MUSICA › MARIA VOLONTE PRESENTA 9 VIDAS EN CLASICA Y MODERNA
La cantante, que vivió dos años en California, se corrió de su lugar habitual cercano al tango y se relacionó con géneros en tensión: el nuevo álbum trae versiones en las que el blues y el jazz aparecen como posibles campos infinitos de fusión.
› Por Cristian Vitale
María Volonté agita una botella de soda sin abrirla y reclama por la ausencia de gas. El mozo mira de costado y responde: “Abrila y tomá... No siempre es lo que se ve”. El gas está y se manifiesta en el vaso a través de mil burbujas. “Disculpe”, le dice ella con un tono gringo que denuncia una larga temporada de vida entre Los Angeles y San Francisco, y queda pensando en que la respuesta –”no siempre es lo que se ve”– podría ser una llave útil para entrar en su flamante disco, 9 vidas. El contenido de ese álbum torna visible una Volonté ya no tan pegada al tango (lo que siempre se vio), sino más relacionada con géneros en tensión. A un despojo musical que, si bien no es ajeno a su derrotero de siete discos, torna explícito lo que antes eran apenas esbozos. “Dije: ‘Voy a salir del lugar con el que la gente me ubica para asumir mi variedad’. Me hice cargo de mi propia historia”, sentencia ella, ya con el vaso vacío y a punto de servir el segundo, en medio de un calor insoportable. “No sé, tiene que ver con la idea de la vida como un viaje, con las muchas personas que uno es y los muchos deseos que no se agotan en una de esas vidas. Hablo de los viajes literales, porque uno de repente está lejos de lo que conoce, de lo seguro, y hay algo del destino: con una necesidad periódica de dejar detrás lo que funciona, lo que es exitoso y protege, y salir de esa zona para partir a otro lugar inesperado. El disco sintetiza esa idea en los dos sentidos: la del viaje literal, y la del existencial.”
–El literal está claro: vivió dos años enteros en California. ¿El existencial es esquivar la fórmula del éxito?
–Algo así: salirte del lugar donde la gente te ha colocado confortablemente y explorar otra parte de tu sensibilidad, de tu expresividad... Eran materias pendientes para mí. Por ahí cuando una es joven es más difícil sentir de esa manera, pero hay un punto en la vida en que llega. Hoy tengo más polenta para enfrentar lo que venga que cuando tenía 20 años... Son maneras de ser, ¿no? Algunos viven a los 20 una especie de gran fuego artificial y después sobreviven como pueden; a mí me pasó al revés. Miro para atrás y digo: “Cuántas cosas pasaron”. Pero al mismo tiempo tengo más ganas que nunca de tirarme sin red y volver a jugar con esas infinitas posibilidades. El tango, es cierto, ha sido siempre mi columna vertebral, pero con unos tentáculos que se abren cada vez más.
Las 9 vidas que Volonté mostrará esta noche en Clásica y Moderna (Callao 892) reproduce nueve canciones, incluida la que da nombre al disco, que la compositora, cantante y guitarrista grabó casi en vivo junto a Jorge Rabito, Fabián Miodownik, Joaquín Sellan y el armoniquista estadounidense Kevin Carrel Footer (La 9 Vidas Band) en un estudio de televisión. “En otra situación, el trabajo hubiese sido totalmente distinto: la producción, los arreglos, la dirección musical, todo... Acá dejé fluir. Es un disco lleno de dudas, de búsqueda, de imperfecciones, bien rocanrol (se ríe), en el que, para salir de mi zona de protección, evité el tango e improvisé un resumen de cruzas musicales que había experimentado en California. No hubo ningún mentor o maestro protegiendo la obra, es lo que es: tocamos todo de un tirón y grabamos”, cuenta.
–Es cierto, no hay tango. Apenas aires de milonga en “SF (San Francisco) Tango”, algo que va a sorprender a sus seguidores porque, entre otras cosas, lo compuso en inglés.
–Tal vez, sí. El tango entró como una especie de misil en la cuna del hippismo (risas). Como una lenta seducción a través del baile, las historias, la pasión que mueve todo su cuerpo creativo. Los californianos fueron abriéndose y entregándose a él porque, si bien es una cultura en la que lo racional y la eficacia funcionan muy bien, a su vez hay como un espacio de entregarse al misterio, a las corrientes de la pasión. Por eso este tema tiene las imágenes del tango en Buenos Aires: hay parejas que van encontrándose en la niebla, en el medio de la ciudad, que pierden el control y se entregan al sentir.
–Vivir es empezar de nuevo, como canta en “9 vidas”.
–Es lo que quedó, distinto de lo que vino y lo que vendrá, sí.
Las cinco piezas de horneada propia, según el tacto Volonté, se ubican equidistantes entre lo reo arrabalero del tango y su extremo “a lo Ginastera”, en un punto medio que para la artista –nacida hace 55 años en Ituzaingó– abre un espacio infinito para el blues y el jazz como posibilidades de fusión. Y además hay versiones: dos de Violeta Parra (“Gracias a la vida” y “Qué he sacado con quererte”) y la inmortal “Flor de la Canela”, de Chabuca Granda, en un lenguaje que efectivamente cruza jazz y blues. “Son canciones que he cantado durante toda la vida de diferentes maneras y ahora decidí grabarlas con lo que soy hoy, sin reminiscencias”, explica Volonté. “Es cierto que soy bastante obsesiva, pero me di cuenta, después de tantos años de feedback con la gente, de que hay una transmisión espiritual en la música que siempre atraviesa al otro, que supera la conexión dada por una letra, una melodía o un ritmo. Es algo muy profundo que empezás a ver cuando estás más pendiente del disfrute que del resultado, algo que tanto Chabuca como Violeta tuvieron claro desde un principio.”
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