Lunes, 20 de diciembre de 2010 | Hoy
MUSICA › LA RENGA PRESENTó EN ROSARIO ALGúN RAYO, SU úLTIMO DISCO
Durante más de dos horas, el trío recorrió la docena de canciones de su nuevo álbum, intercalándolas con clásicos de su larga trayectoria. En el show que abrió la gira, unos 25 mil fans de todo el país le pusieron color a uno de los grandes rituales del rock barrial.
Por Edgardo Pérez Castillo
Desde Rosario
“Ver en el infinito de cada punto/ todos los mundos, que hacen un solo mundo/ la manera en que se extinguen uno tras otro.” Los versos son parte de “El misterio parece salir de tu duda”, uno de los poemas que Gustavo Napoli firma en el libro Estaciones de tinta negra. Cinco años después, Chizzo parece mantener la línea en “Canibalismo galáctico”, la atronadora apertura del flamante Algún rayo. La misma que el sábado abrió la gira de presentación en Rosario, con un show que reunió a 25 mil personas de todo el país, y que anoche sumó más de diez mil para convertir a La Renga en uno de los grupos con mayor convocatoria en una ciudad que, por dos tardes, vio alteradas sus normas urbanísticas.
Es que, desde hace ya algún tiempo, en Rosario se prohíbe el consumo de alcohol en espacios públicos y, particularmente, en eventos de este tipo. Esta vez, la excepción se hizo regla a lo largo del Parque Alem, sobre las veredas que rodean al estadio Gigante de Arroyito y en una Avenida Costanera cerrada para la ocasión. Y, al igual que en Mar del Plata, donde la lluvia acompañó el comienzo de la gira Truenotierra, las precipitaciones que se sostuvieron durante todo este fin de semana en Rosario fueron el plus de contrariedad que suele avivar el fuego rockero. Así, hasta el estacionamiento de uno de los dos shoppings de la ciudad, ubicado a unos trescientos metros del predio, se convirtió en el refugio ideal para escaparle al agua y abastecerse de los insumos para la previa. Una previa marcada por el clima festivo, y despojada de incidentes. De hecho, durante la jornada del sábado ningún disturbio fue registrado en la comisaría 9ª, con jurisdicción en la zona.
Sobre las 19, unas diez mil personas todavía se enfilaban hacia el predio. Organizadas espontáneamente, dos hileras fueron creándose en sentido contrario, generando un cuello de botella que, cumplidas las 20.30 (hora pautada para la aparición del grupo), derivó en el momento de mayor tensión en las afueras del camping. La conocida política renga de aparecer en escena una vez culminado el ingreso de su público evitó que la (des)organización espontánea derivara en conflictos.
Apenas pasadas las 22, desde el escenario montado a orillas del Paraná se disparó esa suerte de big bang sonoro que anunció el comienzo con el contundente “Canibalismo galáctico”. Durante más de dos horas, el trío –que tuvo como invitado especial al guitarrista Nacho Smilari, sumó esporádicas intervenciones de Manu en saxo y armónica y, sobre el cierre, presentó a quien oficiará como segundo saxofonista– recorrió la docena de canciones de Algún rayo, intercalándolas con clásicos de cada uno de sus discos para sostener los bríos.
Con algunos pocos respiros –como en la unión de “Montaña roja”, de Truenotierra y la climática “Cristal de zirconio”–, el debut de esta nueva gira (que el 22 de enero continuará en un Hipódromo de Tandil todavía marcado por las huellas ricoteras) ratificó a La Renga como ese núcleo sobre el cual orbitan las huestes marginales, viejos hippies, familias y motoqueros. También, aquellos que a punto de cumplirse un nuevo aniversario de la tragedia (y a pesar de las indicaciones explicitadas por la banda desde el reverso de las entradas) siguen creyendo en los shows pirotécnicos como forma de protagonismo y absurda pertenencia. Todos, a su forma, encuentran identificación en un proyecto que esquiva la sobreexposición, que no apela a la demagogia y que entiende al rock como sustancial vía de expresión.
En ese sentido, en Algún rayo Chizzo Napoli, la fuente inspiradora de una banda cada vez más afirmada en su formato de trío, vuelve a marcar sus fronteras estéticas, definiendo a La Renga como el único grupo que, dentro de su rango de masividad, sostiene al rock puro como bandera. Es que en el trío de Mataderos se conjugan las líneas fundamentales de una tradición que en Argentina (y fundamentalmente para el trío) tiene a Pappo como referente esencial.
Sin coqueteos con subgénero alguno, la banda crece desde sus propias fórmulas, asentándose siempre en la base efectiva y demoledora construida por los hermanos Iglesias, ésa sobre la que Napoli dispara riffs crudos, solos punzantes y melodías tormentosas. Una fórmula que, desde aquel Esquivando charcos de 1991, se ha ido refinando, pero nunca abandonando su decálogo original. Quizá porque, como apunta Chizzo en las últimas líneas de aquel poema: “El misterio parece salir de tu duda:/ todo está hecho en el conflicto de la armonía,/ estos polos que se rechazan también se aman./ La vida:/ un hermoso monstruo que se engulle a sí misma/ y a la vez se regenera”.
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