Vie 25.03.2011
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MUSICA › JOAQUIN SABINA Y UNA NUEVA CEREMONIA CON EL PUBLICO PORTEÑO

El bulevar de las canciones

La gira irónicamente bautizada El penúltimo tren permite que el español proponga una cabalgata de esas canciones que conocen todos, tanto como para introducir algún cambio rítmico sin que eso altere el coro popular: tres horas de disfrute garantizado.

› Por Karina Micheletto

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EL PENULTIMO TREN

Recital de Joaquín Sabina.

Músicos: Pancho Varona, Antonio García de Diego, Pedro Barceló, Mara Barros, Josemi Sagaste, Jaime Asúa.
Público: 6100 personas.
Duración: 180 minutos.
Estadio Luna Park, 23 de marzo (repitió anoche y repite 2, 3, 6, 7, 9 10, 13 y 19 de abril)

“En la imaginación del niño que yo fui, el Luna Park era un lugar mítico antes de que Monzón cogiera con la Su. ¡Y después de que cogieran, mucho más!” La fiesta ya se había largado hacía rato, multitudinaria y feliz, y Joaquín Sabina hacía gala de su oficio de contador de historias, intentando explicar la emoción de esta noche, en este lugar: “Uno no ha tenido nunca sueños excesivos, pero si los hubiera tenido, hubiera soñado con esto”. En tres horas de concierto, las 6100 personas que agotaron la primera de las nueve funciones se llevaron la idea de que sí, algún tipo de sueño de gloria tiene que quedar saldado en rituales de este tipo.

Fue el miércoles pasado, en el primero de los diez Luna Park que tiene previstos el español (volvió a tocar anoche, y seguirá los días 2, 3, 6, 7, 9 10, 13 y 19 de abril). La gira El penúltimo tren (un nombre elegido con una dosis de humor autocompasivo) ya lo llevó por Tucumán, Bahía Blanca y Mar del Plata, y seguirá por Rosario, Montevideo, Córdoba y Asunción del Paraguay. Sin nuevo disco para mostrar –el último trabajo, Vinagre y rosas, fue presentado a principios del año pasado, con la cancha de Boca llena en la escala porteña–, estos conciertos son algo así como el “grandes éxitos” que recorre todas las épocas. La oportunidad de escuchar las canciones más queridas, y también algunas menos tocadas en vivo, o que al menos no se escucharon en los últimos conciertos: sería incorrecto decir que son “menos conocidas”, porque los hombres y mujeres que llenan el Luna (en igual proporción y disposición a las muestras de fanatismo) lucen dispuestos a corear cada verso de cada canción.

Sabina ha dicho que su intención es ir pasando con el tiempo de Boca al Luna Park, y de aquí al Gran Rex, achicándose “hasta llegar a Clásica y Moderna”. Si ya conoció la vertiginosa adrenalina de la cancha llena, la intención declarada es la del contacto directo, el pulso de la cercanía con el oyente. Quizás una parada intermedia de ese camino se esté cumpliendo en estos nueve Luna Park, que multiplicados alcanzarían y sobrarían para llenar una cancha. A Sabina se lo ve y se lo escucha más cerca, más volcado su espectáculo a una puesta escénica en la que cada movimiento está pensado, con la activa participación de todos los músicos. Al público, en cambio, se lo ve con las mismas ganas de saltar que en Boca. Y si lugares como el Luna Park tienen siempre a punto el grandote que corre a calmar las fieras que osan pararse, o el reto llega de los mismos plateístas que defienden su derecho a escuchar sentados después de haber desembolsado para eso (600 y 520 pesos, en este caso), esta vez la cosa fue diferente.

Apenas el anfitrión lanza el “Buenas noches, Baires” tras “Esta noche contigo”, la primera de las 28 canciones que seguirán en esta larga noche, se instala el salto y el coro de cancha. Durante las tres horas siguientes, la feliz multitud agradeció a su manera la seguidilla de canciones queridas de todos los discos, contradiciendo estrictamente lo que decía la remera que traía puesta Sabina: La cosa está muy mala. “Medias negras”, “Aves de paso”, la más reciente “Tiramisú de limón”, “Peor para el sol”, “19 días y 500 noches”, “Princesa”, “Por el bulevar de los sueños rotos”, “Con la frente marchita”, “Noches de boda”, “Y nos dieron las diez”, “Una canción para la Magdalena”, formaron parte del recuento de canciones, que en algunos casos fueron presentadas con cambios rítmicos.

Como es habitual en los conciertos de Sabina, hubo lugar para el lucimiento de cada uno de los músicos, que tienen hinchada propia y, también como ya es costumbre, fueron presentados con sonetos. Pancho Varona recordó “El rock and roll de los idiotas”, Antonio García de Diego hizo lo propio con “Tan joven y tan viejo”, Antonio Asúa con “El caso de la rubia platino”. La andaluza Mara Barros se lució especialmente en “Y sin embargo te quiero”, junto a Sabina, además de tener a su cargo “Yo quiero ser una chica Almodóvar”. En el recuento de viejos temas llegó desde la prehistoria argentina de Sabina “Eclipse de mar”.

El tiempo pasó entre viejas canciones y anécdotas de un anfitrión que vuelve a revelarse como un hipotético gran amenizador de asados. El Luna Park suena milagrosamente bien, los músicos transpiran la camiseta. Nada más puede pedir el admirador de las canciones de Sabina. Resta esperar la próxima gira, en la que quizás llegue acompañado de “algún viejo amigo”, como adelantó el cantautor a Página/12. “Hicimos una preciosa gira con Sabina, pero el cabrón cobraba la mitad de mi sueldo”, bromeó Sabina en el concierto. Quién sabe si pronto vuelve a hacer cuentas.

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