MUSICA › JACK JOHNSON CERRó LA PRIMERA JORNADA DEL QUILMES ROCK 2011
El músico hawaiano ofreció un show que atravesó diferentes estados y casi nunca perdió la gracia, con la arena y los mares como fondo predominante y figuras retóricas. Además, tocaron la británica Laura Marling, Los Tipitos y Diego Frenkel, entre otros.
› Por Matías Córdoba
Quizás una de las ideas de los organizadores en esta primera jornada del Quilmes Rock (el lanzamiento había sido en abril, con The Flaming Lips y Massacre) haya sido poner en relieve y primer plano una propuesta diferente por la que hasta ahora –y desde que se viene realizando el festival de la cerveza– pocas veces se había apostado: la de adaptar unas canciones para teatros o estadios de capacidad reducida a la inmensidad de un campo abierto. En tono capusottiano, el objetivo era trasladar la música de unos pocos a lo popular. De ahí, entonces, fue que los diseñadores de este festival prefirieron arriesgar con ciertos clichés y hacerlos una marca registrada: “El rock se encuentra con el mejor público del mundo”. Y todo les salió redondo: 22 mil personas (contra las 15 mil de la fecha lanzamiento) vieron a Los Tipitos, Sr. Flavio, Diego Frenkel (entre otros números nacionales), a la inglesa Laura Marling y al norteamericano Jack Johnson en el Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires, lugar acostumbrado en lo que va del año a los recitales al aire libre.
Muchos de los asistentes fueron a ver qué era eso que le habían contado del “pibe que hace canciones copadas”; ésta, en realidad, fue una definición que sobrevoló en el sector vip repleto de actores, actrices, modelos y un sin fin de “personalidades”. Cabía preguntarse, claro, si ése sería “el mejor público del mundo”. Sin embargo, cada instancia del festival se vivió como una celebración, pero siempre como prolegómeno al capítulo final. A sabiendas de que la fiesta (en tiempos de espectáculos cada vez más convocantes) era propiedad de los fanáticos, el festejo se hizo cuerpo en aquellos centenares de chicas que se apretujaron contra el vallado que separaba el campo vip del campo general, donde la entrada costaba casi $250. El resto del público, expectante, prefirió el silencio, los laterales del predio y la tribuna sobre el costado del escenario.
Ya sobre el tablado principal, en casi una hora de canciones, Los Tipitos descargaron un repertorio al que ya tienen acostumbrados cada vez que son invitados a este tipo de eventos. Fue sorprendente, entonces, la brevedad del set de Laura Marling (el día anterior se había presentado en el Samsung Studio), que redondeó cuarenta minutos de show. Su juventud (apenas tiene 21) se hizo carne con el paisaje que pintaron sus canciones de ánimo bucólico y pastoril. Y ella, además, con su mirada perdida en un punto indivisible a la hora de cantar, le hizo frente a la multitud con una fragilidad de niña. A medida que su disco Alas, I Cannot Swim recorría el mundo, las comparaciones con Regina Spektor fueron tan obvias como certeras. Aunque, es cierto, a Marling la acompaña una banda sólida de banjo, contrabajo, mandolina y chelo en perfecta comunión.
Si lo de Marling había traído cierta remembranza campestre, lo de Jack Johnson estaba destinado a atravesar por el mismo camino, pero con la arena y los mares como fondo predominante y figuras retóricas. Sus melodías descontracturadas (Johnson no es un gran guitarrista, pero la banda se apoya en sus rasgueos de guitarra) son las que llevaron adelante su concierto. Así se sucedieron “You and your Heart”, “Upside Down”, “Good People”, y agregó otros instrumentos (acordeón, ukelele) a la variedad del recital. Además, en un guiño casi improvisado, citó algunos pasajes de “Badfish”, de Sublime, y “I Wanna Be your Boyfriend”, de los Ramones. Aquellos que arribaron a GEBA sin mucha idea no se encontraron con un músico al que esperaban en mangas de camisa hawaiana y pantalón de baño: Johnson salió a escena como hubiera salido un cantante de rock de alguna banda stone, con un jean raído y un buzo con capucha. El resto lo hizo el repertorio. El suyo atravesó diferentes estados y casi nunca perdió la gracia. La gran sorpresa fue su tecladista, Zach Gill.
Esta edición del Quilmes Rock tuvo aciertos y errores. Quedará en el debe la operatividad en el escenario alternativo: un tablado mínimo ubicado demasiado alto, con un sonido imperfecto y shows de no más de veinticinco minutos, apurados por la imperiosa puntualidad en los tiempos de festivales. Más allá de eso, la sorpresa y la emoción tras el gran concierto de Johnson no se podían esconder en las caras de la muchedumbre que se perdía por las calles de Palermo.
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