Lun 07.03.2011
espectaculos

MUSICA › SHAKIRA CERRO EN BUENOS AIRES LA ESCALA ARGENTINA DE SU GIRA

El show de una encantadora profesional

A lo largo de casi dos horas de música y baile, la cantante colombiana cumplió estrictamente con lo prometido: “Todo lo que quiero esta noche es que se diviertan”. Nadie salió defraudado.

› Por Karina Micheletto

Como una vaporosa caperucita rosa en la entrada, como una endiablada bailarina aeróbica sobre el final, como una gitana sensual, como la diosa árabe que embruja con sus caderas, en esa que fue su marca de largada. De todas las formas que combina para su puesta, Shakira encanta en el escenario, en un marco de precisión escénica que logra el impacto de lo espectacular. Las 45.000 personas que fueron a verla el sábado pasado al estadio de Puerto Madero no salieron defraudadas. “Todo lo que quiero esta noche es que se diviertan. Estoy aquí para complacerlos”, prometió Shakira en el inicio del show con el que cerró la escala argentina de su Sale el sol World Tour (antes estuvo en Salta y en Córdoba). A lo largo de casi dos horas de música y baile, cumplió estrictamente con lo prometido.

La cosa arrancó bien temprano por la tarde en el predio que extiende por la zona de lo que alguna vez fue la Ciudad Deportiva de Boca. Desde las 15, una serie de actuaciones como las de Vicentico y Ziggy Marley en el escenario principal, y de Emmanuel Horvilleur, Dante y No lo Soporto en un escenario alternativo más pequeño, dieron el marco a la previa. Lo saben quienes consumen esta forma de entretenimiento: de un tiempo a esta parte, los festivales de música son lugares en los que pasan muchísimas cosas; entre ellas, algo de música. Y si éste tuvo todo los condimentos habituales del marketing festivalero del pop y del rock, esta vez el centro de atención se impuso claramente demarcado. El show de la colombiana que canta que las caderas no mienten se prenunciaba como suficientemente espectacular para empequeñecer todo lo otro.

Una multitud llamativamente compuesta por niñas pequeñas acompañadas por sus madres, parejas con bebés, hombres y mujeres de un amplio abanico etario –aunque predominantemente adolescente–, colmó la zona verde delimitada por la avenida España. Y soltó las ganas de bailar apenas la colombiana hizo su entrada con “Pienso en ti”, y siguió con “Años luz” y “Te dejo Madrid”, esta vez, con una carga de rock más marcada sobre esta maquinaria de pop latino. “Si te vas”, “Suerte”, siguen en el repertorio, y también la invitación “sólo para mujeres”, con la que Shakira invita a cuatro chicas que no pueden creer su suerte a seguir una coreografía junto a ella en el escenario.

Un cambio de clima muestra a Shakira trayendo a Metallica a su vereda, cuando versiona el hit “Nothing else matters” en inglés y en español, con fondo gitano y en formato acústico: Violín, violoncello, tambor, guitarra y charango, a los que luego se sumará un acordeón, introduciendo su último éxito, “Gitana” (ese que grabó con Rafael Nadal en el video). El set la muestra con los músicos como en fogón, por si hiciera falta algún cambio de clima más. Ya habrá tiempo para revolear todo con canciones como “Ciega, sordomuda”, “Ojos así”, “Hips don’t lie”, para algo de hip hop con “Gordita”, a dúo con René, el cantante de Calle 13, desde una pantalla, para soltar los perros con “Loba”, para un homenaje implícito a Gustavo Cerati con “Sale el sol” (con la madre del cantante siguiendo el show entre los invitados).

Durante casi dos horas, Shakira canta, pero sobre todo baila. Baila en forma seductora, elástica, angelical, encantadora, latinaza, árabe, gitana, pop. Mueve las caderas, corre, salta por el aire, tira besos, se contonea, se bate, se menea, se zarandea, revolea su cuerpo y su larga cabellera rubia, que es como dejada, medio mechuda, pero le queda tan bien. ¿Quién podría ponerle un precio cierto al evidente encanto que Shakira derrocha en noches como esta?

A la hora de los bises, la maquinaria Shakira da una lección de producción con su “Waka Waka” precedido por un clip de africanitos, bailado junto a otra cantidad de negritos que suben al escenario, a los saltos, con un cielo de papeles de colores soltados al aire. Y nos hace sentir a todos en el estadio como gritando el gol de un Mundial.

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