Dom 26.03.2006
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MUSICA › ENTREVISTA EXCLUSIVA CON MANU CHAO, QUE PASO POR MENDOZA CON SU BANDA, RADIO BEMBA

“Escribir canciones es para mí un proceso lúdico”

Siempre con perfil bajo, su última gira no hizo escala en Buenos Aires, pero los jujeños y los mendocinos pudieron disfrutar de sus canciones plenas de mística comprometida. El ex líder de Mano Negra habla de Cuba, de Venezuela, de derechos humanos y de su proceso creativo.

Por Mariano Blejman
Desde Mendoza


Eran las tres de la mañana en Mendoza, cuando Manu Chao estaba llegando al bar del Boxeador, donde ya había estado en 2000. Se acordaba bien del lugar. Lo había elegido en una encuesta de fin de año (junto a Tijuana), como uno de los mejores lugares de esa gira. El líder de la mítica Mano Negra (la banda más influyente del rock latino de los ’90), y creador de Clandestino y Próxima Estación, Esperanza, acababa de hacer un show en Mendoza y volvía a reencontrarse con ese bar regenteado por un ex boxeador. “Las giras sirven para saber dónde va a ir uno la próxima vez”, le diría Chao a Página/12, unas horas después. En un rincón del bar, unos pibes patagónicos lo habían esperado desde temprano. Chao saludó a los presentes como si los conociera de siempre y, después de conversar con el boxeador, firmar algunos autógrafos y sacarse fotos con todos, uno de los chicos patagónicos le pidió: “¡Manu, nos sacás una foto!”. Chao miró sorprendido, como si se tratara de un error, pero entendió rápido: tomó la cámara automática, gatilló junto a una carcajada y espetó: “ésta me gustó”. Por un momento, los patagónicos habían invertido una lógica que acompaña al músico desde hace años. Acostumbrado a pasearse por senderos pequeños de las grandes ciudades que visita, Manu Chao tiene cierto entrenamiento en eso de conversar un ratito, sacarse una foto con el amigo de turno y firmar un autógrafo. Ese mismo training le permite mantenerse lejos de los medios que pretenden entrevistarlo cada vez, no importa dónde ande. Por ese momento, el domingo pasado, el “hombrecito” quedó detrás de su propia escena.

Pero era sólo eso, un momento: su paso por Argentina sucedió entre dos shows (en la Vieja Estación de Jujuy y en el Estadio Pacífico de Mendoza, ciudad donde concedió el reportaje exclusivo a Página/12). Venía de un agitado tour: abrió en México (y allí cerrará hoy, en la plaza de El Zócalo en el D.F. antes de encerrarse a terminar su próximo disco, que saldría en septiembre), y luego tocó en Cuba, cerca de la Oficina de Intereses de Estados Unidos. Después viajó hacia Venezuela (compartiendo el avión con un grupo de médicos cubanos, una de las pocas cosas que Cuba puede exportar), anduvo por Colombia, saltó a Bolivia (y allí casi se queda, cuando su camión se rompió en la ruta) y pasó hacia Chile. Así, Chao volvía a recorrer algunos países, 14 años del Cargo ’92 (ver ficha). “Las giras son algo alucinante, a mí me encantan”, le dice a Página/12.

–Estuvo sin girar durante casi dos años...

–No habíamos salido tanto. Con la muerte de mi manager hace un año, nos quedamos quietitos. Ahora estamos “renuevos” (lo de “re nuevos” es un modismo argentino que se le pegó en los últimos días). La gira que hicimos en Buenos Aires en noviembre, hacía año y medio que no tocábamos. Habíamos hecho cosas con el guitarrista Madjid, unos shows en Brasil, pero con la banda completa hacía tiempo que no hacíamos nada.

–¿Por qué tocaron en el Malecón, en Cuba?

–Fue una propuesta de los cubanos y era el lugar ideal, porque proponían un concierto gratuito para la gente. Habíamos tocado en La Habana en el ’92, dentro del teatro Carlos Marx, una sala cerrada. Pero tocar en el Malecón fue muy impresionante. En la gira con Mano Negra, en Caracas, habíamos tocado al aire libre el día del cacerolazo, cuando Chávez estaba en la cárcel. Pero tocar con tanta gente en Cuba fue impactante. Además, estaba el edificio gringo ahí atrás. Estoy muy contento de haberlo hecho. Hacía 14 años que no tocábamos en Cuba. Y por lo que me contó la gente, el país está un poco mejor.

–¿No fue un paso demasiado rápido?

–Es el mismo problema que tuvimos aquí, en Mendoza. En esta gira quisimos hacer tantas cosas que, al final, hubo poco tiempo en cada lugar. Pero siempre son buenísimas tomas de contacto, luego cuando vuelves con tiempo sabes exactamente lo que te quedó por hacer. Como lo de Mendoza, ahora tengo que llegar aquí (señala la remera que tiene puesta que dice La Estanzuela, Centro Cultural).

–La banda está más aceitada.

–La gira de 2000 y 2001 era el inicio de este show, y era la misma banda, pero estaba en pañales. Con el tour de América latina, la banda estaba jovencita. Luego giramos por Europa y otros países y ahí se curtió la banda. Quién sabe, a lo mejor un día nos cansaremos. A mí me parecía que, aunque sea rapidito, Latinoamérica nos tenía que ver maduritos, antes de encerrarme a terminar un nuevo disco.

