Jueves, 20 de enero de 2011 | Hoy
MUSICA › FALTA Y RESTO FESTEJA SUS PRIMEROS TREINTA AñOS DE TRAYECTORIA
Desde esta noche, en La Trastienda, la clásica agrupación uruguaya recorrerá su repertorio y adelantará pasajes de su nuevo espectáculo. “Falta y Resto existe porque tiene una tarea que cumplir, militante, de trabajo social”, dice su líder, Raúl Castro.
“‘¿Qué cantará ahora la Falta?’, preguntaron algunos. Ahora supuestamente ya no caben sus cantos de denuncia, si la paloma vuela y el halcón volvió al nido. Quizás algunos piensan que esta murga renuncia”, sostiene con voz calma la cabeza detrás de las letras de la emblemática murga uruguaya Falta y Resto, Raúl Castro, en el inicio de “Alerta”, una canción que denuncia la desaparición de la docente Elena Quinteros durante la última dictadura militar uruguaya. Ese fue el eje de la entrevista que el músico tuvo con Página/12, donde recorrió todas las etapas de la murga que nunca se cayó, ni cuando las botas de los militares pateaban más fuerte. Antes de presentarse en La Trastienda, Castro pone stop y repasa los 30 años que acaban de cumplir: “Falta y Resto es un clásico siempre renovado. Nosotros creemos que hay que ir por donde no hay huellas pero sin perder la esencia del género. Somos una murga que tiene un sonido muy clásico, muy murguero, muy potente y con voces que te despeinan. Pero sobre todo, si tengo que definir a la Falta, es un riesgo permanente en la búsqueda de formas nuevas y de sorprender desde el discurso”.
Gracias a la constante innovación, la murga se mantuvo vigente y se animó a cruzar el charco hasta ganarse el público argentino. “En los ’90 vivimos un momento de mucha búsqueda en cuanto a lo artístico. Y tuvo mucha importancia el cruce que hicimos a la Argentina, donde visualizamos que la murga podía tener una trascendencia como género que superaba lo simplemente barrial montevideano, que podía serlo en cualquier barrio donde se hablara español, porque el discurso era necesario entenderlo”, recuerda Castro con una sonrisa en la cara. Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe y otras provincias los reciben hoy como si fueran locales. “Nos hizo mucho bien ser parte de un movimiento que se gestó acá en la Argentina, de revalorización de lo artístico, no solamente por lo que aparece en los grandes medios sino por lo que la gente apoya, sintiéndose parte de él. Y en ese lugar Falta y Resto tuvo cabida, por suerte. La convocatoria es cada vez mayor y sentimos que lo que decimos es asimilado como si fuera dicho para el propio pueblo argentino”, contextualiza el artista, sin perder de vista la semejanza cultural entre ambas tierras. “Cuando nos dimos cuenta de que en la Argentina existía esta posibilidad, el discurso pasó a ser un poco más universal, sin dejar de pertenecernos, de ser muy barrial y de pintar nuestra aldea”, completa la idea.
Mañana, el sábado y el domingo a las 22, en La Trastienda (Balcarce 460), los uruguayos harán un recorrido por todo su repertorio musical y adelantarán algunos pasajes de su nuevo espectáculo La Comedia del Barrio, que no carece del humor, la poesía y la ironía política que los caracteriza. “En este espectáculo hay un mecanismo de humor que si vos te prendés te morís de la risa y si no, te levantás y te vas, porque es muy arriesgado”, adelanta Castro, quien se pondrá al frente del escenario con su rostro pintado de rojo, blanco y negro, como sus quince compañeros. La Comedia del Barrio será el show con el que regresarán a competir en el Carnaval de Montevideo, donde no participaron el año pasado. Pero apuestan a más y proponen una novedad: al escenario subirá a rapear Malena D’Alessio, de Actitud María Marta. “Es una piba que nos asombró con su arte y sobre todo con su humanismo y militancia por los derechos humanos. Creo que la murga y el rap en la fusión hacen una cosa novedosa y muy de barrio, muy de esquina, que va a ser muy disfrutable para la gente. Y el rap tiene la posibilidad de decir mucho, es un idioma muy directo, se toca mucho con la murga”, sostiene el murguero sobre la intervención de D’Alessio, quien pondrá el eje en la violencia doméstica y que también acompañará a los uruguayos en el Carnaval montevideano que empezará el 27 de febrero (ver recuadro).
