Jue 06.01.2011
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MUSICA › GUSTAVO KUPINSKI, 1974-2011

La guitarra de un zurdo inquieto

El ex integrante de Los Piojos, fallecido el martes en un accidente, estaba a punto de cumplir 37 años. Tocaba en Las Pelotas y en Revelados. Será enterrado hoy en la Chacarita.

Al guitarrista Gustavo Kupinski le faltaban dos semanas para cumplir 37 años cuando, en la tarde del martes, falleció a causa de un accidente automovilístico a la altura de Dolores. A la muerte prematura de Tavo, que fue guitarrista de Los Piojos, Las Pelotas y Revelados, se suma el fallecimiento de su esposa, Flavia Cuellar, mientras que las hijas de la pareja resultaron heridas de gravedad. La de cuatro años sufrió una fractura, pero ya recibió el alta médica, mientras la menor, de dos años, permanecía en terapia intensiva con un cuadro grave. Además de apoyar a su familia, el ambiente del rock argentino lo homenajeó ayer con recuerdos varios: en los perfiles de Facebook de Las Pelotas y de Ciro y Los Persas (el grupo de Andrés Ciro, ex cantante de Los Piojos) aparecieron listones negros para despedirlo, además de una cantidad de comentarios de fanáticos del modo en el que su zurda rasgueó guitarras sobre escenarios en los 20 años últimos. Kupinski fue velado anoche por sus familiares y amigos y esta mañana, alrededor de las 10, será enterrado en el panteón de Sadaic del cementerio de Chacarita, un gesto justo para uno de los guitarristas más importantes en el rock argentino de estadios de los años ’90 y 2000.

Kupinski nació el 18 de enero de 1974 en Buenos Aires y creció en Palermo y luego en El Palomar, donde conocería a los miembros de Los Piojos unos años después. El comienzo de su vida musical fue temprano: antes de cumplir los 10 años ya se había entregado al desafío de desentrañar una guitarra para derechos siendo zurdo. Cambio del orden de las cuerdas, estudio de música y herencia familiar mediante, en su adolescencia integró Los Sabuesos, hasta que en 1991, tres años después de la fundación del grupo con el que saltó a la primera plana del rock argentino, se sumó a Los Piojos en reemplazo del guitarrista Pablo Guerra. Fueron épocas iniciáticas que mezclaban ensayos con las últimas clases tomadas en la escuela Juan Pedro Esnaola, de orientación musical. Al terminarla, Tavo ya tenía decidido su oficio y profesión. Y ambos tenían seis cuerdas.

Por su mezcla de talento, entrenamiento, investigación y curiosidad, en breve se convirtió en el motor musical del grupo, donde además aportó coros, bandoneón y composiciones como “Sudestada”, de Máquina de sangre. “Mezcla de sonrisa gris, llanto feliz y dolor”, cantaba en vivo en aquel tema, y ésa seguramente sea la justa descripción de los seguidores de sus bandas que se acercarán hoy al cementerio de Chacarita, donde Tavo será enterrado cerca del lugar donde descansan los restos de Tita Merello, Roberto Goyeneche y Enrique Santos Discépolo, entre otros.

Sobrino del ex senador nacional por Buenos Aires e historiador radical Rodolfo Terragno, nostálgico del tango y futbolero a rabiar, quienes han tocado con él recuerdan no sólo su entrega y talento, también su sonrisa, simpatía y compañerismo, todos legados que exceden a sus progresiones y arreglos de guitarra. Alguna vez contó que hubiera deseado vivir en las décadas del ’20 o el ’30 y curtir el tango. Tal misterio le provocaba ese género que hasta llegó a conseguir el teléfono de Enrique Cadícamo (cerca de quien también será enterrado) y no cesó de llamarlo hasta que fue atendido. Entonces, contó, Cadícamo le preguntó si había estudiado en el conservatorio y, frente a la respuesta afirmativa, le aseguró: “Si estudiaste en conservatorio, nunca vas a tocar el tango”. El estudio más clásico se notó en Los Piojos, en su aporte a Las Pelotas y en Revelados, el grupo de estos últimos años: la variedad de construcciones melódicas, el tacto rítmico desde la guitarra, la justeza de las armonías vocales y los arreglos de cuerdas. Sin embargo, el conservatorio no le quitó la garra, la frescura y la actitud, esos valores tan útiles en el rock.

Entre sus anécdotas futboleras queda una en Francia, en el mundial de 1998, cuando se coló a la final. En una entrevista, recordaba: “Chamuyé y después de casi dos horas de dar vueltas y esperar, me dejaron pasar. Fue increíble. Cuando terminó el partido, salí de la cancha corriendo y desde un teléfono público llamé a mi casa para contarlo. Nadie me quería creer”. Cuando se reinicien los torneos de fútbol habrá un hueco en las plateas del Monumental, precisamente en la Almirante Brown alta, desde donde Tavo gritó mil goles y desde donde miles gritaron por él en 2009, cuando Los Piojos metieron a 75 mil personas en River, en lo que fue el cierre para un camino de dos décadas, siete discos de estudios, dos en vivo y dos DVD. “Cuando estás en una banda tenés que poder hacer las cosas de una manera consensuada, hacer lo que todos quieran, y eso fue lo que se hizo en Los Piojos hasta un momento y después no”, dijo tras la disolución del grupo.

Aquellos DVD registran también su raro modo de tocar la viola: alta en el pecho, con el mástil casi vertical y sus movimientos tan poco obvios, atravesados por las influencias de Sumo, Los Rolling Stones, Stevie Ray Vaughan, Bob Dylan, Neil Young, el reggae y la música popular argentina. “Amaba la música rioplatense”, recordó el murguero Ariel Prat en una carta abierta escrita luego de la muerte de Kupinski. Juntos habían dado forma a un proyecto de tangos y milongas a ritmo de candombe porteño.

Sus últimos pasos musicales fueron como guitarrista invitado de Las Pelotas, grupo con el que siguió presentándose para medianos y grandes públicos y recorriendo el país; y con su banda Revelados, que compartió con Pablo Guerra, el Changuito Farías Gómez, Jony Cuella y Jerónimo Izarrualde, y con la que siguió recorriendo escenarios, pudiendo recuperar aquella sensación original de ser parte de una “banda chica”.

A las 18 del último martes, un accidente en la ruta 63 lo dejó sin su solo final: el Citroën Xsara que manejaba se despistó a la altura del kilómetro 12,5 y volcó sobre el cantero central de la autovía, provocando la muerte de Tavo y su esposa, y severas lesiones a sus dos hijas. Ninguno de los cuatro pasajeros del auto llevaba puesto el cinturón de seguridad.

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