–¿Cómo encontró Venezuela?

–En Venezuela, gracias al gobierno de la ciudad de Caracas, pudimos hacer un show gratis en el Poliedro. Yo había ensayado delante del Poliedro en el ’92, con la Royale Du Luxe, y ahora pudimos tocar gratis para la gente, algo que siempre se agradece. Al final fueron dos shows, porque decidimos hacer uno más al día siguiente. Luego estuvimos con la gente que organizó lo del Poliedro, los de Ciudad Fuerte, gente muy joven y que está haciendo muchas cosas, a quien las autoridades han dado posibilidades, lugar, un parking, un par de camiones destartalados, medio escenario abandonado que recuperaron y están montando un centro cultural al lado de la autopista, y tocamos ahí.

–En el ’92 no se sabía hacia dónde iba Chávez.

–Desde afuera era complicado saber. Ahora conocemos un poco más. Sigo sin saber muy bien quién es Chávez, pero no importa. Lo que importa es que en los lugares que conocía en Caracas, en la época que fui y ahora al volver, sinceramente vi un cambio. Venezuela es un país que está inventándose, es un poco lo que vi yo. Se están inventando día tras día una revolución del siglo XXI, sin que esté nada escrito en un libro, en ningún lado, ni con una doctrina pesada que haya visto yo. Se le da calce, material a la gente, se le da lugares, y sucede, hablo a nivel cultural.

–¿Las giras le sirven para componer?

–Esta gira va tan rápido que no tuve ni tiempo de escribir nada. Ahora no estoy escribiendo, ni grabando, ni filmando... no fuerzo la máquina.

–Esa frase la conocemos aquí...

–Sí, es del Gato Pérez, rey del flamenco de Barcelona. Era un argentino.

–Usted tiene capacidad para generar frases “recordables”, que se van transformando en testimonios de época. ¿Cómo surge su idea de la canción?

–No se sabe bien, pero cuando decía recién sobre mi imposibilidad de “escribir” no hablaba de canciones. Las canciones no las decido yo. La canción aparece encima si uno está inspirado. Lo importante es tener una grabadora, un boli (lapicera), en el momento de la inspiración y grabarla en el momento. Sin escribir notas...

–¿Pero de dónde viene esa síntesis?

–Puede ser cualquier cosa. Me encanta sintetizar. Sale una frase y es evidente que es ésa: apareció. Esa evidencia no sé cómo describirla. Pero es eso, aparece y estás re-contento escribiéndolo. Es un proceso lúdico.

–¿Compone mejor en movimiento o estando quieto?

–No hay ley, a veces se abre el grifo, a veces se cierra. Para mí, sinceramente, con una caladita de marihuana todo me surge más fluido. Antes de fumar siempre me pregunto si tengo un boli cerca, porque muy a menudo me aparecen ideas así, pero nunca se sabe cuándo va a suceder.

–¿No tiene miedo de que se cierre el grifo?

–No, porque si se acaba, se acaba. Hay otros juegos en la vida. No me considero buen cantante, ni buen guitarrista, pero creo que sé escribir canciones. Eso sí, me encanta hacerlo y lo consigo bien. Todavía sigo aprendiendo a cantar, en guitarra igual. En esta gira –aunque ahora tengo la voz un poco estropeada– intento cuidármela. La canción es lo mío.

–Sus canciones son muy “marketineras”, en frases como “Próxima estación: Esperanza”, “Por la carretera”, “Qué pasa por la calle”.

–Sí, condensan a muerte. Yo tenía la intuición ésa también, pero cuando tú llegas y sacas una frase de cualquier disco y la pisas en el micro, y ves que todo el mundo estalla, entonces piensas que hay algo más. La frase “qué pasa por la calle”, se hay vuelto como leit-motiv, ¿pour quoi?, no sé, pero así es. Hay frases que han marcado. Hasta me sorprende a mí. Cuando haz hecho diez conciertos ya sabes cómo es, lo asumes, pero la primera vez llegas a México y dices “qué pasa por la calle” y estalla la gente. Y te quedas mirando...

–Funciona.

–No es que funcione, sino que ha llegado. Funciona mejor la sorpresa que te dan. También hago frases más largas, cuando compongo, pero a mí me gusta condensar. Sé muy poco de poesía, pero tengo un ídolo que es Jacques Prévert, él era el rey de la condensación. En dos frases lo decía todo. A mí me gusta ese juego. Explicar y explicar me gusta para leer en otros, pero a mí no me sirve. A veces las canciones se me hacen largas: cuando a uno se le abre el grifo, escribe y escribe y tiene dos páginas llenas, pero luego me gusta el trabajo de condensar y no tener miedo a tirar. Vale, digo, “esto me mola cinco minutos, pero mañana me va a pesar como un plomo”. Lo tiro hoy, no tengo ese miedo a tirar.

–¿Entonces saldrá algún día el lado B de Manu Chao?

–Del todo no lo tiro, las cosas quedan ahí, esperando. Pero si me ha estorbado una vez, va fuera. Antes decía: “esto estorba pero la guardo, porque la pongo así, o la pongo asá”, y al final te has hecho un lío. Porque si la dejas y al día siguiente aparece el mismo problema, en el mismo lugar, entonces fuera.

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