–¿Por qué la murga no es indiferente a la realidad política y social?
–La murga es una comedia musical política. Como género, trata de reflejar y transformar la realidad en alegría, desde la ironía, la sátira y el buen humor. Pero en alegría consciente y de ojos abiertos, no en una alegría pasatista. Para eso es necesario que toque los temas de actualidad y todos ellos están imbuidos de su carácter político: desde los sociales hasta los de entretenimiento. Entonces, como tal, la murga es una comedia desde lo humorístico y musical porque se basa en el canto como arma fundamental, en el canto gregario, el canto de lo que representa al pueblo, que es el canto del coro. Y el ojo de la murga tiene que ver con un trasfondo político. Entonces, cuando nacimos, en 1980, estábamos atravesando todavía la dictadura y supuestamente iba a ser legitimada por un plebiscito, que por suerte posteriormente no lo fue. Pensábamos que era muy importante tener un arma cultural que se opusiera desde lo barrial y desde lo social a lo que iba a suceder: un gobierno militar para muchos años. Empezamos a trabajar con la murga, tuvo mucha aceptación de entrada y fue mucho más corto el período dictatorial posterior a nuestra fundación de lo que pensábamos que sería. Y cuando nos quedamos en 1985 con la murga entre las manos y en democracia nos dimos cuenta de que teníamos un arma que trascendía lo puntual del momento y podía ser realmente una opción de entretenimiento y de militancia diferente a lo que había.
–Y con el humor siempre como base...
–El humor es muy importante. La murga que no tenga humor pasa a expresar un discurso melodramático. La murga debe tener humor, alegría, para abrirle el corazón a la gente a través de la risa. Porque además la risa denuncia, aclara y deja que las cosas más trascendentes se transformen en una nimiedad. Logra que lo trágico se pueda asimilar de otra forma. Los discursos son mucho más entendibles e interesantes para la gente. Exige que uno vaya directo al grano, que no ande con muchas vueltas, y demanda creatividad porque los caminos de la risa ya han sido transitados innumerables veces por muchos genios. Entonces, para seguir sorprendiendo, que es lo que provoca la risa, tenés que trabajar mucho.
–¿Cómo eludían la censura durante la dictadura?
–La creatividad y el arte zafan de cualquier censura. Nosotros teníamos una prohibición muy estricta; en los primeros años nos censuraban prácticamente toda la letra. Teníamos que decir, más que nada, por las músicas utilizadas, y por suerte nos las ingeniamos para hacer algunos temas, algunos cuplés (pasos de comedia de la murga) que, sin aludir directamente, estaban hablando de todo eso. Por ejemplo, hicimos un cuplé que hablaba de la censura sin hablar, hablaba de una murga que no existía, y que a pesar de no existir había sido censurada porque los censores decían que la murga “sólo tenía que hacer reír”. Al principio no la prohibieron porque no hablaba nada de política, pero cuando vieron la puesta en escena, lo que cantábamos y cómo lo hacíamos, se agarraron la cabeza. La censura es uno de esos bichos que se pican con su propia cola, como los escorpiones. Es tan anacrónica y terrible que es mala hasta para ella, porque fuerza al artista a un proceso creativo tan intrincado y tan interesante que le hace hacer cosas buenas.
–Y la gente puede leer lo que está detrás de la censura.
–Claro, la gente lee mucho más de lo que el artista dice, porque sabe que está censurado. No puede ir a lo llano, pero sin embargo vos decís la palabra “paloma” y la gente se imagina libertad, cosas mucho más trascendentes e importantes que las que vos estás diciendo. Y lo peor que le puede pasar a cualquier gobierno es que se rían de él, que le falten el respeto. Porque la risa no tiene control, no se puede reprimir. Después que mostraste el flanco de una situación y la volviste cómica, ya no hay vuelta atrás. La ironía es un arma del pueblo y como tal hay que utilizarla.
