Dom 03.04.2011
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MUSICA › ELEONORA EUBEL PRESENTA SU CD POR EL AIRE

Jazz con veta mapuche

› Por Cristian Vitale

Si a alguien se le ocurre que, en plena era de cruces, intentos, fusiones y riesgos musicales, también es posible arropar al jazz con un manto de impronta mapuche, entonces Eleonora Eubel existe. O existe antes que a alguien se le ocurra, claro. En Por el aire, su flamante cuarto disco, pasa que la fina cantante de standards formada en orquestas de mayor o menor prestigio durante los ’90 da un salto a más que la encuentra voceando palabras en mapuzungún, a veces bajo aromas de Nueva Orleans, a veces de Nueva York; hablando de la pacha enojada, metiendo coplas quebradas en voz o poniéndoles letra propia a temas de John Scofield y Horace Silver. “¿Me preguntaba cómo juntaba a Scofield con lo mapuche?... y la respuesta es por el aire, por el aire todo llega, el aire está en ambas cosas y es el mismo”, arranca, manoteando una frase de física elemental que bien puede operar como eje conceptual del disco: “El sonido, cuando se propaga a través del aire, recorre 340 metros por segundo”.

También el idioma, claro, porque la Eubel pasó del inglés al castellano, del castellano al mapuzungún y hoy, la versatilidad de su canto anida en tal tríada. “Creo que ya no hay límites con el idioma, ¿no? Se pueden inventar otros vocablos, nutrirse más de los sonidos que de los contenidos, y entonces cualquier idioma se presta. Podés jugar con las palabras si hacés una abstracción. Digo, si uno escucha a un ruso por ahí no sabe qué está diciendo, pero eso tiene un cantito. Hay que sacar las palabras del molde”, explica en un intento más por acercar las coordenadas de un disco que presentará el viernes 29 de abril en el Virasoro Bar (Guatemala 4328) junto a su trío: Rodrigo Agudelo en guitarra, Juan Bayón en contrabajo y Carto Brandán en batería.

“Si un tipo con su música trata de imitar el sonido del agua, o acentúa el paso que le da la marcha detrás de un cortejo fúnebre, si un tipo como Coltrane mete las bocinas de Nueva York en su música, o un Bobby McFerrin mete los ruiditos del pasto y del bosque en su canto, ¿por qué no se puede meter algo relacionado con tu tierra y su gente? Yo hago precisamente eso”, lanza, desafiante.

La veta mapuche despertó en Eubel durante una larga estancia en Bariloche, donde vivió casi diez años. Ya había atravesado algunos coqueteos con el rock, también el ABC del jazz recorriendo el circuito de antros porteños junto a la Fénix Jazz Band y otras del estilo (“con escuchar Weather Report estaba todo bien”, se ríe) y al cabo, buscando su propio sino, dedicó el hacer a formar tríos con el jazz como pista de despegue y aterrizaje para un avión que voló por otras rutas. “2001 fue un año clave. Vi en la CNN un cartonero con un cartel que decía ‘We are hungry’ y dije ‘mirá qué perspicaz, sirve para contar exactamente lo que está pasando’...”. Ya en Especia, el segundo disco, habla de problemáticas más cercanas a su tiempo y lugar, y no hubo vuelta atrás. “Es que el jazz es eso, ¿no?... gente de la calle, gente que sufre, ¡’Summertime!’...”, se emociona. “El jardinero que trabajaba en la casa que yo alquilaba en Bariloche tenía un hijo argentino y otro chileno, ambos soldados, y de pronto te enterabas de que querían encerrar a todos los mapuches (chilenos) en la Isla Victoria, que era un campo de concentración previsto para ellos. Todo mal”, evoca.

De ahí a que Eleonora abandone situaciones abstractas, standards, en pro de cuestiones que hablen de alguna urgencia social medió poco tiempo, casi una

inexistencia transicional. “Ya no me sale cantar un blues estadounidense para contar que la pacha nos va a matar si la seguimos molestando, me sale otra cadencia, y aquí es donde entran los ritmos folklóricos, aires del folklore, sensaciones. Me nutro de esto porque quiero describir mi paisaje, que también es idioma ¿no?: el castellano y el mapuche, que es bello, que me interesa por su cosmogonía y su simbología.”

–Igual, le puso letra a “I’ll Catch You”, de Scofield y a “Enchantment”, de Silver...

–Bueno, no se pueden olvidar ciertas bellezas (risas). Elegí a ellos porque a veces no se da una posibilidad de combinar el castellano con ciertas cadencias, queda raro. Pero en el caso de Scofield o Silver, uno se lo puede permitir. Sobre todo en el caso de Silver, porque él toma una cadencia de Cabo Verde, de donde es su padre, y donde el vivió mucho tiempo. A mí me pasa lo mismo, salvando las distancias.

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