que las chicas detectaron hace un tiempo. Es una palabra compuesta inventada por ellas, que alude a “tambor más ellas” o, forzando un poco la morfología, “tambores en manos de mujeres”. “Estamos totalmente entregadas a este proyecto, que es grande y también fatigante: trasladar todos los instrumentos que tenemos es agotador, pero queremos que nuestra música se conozca en todas partes”, dicen.
Músicas de Tamborelá, como en el caso de “Madera tambor”, “Apacheta” (montículo de piedras en ofrenda a la Pachamama), “La luna feliz” (otra pieza de Mariluan que apela al romance entre la Luna y el volcán Lanín), “Mapu Alum” y “Bombos marchando”, una apropiación colectiva de la marcha de los bombos de Santiago del Estero, que año a año lidera el Indio Froilán. Y músicas de otros, que las Tamborelá traducen al idioma de los parches: “El cigarrito”, de Víctor Jara, mezclado con las “Coplitas de Corazón Maldito”, de Violeta Parra; “Echen coplas las mujeres”, baguala recopilación de Leda Valladares; “La nostalgiosa”, de Falú-Dávalos; o “Eva”, la bellísima canción que Silvio Rodríguez grabó en Oh melancolía. “Este no es un trabajo antropológico sobre mujeres que viven al lado de la cordillera, sino sobre lo que nace nuevo en nuestro continente, que nosotros asociamos mucho con Cuba... por eso lo abrimos con ‘Eva’. Una vez le escuchamos decir a Silvio que debía a su público un tema bailable y nosotros hicimos una versión ‘movida’”, se ríe Fassi.
–El poder de decidir de las Evas, según explican en el disco.
Paola Fassi: –Y la pasión, porque si no hay pasión, no hay resistencia. Y la situación colectiva, el juntarse y lo enriquecedor que implica.
Anahí Mariluan: –Lo rebelde: en las ciudades es necesario el espacio de rebelión que siempre se asocia a los tambores... Por eso, Tamborelá conlleva un mensaje de denuncia en la lírica. Tratamos de no olvidar esto que es subyacente: el inicio de la expresión y el inicio del folklore en estas tierras. En el disco anterior hicimos alusión a la temática del agua, y en éste, al continente, a la territorialidad. Al cabo, sigo viviendo en territorio mapu, no siento que me haya ido a vivir a Nueva York.
Quinto, conga, tumbadora, tabla, berimbao, bombo legüero, tuba y kalimba son algunos de los instrumentos con los que las Tamborelá edifican su ensamble de sonidos con foco en la tierra. Para Gil representan vehículos con ojo en una búsqueda abordada desde diversas dinámicas tímbricas “sólo posible a través de los parches”, y para Fassi, herramientas para construir lo inesperado: “Los arreglos de los temas van saliendo desde los tambores en forma inesperada. Muchas veces no sabemos de dónde salen las mezclas que salen... De escuchar, de estudiar, de tocar e ir armando las maquetas de los temas, o buscando una cordura entre pieza y pieza en lo que se quiere expresar”. “Sí –tercia Mariluan–, y dada la interacción que se produce, los temas nunca llegan a terminarse del todo. Eso es lo lindo de la percusión: que no aburre nunca.”
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