MUSICA › UN FESTIVAL QUE VINO A REVOLUCIONAR LA CIUDAD DE MAIPú
En 2006, Cristóbal Repetto, Natalia Vega y Fabián Maya dieron el puntapié inicial de un apasionado proyecto. Hoy, la vitalidad del encuentro anual viene a demostrar que cuando se trata de música, a veces la rentabilidad puede quedar de lado.
› Por Cristian Vitale
El principio motor fue en un bar de Buenos Aires. Cristóbal Repetto, joven cantante de tangos de la vena Corsini que Gustavo Santaolalla descubrió, produjo y llevó a su Bajofondo, hablaba con su pareja, Natalia Vega, y con Fabián Maya. Los tres tenían un sueño fijo: llevar a Maipú, ese paraje rural de casi 10 mil habitantes que se erige calmo en medio de la llanura pampeana, un festival de música cuyo eje no fuera la rentabilidad. Que fuera, por contrario, un ciclo con foco en la calidad, la tolerancia y la diversidad musical. El trío presentó el proyecto en la Secretaría de Cultura del partido, y en poco tiempo logró algo a priori inimaginable: llevar al quieto pueblo que vio nacer a los tres un sinfín de artistas que tal vez, de no mediar ellos, jamás lo hubiesen pisado. En 2006, bajo el mote de Música del Alma, Cuti Carabajal, Laura Ros, Ernesto Snajer, Alejandro Balbis, Paola Bernal, el dúo Orozco-Barrientos y Liliana Vitale llegaron con sus músicas al pago y tras las imágenes del documental sobre Víctor Jara, El derecho de vivir en paz, tiraron las primeras piedras.
“Sabíamos que era una propuesta arriesgada por la diversidad de la programación. Al principio no contábamos con un gran presupuesto, y completábamos algunos cachets de nuestro bolsillo para poder llevar a cabo los conciertos. Pero de ambos lados la apuesta era a pulmón y con mucho corazón”, comienza Vega. El ciclo no solo pudo ser aquella vez, sino que se afianzó año tras año, y hoy arranca su sexta edición con la presentación de Hilda Lizarazu, gratis, en el Teatro de la Sociedad Italiana, un espacio que de cine pasó a boliche y que hoy combina teatro, cine y conciertos con lugar para 500 personas. “Encontré inspiración para fundar Música del Alma en cada uno de los festivales de músicas del mundo a los que fui convocado como cantor y que son referentes en la materia. En los últimos años he alternado las giras con mi tarea de director del ciclo, y ha sido un viaje en todo sentido... ha significado para nosotros regresar a la raíz, volver a nuestro lugar, del que nunca nos fuimos del todo”, sostiene Repetto, casi un héroe en esta batalla cultural de Maipú.
Tras la presentación de Lizarazu y la proyección de Mundo Alas, el film de León Gieco, Música del Alma prosigue hasta septiembre con la visita de dos músicos por mes: Aca Seca y Lisandro Aristimuño (4 y 18 de junio), Hugo Fattorusso y Leo García (8 y 23 de julio), Peteco Carabajal y Luis Salinas (5 y 27 de agosto) y Tomás Lipán y Daniel Viglietti (10 y 24 de septiembre), todos “apadrinados” por Liliana Herrero y el mismo Santaolalla y presentados por Marcelo Pérez Cotten. “El ciclo es un espacio donde las emociones surgen sin las ataduras propias de un pueblo pequeño, donde cada espectador conoce a quien está sentado a su lado. Maipú es de esos pueblos en los cuales nos cuesta atravesar las barreras de las emociones y dejarlas fluir si es que otro nos está mirando, siento que está bien reconocernos en este aspecto y poder observarnos desde afuera. Creo que el festival permitió que la gente se encuentre consigo misma, con sus emociones, con lo que le provoca tristeza o alegría a través de un canto, de un instrumento, de una letra, de un pensamiento, y a todo eso poder transitarlo, atravesarlo, y disfrutarlo”, desarrolla Vega.
En los seis años que lleva el ciclo han pasado por la Sociedad Italiana y por el Centro Cultural Leopoldo Marechal, Rubén Rada, Raúl Barboza, Pedro Aznar, Suma Paz, Fernando Cabrera, Yusa, Kevin Johansen, Teresa Parodi, Javier Malosetti, Egle Martin, Santiago Feliú, Steinar Raknes Quartet, Litto Nebbia y Verónica Condomí, entre muchos otros, y cada quien, claro, ha dejado algo para contar durante las largas siestas domingueras de Maipú. “Siento que, por el clima de intimidad, por la ‘mística especial’ que aparece en cada concierto, hemos sido testigos de momentos imborrables”, evoca Repetto y enumera entre ellos a Pedro Aznar, caja en mano, cantando coplas de Leda Valladares; la “luminosa entrega” de Fernando Cabrera; el concierto de Nebbia solo, con piano y guitarra; o a la gente, en general tímida, bailando a la uruguaya con Edu Lombardo y Pablo Routín –“¡con lo que significa ver a tu vecino encendido!”, se ríe el cantante–. “El compromiso que tienen los artistas convocados con sus obras y sus búsquedas –sigue– es tan profundo que también se puede escuchar el peso de la historia y el valor de la memoria, en voces como las de Teresa Parodi o Daniel Viglietti y en los documentales que proyectamos dedicados a Víctor Jara o Mercedes Sosa, por ejemplo. Si hoy el festival tiene esta consideración en el público y en los melómanos de la región es gracias a la exquisita sensibilidad de los artistas que lo han protagonizado.”
Repetto y Vega, que nacieron, se conocieron y se enamoraron en Maipú, producen y dirigen el festival ad honorem y cuentan con el apoyo para logística, cachets y estructura de la Secretaría de Cultura del partido y de la Secretaría de Turismo de la Nación. Han contado también con el apoyo de amigos fotógrafos o dibujantes –Carlos Terribili, Nora Lezano, Esteban Estomba o Gonzalo Ruiz, entre otros–, y han propuesto que el ciclo no solo se restrinja a la mera actuación de cada artista, sino que se extienda a la proyección de documentales sobre distintas personalidades de las músicas del mundo, a master classes y a la visita de algunos músicos a escuelas rurales de la zona. “Hoy existe en la ciudad una alternativa distinta valorada tanto por los jóvenes como por los más grandes, y sobre todo por aquellos que acuden a los distintos talleres de música que se dictan en el Centro Cultural y en la Escuela de Arte. Pueden ver un cuarteto de jazz como Steinar Raknes Quartet, asistir a una master class de Gustavo Santaolalla, ver un documental de música cubana y todo a dos cuadras de sus casas... es lindo sentir al barrio como escenario de sueños comunes”, sostiene Repetto.
Maipú, mojón rutero camino a Mar del Plata donde Marechal pasó buena parte de su infancia, debe su nombre –anudado con la batalla de San Martín, claro– a un vocablo mapuche que significa “allanar la tierra”. Música del Alma, entonces, estaría reencauzando tal significado en la senda del arte. “El festival ha sido pionero en la región en apostar a la diversidad musical y se ha convertido en un referente dentro de los acontecimientos culturales de la provincia. Para nosotros eso significa un gran orgullo, pero también la gran responsabilidad de no ceder, de seguir creyendo en el objetivo que nos planteamos desde el inicio: creer en una programación que privilegie la emoción por sobre la tentación que a muchos les sugiere la masividad como idea de ‘éxito’. Siempre decimos que para crecer hacia fuera primero hay que crecer hacia adentro... esa es la idea de logro que más nos interesa”, redondea Repetto, a punto de tomarse el tren hacia el sur, otra vez.
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