–A partir de 1985, ya en democracia, ¿cuál fue la propuesta política de la murga?
–En ese momento nos enfrentamos a la situación de que para decir “paloma” decías “paloma”. Y la gente entendía paloma. Había que ser más directo y aprovechar, sobre todo, el arma de denuncia que teníamos para decir las cosas que todavía en ese momento estaban calladas por miedo. Porque cuando se salió de la dictadura uruguaya se salió sin aclarar directamente todo lo que había sucedido. Incluso hasta el día de hoy, debido a la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado (lo que en la Argentina sería la ley de obediencia debida). Todavía quedan muchos casos por juzgar, para saber lo que ha sucedido. En 1985 era todavía mucho peor y nosotros desde los tablados populares denunciamos la primera desaparición de una uruguaya, la más emblemática, que fue Elena Quinteros. Y a partir de allí siempre nos hemos embanderado con la lucha de los derechos humanos, de ambos márgenes del Plata. Y pensamos que es una de las cuestiones que la dignidad de estos dos pueblos todavía se debe: la aclaración total de tantos crímenes, la revelación del por qué y el cómo, no sólo para los familiares de los detenidos y desaparecidos, sino para los niños que vienen, para el futuro de los países. Además, un pueblo que vive sin una justa y equitativa distribución de la riqueza y de las oportunidades es un pueblo que no tiene los derechos humanos desarrollados como yo creo que debería. La mejor manera de mirar para adelante es cuando uno ya ha asumido todos sus propios errores.
–Tanto Uruguay como Argentina transitaron por procesos similares. El neoliberalismo también les llegó a ustedes. ¿Cómo se encontraron parados ante eso?
–Como un día nos opusimos a la dictadura, tratamos desde las letras de revalorizar lo humano por encima de lo material, frente a lo que es un poco la biblia del liberalismo. No importan los resultados individualistas ni cómo te fue en la feria para saber si sos una buena persona o no. No dependen del mercado ni los principios del hombre ni la gestación de su felicidad; depende de su cultura, de su educación, de la convivencia en solidaridad con sus iguales, de cómo organiza sus cosas. Desde ahí siempre tratamos con la murga de subir un discurso de alegría comprometida y de saber que las cosas más importantes de la vida no pasan por lo material sino por situaciones que son inherentes al ser humano.
–En la actualidad, ¿cree que Latinoamérica está mirando un poco más sus raíces?
–La generación del ’68, tan vapuleada a veces, sí cambió el mundo, sí tiró desde su vector para que nuestros países giraran para un lugar, más allá de las derrotas puntuales. Desde lo intelectual y desde lo muy profundo, esa generación revolucionaria está dando sus frutos ahora. Me parece que hoy por hoy los pueblos latinoamericanos ven de una manera distinta su posición en el mundo. Se creen más a sí mismos, se tienen más confianza, se miran de otro modo, se “deseuropeizaron” en muchos aspectos. Han entendido que la salvación pasa por nosotros, como decía Artigas (“Nada debéis esperar sino de nosotros mismos”). Nos estamos dando cuenta de que en estos pueblos está la verdad y que nosotros somos el futuro del mundo. Que tenemos las grandes riquezas, que nos tenemos que hacer valer, que los uruguayos, los argentinos, los chilenos, los bolivianos, los colombianos somos todos lo mismo. No somos diferentes por más que sean diferentes nuestras formas. Nosotros no somos la fuerza de las armas, somos la fuerza de la gente, la fuerza social. Y eso es el mejor antídoto contra el regreso de la Fuerza. Falta y Resto existe por ese proceso, existe porque tiene una tarea que cumplir, militante, de trabajo social. Es necesario hincar el diente en determinados temas desde lo artístico para que salgan a la luz. Como nos pasó con Elena Quinteros nos ha pasado con otros temas como la vivienda o la censura. Por más que la realidad sea dura, al convertirla en alegría te das cuenta de que la podés cambiar.
Informe: Sergio Sánchez.
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